Cultura, Cine y Literatura

«Río Bravo». La quintaesencia del wéstern

Río Bravo. La quintaesencia del wéstern 

Después de haber escrito Charlton Heston. Un héroe para la eternidad (Amarcord Ediciones, 2023) junto a mi querido Fernando Alonso Barahona, sale a la venta, gracias al apoyo incondicional de Ramiro Domínguez, mi primera obra en solitario: Río Bravo. La quintaesencia del wéstern (Sílex Ediciones, 2023)

Río Bravo es un elogio cinematográfico a los que protegen la libertad de los tiranos y ponen límites a los poderosos que miran por encima del hombro a los menos privilegiados. Desde los primeros minutos, que introducen la historia sin una sola palabra, hasta el tiroteo final, transcurren casi dos horas y media en las que siempre resulta imposible dejar de mirar la pantalla

En Río Bravo. La quintaesencia del wéstern vas a encontrar, cuando en 2024 se celebran 65 años de su estreno en EE. UU., todo lo que necesitas saber sobre uno de los mejores wésterns, si no el mejor, de la historia del cine y una de las más grandes e influyentes películas de todos los tiempos, que ha sido fundamental en la trayectoria profesional de cineastas como Steven Spielberg, Peter Bogdanovich, Sergio Leone, John Carpenter o Quentin Tarantino

El prólogo está escrito por el productor, crítico, presentador de televisión, autor literario, guionista y director de cine español José Luis Garci, una de las personas que más admiro y ganador del primer Óscar para una producción española en la categoría de mejor película de habla no inglesa por Volver a empezar (1982), y la escritora y colaboradora Susana Rizo (Las vidas que te prometí, La memoria del hielo) se encarga de ponerle el colofón a mi ópera prima como escritor cinematográfico en solitario 

¿Por qué Río Bravo es la quintaesencia del wéstern?

Aunque recuerdo perfectamente que vi por primera vez Río Bravo (Rio Bravo, 1959), de Howard Hawks, el 14 de junio de 1979 cuando solo tenía cinco años de edad (faltaban tres meses y un día para celebrar mi sexto cumpleaños), en un homenaje que Televisión Española le hizo al recientemente fallecido (en ese momento) John Wayne (11 de junio de 1979), no me di cuenta de que esta película era la quintaesencia del wéstern (y de la vida) hasta que no volví a verla el 31 de diciembre de 1988. Su exaltación de la amistad, que pone especial hincapié en los sentimientos de los personajes, presentando a un grupo de amigos [el sheriff John T. Chance (John Wayne), el alcohólico Dude (Dean Martin), el joven y hábil pistolero llamado Colorado (Ricky Nelson) y al viejo tullido Stumpy (Walter Brennan) enfrentándose a todos los retos y dificultades existenciales, a sus circunstancias y a las circunstancias, condiciones y características esenciales para los profesionales verdaderamente virtuosos, me llevaron a esta conclusión. Howard Hawks, uno de los directores más poéticos que ha dado el cine y uno de los que mejor han sabido reflejar el alma humana junto a John Ford, rodó una de las últimas obras maestras del cine clásico hollywoodiense el mismo año que se estrenaron Misión de audaces (The Horse Soldiers, 1959), de John Ford, Con faldas y a lo loco (Some Like It Hot, 1959), de Billy Wilder, Con la muerte en los talones (North by Northwest, 1959), de Alfred Hitchcock, Ben-Hur (1959), de William Wyler, o Anatomía de un asesinato (Anatomy of a Murder, 1959), de Otto Preminger. ¡Casi nada! La época dorada de Hollywood, que había comenzado casi a finales de los años veinte del siglo XX con la introducción del sonido en el mundo del cine, estaba llegando a su fin, dejando atrás una corriente creativa inmensa, de grandes innovaciones y tramas con una construcción narrativa mucho más sólida.

El cine clásico de Hollywood llegó a su fin debido a dos factores principales: las acciones antimonopolio y la invención de la televisión. Durante décadas, fue una práctica habitual que las principales compañías cinematográficas compraran salas de cine que solo mostraban películas producidas por sus compañías. Este tipo de monopolio obligó al secretario de Justicia Auxiliar Thurman Arnold a emprender un caso contra las ocho principales productoras de Hollywood en ese momento. Afirmó que estaban violando la Ley Sherman Antimonopolio que regulaba la competencia entre las grandes corporaciones. Como resultado del caso judicial, todas las corporaciones de Hollywood firmaron a regañadientes un decreto de consentimiento en el que acordaron liberar su dominio sobre los espacios donde se mostraban solo sus películas para así detener la venta anticipada de películas en varios distritos de teatro. También se les prohibió a los estudios cinematográficos programar más de cinco películas en cines. Finalmente, se estableció una junta para encargarse de hacer cumplir estas reglas a rajatabla. Cuando estas reglas comenzaron a entrar en vigencia, Hollywood comenzó a revisar y publicar los contratos de sus empleados, reorganizando completamente la infraestructura de la industria. Las características que hacían individuales a cada empresa desaparecieron, con la revisión de sus equipos creativos, de un plumazo. El cambio llevó a que se estrenaran menos películas a medida que esta nueva dinámica interna iba consolidándose. Además, la presencia cada vez mayor de la televisión en los hogares de los estadounidenses y la creciente popularidad de sus programas, hicieron de la pequeña pantalla una competidora fuerte para los cines tradicionales.

Lo que hace la vida valiosa, convirtiéndola en una aventura digna de ser vivida, no es tanto lo exterior sino el contenido y significado que le damos a nuestras acciones. Si tienes amor y dedicación, lo más sencillo se puede volver extraordinario. Lo que te llena de esperanza, si lo piensas con detenimiento, está al alcance de todos los seres humanos. Me lo pasé otra vez de maravilla viendo encerrados en la comisaría de un pueblo llamado Río Bravo a cuatro personas intentando impedir que un poderoso terrateniente libere por todos los medios a un preso encarcelado por asesinato, que resulta ser su hermano, antes de que llegue la autoridad estatal para llevárselo. Destacar la aparición de una esbelta y deslumbrante Feathers (Angie Dickinson), que me sigue dejando boquiabierto cada vez que la veo aparecer por el filme.

Cuando volví a ver Río Bravo durante ese invierno de 1988, comprendí que todo en la vida se puede contar a través de un wéstern, el género cinematográfico estadounidense por excelencia, pues resulta compatible con la verdad, la profundidad, la belleza y la potencia emocional. Si en 1979 Río Bravo se ganó un lugar privilegiado en lo más profundo de mi corazón, donde brotan mis sentimientos con sinceridad, en 1988 se convirtió, con permiso de El hombre tranquilo (The Quiet Man, 1952), Centauros del desierto (The Searchers, 1956) y El hombre que mató a Liberty Valance (The Man Who Shot Liberty Valance, 1962), las tres de John Ford, otro de los grandes directores de la historia de cine, en la película de mi vida, la que más veces he visto y una de las pocas que veo, al menos, una vez al año, el filme ideal para descubrir cosas nuevas y fantásticas que me permitan seguir creyendo en la magia del séptimo arte. Porque lo más importante para mí es seguir aprendiendo, mantener mi mente activa. Y lo mejor de todo es que todavía me faltan muchos detalles por descubrir en Río Bravo, que a menudo pasan desapercibidos y refuercen aún más a una película inolvidable.

En ese periodo de más de nueve años tuve la oportunidad de ver muchos otros wésterns interpretados por John Wayne (La diligencia, Río Rojo, Fort Apache, La legión invencible, El Álamo, El hombre que mató a Liberty Valance, Los cuatro hijos de Katie Elder, Valor de ley…), pero Río Bravo seguía siendo aquella película entrañable que me había marcado profundamente de pequeño, la que seguía teniendo un significado especial en mi desarrollo personal y profesional. Ya había cumplido quince años durante este segundo visionado y poseía unos conocimientos cinematográficos amplios sobre la historia del séptimo arte (solía ir, por lo menos, cuatro o cinco veces al cine todas las semanas, no me perdía ninguna de las películas que se emitían por televisión, empecé a comprar y leer revistas y libros relacionados con el séptimo arte…). A pesar de mi juventud, me consideraba lo suficientemente preparado a la hora de analizar los contenidos y disfrutar de una película que llevaba mucho tiempo interesado en volver a ver. 

La ilusión del cine a través del coleccionismo 

El 18 de julio de 2023, en una entrevista maravillosa, titulada Sesión de tarde con Juanma de la Poza, que Susana Rizo me hizo para Zenda Libros, me preguntó de dónde nacía mi afición por el coleccionismo cinematográfico. Le contesté que «mi afición al coleccionismo de material de cine empieza durante mi niñez y se afianza al llegar a la adolescencia, poco después de ver Río Bravo por primera vez». La película me causó tal impacto que comencé a coleccionar películas en VHS, vinilos de música cinematográfica, carteles de películas, revistas de cine, postales de actores y actrices, láminas de escenas míticas de películas, libros de cine escritos en inglés (algunos descatalogados en la actualidad), libros de cine escritos en español (principalmente por José Luis Garci y Fernando Alonso Barahona, dos de mis mejores referencias a la hora de escribir sobre el séptimo arte)… Teniendo en cuenta las posibilidades económicas de mi familia, una familia de clase media, compraba, con la paga semanal que me daban mis padres, abuelos, tíos e incluso algunos amigos de mis familiares, casi todos los materiales y objetos relacionados con el mundo del cine que se cruzaban por mi camino. Asimismo me encantaba comprar todos los cómics (especialmente de Marvel Cómics) y libros (novelas, poemarios, obras de teatro, cuentos, biografías) que podía. Y es que, dejando a un lado el cine, la literatura es otra de mis grandes pasiones. No puedo vivir sin leer, escribir y ver cine. Compaginando los estudios con el trabajo se me ocurre la idea de añadir estas pasiones por el cine y la literatura a la decoración de mi casa y la voy convirtiendo, poco a poco, en un museo particular donde conservar mi patrimonio cultural. También le dije a Susana que «una de las cosas que me gustaría hacer en el futuro es abrirles las puertas de esta casa museo a todos los enamorados de la cultura que quieran adentrarse en lo más profundo de mi mundo interior. La era digital en que vivimos me ha permitido acceder a bancos de imágenes que tienen muchas ventajas, como una variedad infinita de recursos, donde puedo tener una gran selección de fotografías relacionadas con el cine a un coste bajo mediante una suscripción».

Porque aquello que coleccionamos dice más de nosotros y de la relación con el mundo de lo que creemos. Lo suelo considerar una extensión de mi identidad, algo que siempre va a seguir vivo, una especie de ansiedad existencial. Coleccionar está considerado un instinto humano básico y muy antiguo, propio de personas organizadas, cuidadosas y, en algunos casos concretos, obsesivas. Ya sea de libros o sellos, cuadros, álbumes de cromos o películas, una colección puede convertirse en una pasión de por vida, con todo lo que ello implica, como el tema del espacio y que económicamente no es nada rentable. Lo que más me gusta de coleccionar libros y películas es el proceso de búsqueda, encontrar ese objeto fuera de lo común, que tiene una historia que contar y no se ha contado todavía. 

La película revelación de mi infancia

Río Bravo es, sin duda alguna, la película revelación de mi infancia. Recuerdo perfectamente que mi padre estuvo varios días hablándome emocionado sobre esta película antes de que yo la viera por primera vez. Estaba deseando que llegara ese día tan importante para él. Mi progenitor me comentó algunos datos sobre la vida y trayectoria cinematográfica de su protagonista, John Wayne. Incluso enumeró una lista impresionante con algunas de las cintas que había rodado ese actor estadounidense al que tanto admiraba. Hablaba, sobre todo, de El Álamo (The Alamo, 1960), otro de sus filmes predilectos. Me quedé embobado delante del televisor durante 141 minutos (sin contar los anuncios publicitarios) viendo Río Bravo, disfrutando de las aventuras (y desventuras) de un grupo de héroes formado por cuatro personas cada una de ellas con sus defectos y virtudes. Los cuatro se pasan buena parte del filme encerrados a cal y canto en la comisaría de un pequeño pueblo texano (cuyo nombre da título a la película) tratando de impedir que un poderoso terrateniente libere por todos los medios a un preso encarcelado por asesinato, que resulta ser su hermano menor, antes de que llegue la autoridad estatal para llevárselo. 

Al grupo se une Feathers, interpretada por Angie Dickinson, una actriz estupenda que tuvo un éxito fugaz en el cine, aunque a mitad de los años setenta consiguió un éxito enorme interpretando a la sargento Suzanne «Pepper» Anderson en la serie La mujer policía. Cinco personajes principales llenos de matices, con caracteres y características diferentes. A partir de ese momento el wéstern se convirtió en mi género cinematográfico más querido y John Wayne en el actor de mi vida. Un poco más adelante, descubrí la obra de John Ford y esas películas tan conmovedoras y complejas que solo un genio del cine de su grandeza era capaz de rodar. Pero Río Bravo y Howard Hawks continuaban ocupando un lugar privilegiado dentro de mi corazón. 

En la gran pantalla hubo dos películas que marcaron mi niñez: Star Wars (en España se tituló originalmente La guerra de las galaxias, 1977), de George Lucas, y Superman (1978), de Richard Donner. Vi Star Wars a finales de 1977. La película de George Lucas me permitió sumergirme en un universo de aventuras, ficción y fantasía atípico, donde todas las piezas encajaban a la perfección. Para ver Superman, en febrero de 1979, mi padre y yo tuvimos que coger un taxi, ya que estaba lloviendo a mares ese día y el cine donde la proyectaban nos pillaba bastante lejos de casa. Como aficionado confeso a los cómics, salí de la sala pensando que los sueños se hacían realidad y deseando ver más películas protagonizadas por superhéroes, principalmente de Marvel Cómics, la editorial de historietas que más leía, por delante de DC Cómics. Las dos películas se convirtieron en el regalo perfecto para un niño que no paraba de fantasear, inventar historias y crear mundos. Unos años más tarde supe de la existencia de un cineasta del que hablaba todo el mundo, Steven Spielberg, gracias a En busca del arca perdida (Raiders of the Lost Ark, 1981) y E.T., el extraterrestre (E.T.: The Extra-Terrestrial, 1982). El responsable de La lista de Schindler (Schindler’s List, 1993) o Salvar al soldado Ryan (Saving Private Ryan, 1998) es otro de los directores que más han influido en mi pasión por el cine.

Elogio cinematográfico a los que protegen la libertad de los tiranos 

Cuando Howard Hawks hizo Río Bravo, más de 30 años desde que dirigió por primera vez una película, se encontraba en el proceso de revisar su credo de círculo cerrado de profesionales donde se enfatiza la superioridad de las lealtades familiares a cualquier ética profesional. En Río Bravo, el grupo heterogéneo dentro de la cárcel se convierte en una familia en la cual el código de conducta estoico de los grupos hawksianos anteriores es reemplazado por algo similar a un vínculo familiar. La nueva «familia» celebra su unidad con el tiroteo final, que es una exhibición virtual de fuegos artificiales debido al uso de dinamita para vencer a los villanos que amenazan la supervivencia de la familia. El afecto que sienten los miembros del grupo el uno por el otro se resume de manera sublime en la escena en la que Walter Brennan, que interpreta a Stumpy, adjunto de John T. Chance, le dice a  John Wayne que tendrá lágrimas en los ojos hasta que regrese a la cárcel. La capacidad de atacar a Wayne es indicativo del vínculo de amistad existente entre los dos hombres.

Río Bravo, un elogio a los que protegen la libertad de los tiranos y ponen límites a los poderosos que miran por encima del hombro a los menos privilegiados, me permitió adquirir y desarrollar valores que cambiaron mi vida (amistad, lealtad, solidaridad, justicia, tolerancia). Los valores se aprenden a lo largo de la vida, pero no solo de manera receptiva, sino que se van construyendo y viéndose influidos por el entorno social en el que nos movemos. Estos principios que guían el comportamiento humano, transmiten información sobre nosotros y nos dan una información valiosa sobre los demás. Los valores no son hereditarios, hay que descubrirlos, trabajarlos, construirlos y modificarlos todos los días. Con Río Bravo aprendí que el cine es una fuente inagotable de transmisión de valores de diversa naturaleza, tanto cultural y social, como educativa y emocional. 

A Howard Hawks se le puede aplicar el pensamiento ilustrado de Immanuel Kant, donde las libertades y la autonomía deben prevalecer como signo principal de libertad. El filósofo prusiano, nacido en el seno de la familia de un guarnicionero y educado en los estrictos principios del pietismo, buscó, por encima de todo, lo mismo que el director y productor de Río Bravo, enseñar al ser humano a pensar por sí mismo y rechazar de pleno los dogmas de todo tipo, que destruyen la razón y someten el libre pensamiento a ideas fijas. No por ello negaba la importancia del conocimiento previo, al contrario, lo consideraba imprescindible como punto de partida. Kant, fascinado por la Revolución Francesa, está considerado el gran pensador de la Ilustración al reivindicar la absoluta autonomía de la razón y el derecho de los individuos a actuar según el dictado de su conciencia. Ese fue su mayor legado. Y Río Bravo se puede considerar la aportación más importante que hizo Howard Hawks al arte central del siglo XX, el que llevaba dinamizado las historias y las formas de afrontarlas, un modelo cinematográfico de civismo cívico que lucha contra la manipulación de las minorías y el desprecio a la libertad, a través de un sinfín de valores: la libertad, la honestidad, la amistad, la integridad, la profesionalidad…

Pocos cinéfilos se pueden resistir a pertenecer a ese grupo reducido de amigos que lidera el sheriff John T. Chance y que tan bien retrata Howard Hawks en Río Bravo, a vivir en ese pueblo polvoriento situado en la frontera con México llamado Río Bravo, compartir trabajo y aventuras con ellos, tener una historia de amor con una forastera que busca comenzar de nuevo. La mayoría de los aficionados al cine aceptarían encantados adentrarse en el universo mágico e inigualable que presenta el viejo zorro plateado (apodo con el que Howard Hawks era conocido en Hollywood). Resulta irremediable e irresistible querer formar parte de un grupo tan genuino y verdadero. Aunque, como iré explicando a lo largo de este libro, no es sencillo ni cualquier persona puede ingresar en él. En Río Bravo se habla de valores y competencias, que te van a permitir definir tus objetivos y darle sentido a tu vida, y personas íntegras, de una sola pieza, maduras, valientes, sinceras. No hay sitio para los granujas, gente que aparenta tener valores, en este grupo creado por Howard Hawks y los guionistas Leigh Brackett y Jules Furthman. Vas a aprender que eres imperfecto y tienes que aceptarte tal y como eres, potenciando tus fortalezas, planteando en qué quieres aplicarlas, y mejorando o debilitando tus debilidades. 

Río Bravo tiene una trama simple y elemental, casi anecdótica, influenciada por una película que Howard Hawks y John Wayne odiaban con todas sus fuerzas: Solo ante el peligro (High Noon, 1952), de Fred Zinnemann. Lo que de verdad le interesa a Hawks son las relaciones entre los personajes, los lazos que establecen entre sí, mantenerlos unidos con coherencia durante toda la película, que personajes y trama sean eslabones de una misma cadena. John T. Chance, Dude, Colorado, Feathers y Stumpy pasan a funcionar como un grupo sin perder sus atributos individuales. Los personajes (inolvidables) y sus relaciones personales (esto es habitual en el cine de Hawks) son el verdadero interés de la película y del director, a lo que se dedica con júbilo y minuciosidad. Río Bravo derrocha magia por todas partes durante todo su metraje. Un wéstern tradicional, a la vez que novedoso, el más completo de todos, rodado, con la vitalidad y casi la mayoría de los elementos característicos de los wésterns clásicos, en los años cincuenta, la edad de oro de Hollywood en general y de este género cinematográfico en particular. Pese a que tuvo un gran éxito de taquilla en el momento de su estreno, la mayoría de los críticos, salvo los de Cahiers du cinéma, con André Bazin a la cabeza, pasaron por alto todas estas virtudes que he enumerado. Tuvo que pasar más de una década y llegar el Nuevo Hollywood para que alcanzara el status de clásico.

Un libro necesario 

Al acercarnos a un libro nos preguntamos qué nos puede aportar, qué tanto nos interesa para sentarnos durante varias horas a digerir su contenido. Adquirimos el libro y vamos a su lectura. Todo esto tiene algo de ritual. Se trata de un suspiro solemne, dentro de una pausa especial que ha esperado su oportunidad. Ese lector que, por su iniciativa y placer, va a dedicar una parte valiosa de su tiempo para acercarse, en un juego de intimidad y expectación, al autor del libro, se merece un respeto. El cine, ese ferrocarril de imágenes asombroso que tiene su razón de ser en el cine clásico de Hollywood, culmen de la expresión artística donde se transmiten una serie de emociones e ideas que llegan al espectador mediante narraciones que, en la mayoría de los casos, le crean un sentimiento de identificación con algo o alguien, ya que se puede ver el reflejo de la vida cotidiana que estamos viviendo, además de permitirnos viajar a otros mundos. Las películas nos conceden el don de adentrarnos en lugares donde podemos vivir aventuras continuas llenas de dificultades, sobresaltos, desconcierto, y sobre todo, experiencias por descubrir, vivir y disfrutar, situaciones difíciles, experiencias con las que gozamos y sufrimos, vivencias alegres y tristes, agradables y amargas. 

En Río Bravo. La quintaesencia del wéstern vas a encontrar, cuando en 2024 se celebran 65 años de su estreno en Estados Unidos, todo lo que necesitas saber sobre uno de los mejores wésterns, si no el mejor (con permiso de Centauros del desierto), de la historia del cine y una de las más grandes e influyentes películas de todos los tiempos, que ha sido fundamental en la trayectoria profesional de cineastas tan famosos en la actualidad como Steven Spielberg, Peter Bogdanovich, Sergio Leone, John Carpenter o Quentin Tarantino. A pesar de tardar demasiado tiempo hasta alcanzar la categoría de obra maestra, Río Bravo, desde su estreno, ha sido homenajeada en decenas y decenas de películas. Quizá siga sin tener el reconocimiento de otros wésterns que cuestionan los arquetipos del género como Centauros del desierto (Steven Spielberg definió la película de John Ford como («la mejor de la historia del cine», pero la dimensión humana de sus personajes y el drama que los acompaña la dotan de una hondura especial, prácticamente imposible de superar. Para José Luis Garci «Río Bravo es el cine de verdad» y este reputado cineasta puede que sea, junto a otros escritores y analistas cinematográficos (Fernando Alonso Barahona, Gerardo Sánchez, Luis Alberto de Cuenca, Eduardo Torres-Dulce, David Felipe Arranz, Juan Ramón López), una de las personas que más saben sobre el mundo del cine que tenemos en España. Asimismo ha dicho que «Río Bravo es un wéstern, claro, aunque también es una comedia como La novia era él o La fiera de mi niña, y una reflexión sobre la amistad tan profunda como la de Sólo los ángeles tienen alas». 

Río Bravo es una de las películas que más imágenes icónicas ha aportado a la cultura popular del siglo XX. A partir de esta película, el wéstern ya no fue igual. A partir de los años sesenta del pasado siglo, cambió radicalmente gracias a unos directores y a una serie de películas que comenzaron a cuestionar todos los estereotipos sobre los que se había erigido el género. El hombre que mató a Liberty Valance marcó el final del período clásico del wéstern. Rodada en blanco y negro por cuestiones presupuestarias, este wéstern crepuscular supuso el tránsito entre el viejo Oeste, en el que casi todos los asuntos se arreglaban a tiros, cuyo mejor representante es John Wayne, y los nuevos aires que venían del Este, personificados en ese abogado, torpe con las armas, que es James Stewart. Después vino la sobrevalorada trilogía del dólar, filmada en Almería, donde el director Sergio leone reflexiona sobre el final de una época y de paso convierte en estrella a un desconocido Clint Eastwood. Sam Packinpah, por su parte, ya había rodado Duelo en la alta sierra, habla sobre el paso del tiempo, la amistad y la traición y, de nuevo, el final de una época, en una de las cumbres del wéstern titulada Grupo Salvaje. En las postrimerías del siglo XX, Clint Eastwood interpreta magistralmente el personaje de William Munny en Sin perdón, una especie de ajuste de cuentas con el universo del wéstern que para muchos críticos certifica su defunción, al desmontar todos los mitos sobre los que está construido. Las viejas y las nuevas generaciones se lo van a pasar genial leyendo un libro dedicado a la obra maestra de uno de los directores que mejor han retratado la amistad, la profesionalidad, la camaradería, la integridad, la dignidad, la honestidad, la lealtad… y  otros temas que son constantes en su filmografía, una filmografía que le ha permitido estar por derecho propio en el Olimpo de los mejores directores de la historia del cine, un lugar al que han accedido muy pocos cineastas privilegiados. 

Tras haber escrito varios libros con otros autores, entre ellos Charlton Heston. Un héroe para la eternidad (Amarcord Ediciones, 2023), junto a Fernando Alonso Barahona, Río Bravo. La quintaesencia del wéstern supone mi debut como escritor cinematográfico en solitario. En este estreno se dan dos datos súper curiosos: la película está dirigida por el segundo mejor director de la historia del cine (John Ford, lógicamente, ocupa el primer puesto) y protagonizada por mi actor favorito, el más importante y famoso de todos los tiempos: John Wayne. Me siento feliz y satisfecho por haber contribuido a que muchos cinéfilos tengan la oportunidad de descubrir y aprender cosas nuevas sobre un filme que se ha convertido en un título de culto con el paso del tiempo, principalmente, para los aficionados al wéstern, el género cinematográfico genuino estadounidense por excelencia, junto al de gánsteres y el de superhéroes. Apoyado a menudo en narraciones y novelas de grandes escritores, la huella del wéstern ha pervivido en otros géneros: desde el cine de ciencia ficción hasta las películas de acción pasando por el thriller o el suspense.  Se ha dicho en infinidad de ocasiones que leer las obras del escritor argentino Jorge Luis Borges por primera vez es como descubrir una nueva letra en el alfabeto o una nueva nota en la escala musical. Eso y mucho más fue lo que sentí aquel caluroso 14 de junio de 1979 cuando vi Río Bravo

Algunos agradecimientos 

Un libro, cualquiera que sea su contenido, es un proyecto que requiere un análisis apacible entre el autor y el equipo de trabajo que se va a encargar del proceso de publicación. La finalidad de este esfuerzo es que el lector se sienta atraído y envuelto en una aventura capaz de afectar su vida hasta la posibilidad de cambiar el rumbo de la misma. De alguna manera, cuando publicamos un libro, los escritores les estamos sugiriendo a nuestros lectores que nos presten una atención especial, dediquen una parte importante de su tiempo y compartan con nosotros algo que consideramos puede ser de su interés.

Gracias a Ramiro Domínguez Hernanz, editor de Sílex Ediciones, una editorial prestigiosa muy centrada en el tema de la música y la historia, por haber confiado en mí y permitirme escribir Río Bravo. La quintaesencia del wéstern, un libro sobre cine, aunque en sus páginas me he puesto el reto de llamar la atención de todo tipo de público.

No basta con que un libro tenga buen contenido, también es importante que tenga una buena presentación. Si bien es cierto que la escritura se puede considerar una actividad que en la mayoría de las veces se hace en soledad, la edición de un libro, su confección como destino y producto de consumo, es todo lo contrario: una actividad más participativa y abierta a la colaboración de otras personas. Normalmente, el prólogo de un libro lo escribe otra persona distinta al autor. Una de las decisiones más difíciles a las que me he tenido que enfrentar después de escribir Río Bravo. La quintaesencia del wéstern ha sido la firma del prólogo. Considero que el prólogo es la presentación del libro. Su puerta de entrada. Resulta normal que toda publicación aspire a cierta aura de credibilidad y prestigio. Por esa razón, he buscado a una persona de reconocido renombre en todo el mundo para que se encargue de presentar mi libro. Una persona conocedora del cine y la literatura, que siempre incluye Río Bravo en su lista de películas favoritas, poseedora de la destreza necesaria para redactar y provocar interés con lo que escribe.

Gracias al productor, crítico, presentador de televisión, autor literario, guionista y director de cine español José Luis Garci, una de las personas que más admiro en el mundo del séptimo arte y ganador del primer Óscar para una producción española en la categoría de mejor película de habla no inglesa por Volver a empezar (1982), por haber escrito un prólogo sensacional, donde ha dado una visión general del contenido de Río Bravo. La esencia del wéstern. Me gustaría destacar su calidad humana, porque no se lo tuvo que pensar cuando le propuse la posibilidad de escribir el prólogo del libro y aceptó en el mismo momento. Y gracias a Anabela Medrano por todas las gestiones que ha realizado infatigablemente para que se haya cumplido mi sueño: que mi admirado José Luis Garci haya sido el responsable de escribir el prólogo de mi primera obra en solitario.

La Real Academia Española (RAE) señala como primera acepción del concepto colofón a la «anotación que se realiza al término de un libro, indicando la fecha y el lugar de impresión y otros datos vinculados a la publicación. El colofón suele aparecer en la última página de los libros. Su finalidad es dejar consignado quién fue el impresor, dónde y cuándo realizó su trabajo, cuál fue el tiraje de la obra…». Nosotros hemos utilizado el segundo significado que recoge esta institución cultural española («Remate, final de un proceso») para ponerle nombre al epílogo de Río Bravo. La quintaesencia del wéstern.

Gracias a la escritora y colaboradora de Zenda Libros Susana Rizo (Las vidas que te prometí, La memoria del hielo) por aceptar la propuesta que le hice antes de entrevistarme hace unos meses: encargarse de escribir una de las últimas partes de mi obra, en la que refiere brillantemente hechos posteriores a los recogidos en ella y reflexiones relacionadas con sus temas centrales. Bibliotecaria de profesión y escritora por vocación, Susana es una de las novelistas españolas más prometedoras del panorama literario actual. Las dos obras que ha escrito, por el momento, destacan por las expresiones directas y simples que utiliza para que cualquier lector pueda entenderlas y acceder fácilmente a ellas.

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