Cultura, Cine y Literatura

III Premios Cinemasmusic 2022: crónica de un éxito rotundo y merecido. Parte I de IV

Los III Premios Cinemasmusic 2022 se han celebrado del 10 al 13 de marzo en Albacete

Estos galardones, dirigidos por Juan Ramón López, el creador del podcast Cinemasmusic, reconocen la promoción y difusión del cine y su música

El 10 de marzo, después de la presentación del festival, se proyectó Matar a un ruiseñor, con la presencia del exalcalde de Albacete Salvador Jiménez Ibáñez

Juan Ramón López, la ilusión y pasión por el cine 

Al preparar un proyecto la ilusión siempre tiene que jugar un papel decisivo. Este sentimiento de alegría y satisfacción es el responsable de impregnar de autenticidad ese propósito. La ilusión nos ofrece una perspectiva del mundo distinta de la convencional, que llena de felicidad nuestras vidas y alimenta la esperanza de alcanzar algo que se desea, en la mayoría de los casos, desde hace mucho tiempo. Necesitamos de nuestra imaginación y memoria para proyectarnos al futuro y anticiparnos a nuestros planes. En la vida nada es fácil, pero tampoco difícil. De tu actitud e ilusión depende conseguir lo que te propongas.

Conozco a muy pocas personas que se involucren con tanta ilusión en un proyecto como Juan Ramón López, crítico de cine, experto en bandas sonoras, creador del podcast Cinemasmusic y máximo responsable de unos galardones que llevan el mismo nombre. Juan Ramón es un profesional magnífico, trabajador incansable y excelente persona, que se merece mucho más reconocimiento del que tiene. Echo en falta su presencia en bastantes de las obras que se están publicando en los últimos años sobre el mundo del cine. Hay muchos libros que podrían enriquecerse aún más con su sabiduría y experiencia, ya que hay gente que no sabe que Juan Ramón lleva desde los 12 años escribiendo críticas y artículos sobre el mundo del séptimo arte y sus bandas sonoras, haciendo entrevistas en revistas, tanto nacionales como internacionales, facilitándoles información sobre rodajes a varios escritores y codeándose con lo mejor de la profesión.

Juan Ramón empezó a escribir críticas en 1980 en La Verdad Joven, una sección juvenil que había dentro del diario La Verdad. Después, con solo 17 años, comienza a colaborar como crítico en La Voz de Albacete, Vídeo Comunitario y Varios Albacete. En los años 90, inicia su andadura como crítico de cine y articulista en La Tribuna de Albacete, donde estuvo desarrollando esta labor durante 25 años. Durante todo este tiempo estuvo cubriendo certámenes tan importantes como el Festival de Cannes, el Festival de San Sebastián, El Festival de Venecia, la Mostra de Valencia o los Encuentros Internacionales de Música de Cine de Sevilla. A lo largo de su vida ha tenido la suerte de conocer y conversar con grandes directores, actores, compositores y personalidades del mundo del cine como Luis García Berlanga, José Luis López Vázquez, Francis Ford Coppola, Robert De Niro, Morgan Freeman, Peter O’Toole, Michael Caine, Elmer Bernstein, Maurice Jarre, Ennio Morricone y Jerry Goldsmith, entre otros muchos. El cine y su música es una pasión que le domina desde su más tierna infancia. Ahora mismo, Juan Ramón lleva sin escribir críticas durante unos seis años por razones profesionales.

Juan Ramón López, crítico de cine, experto en bandas sonoras, creador del podcast Cinemasmusic y máximo responsable de los Premios Cinemasmusic, cuya tercera edición se ha celebrado del 10 al 13 de marzo en Albacete

A pesar de todas las dificultades que le han ido surgiendo por este largo camino, sorteando obstáculos imprevistos de última hora, Juan Ramón seguía con su sueño en mente. Nunca se dejó llevar por la desesperanza. La palabra desánimo no está en su vocabulario. De la incredulidad pasó a la emoción, del hastío a la esperanza. La idea era arriesgada y ambiciosa (en la que todo podía haber salido mal), y, sin embargo, ha llegado a buen puerto. Su pasión por el cine es tan fuerte que puede con todo lo que se le ponga por delante.

La versatilidad es otra de las características intrínsecas que más valoro en Juan Ramón. Lo mismo sirve para un roto que para un descosido, igual ejerce de maestro de ceremonias en la gala de entrega de premios sobre las tablas del Teatro Circo de Albacete que va a la estación de tren a recoger a los premiados en el coche oficial del festival, un espectacular Mercedes-Benz cedido por Automóviles Villar. A Juan Ramón, que estuvo omnipresente durante todo el festival, no se le escapó ni el más mínimo detalle. Y salió airoso del envite sin dejar nada al libre albedrío.

III Premios Cinemasmusic 2022: el año de la consolidación

Con Juan Ramón López en el Teatro Circo de Albacete durante la gala de entrega de premios de los III Premios Cinemasmusic 2022

Los III Premios Cinemasmusic 2022 se han celebrado del 10 al 13 de marzo en Albacete. Estos galardones nacen con el propósito de dignificar y difundir el cine y su música. Y el objetivo lo han vuelto a conseguir de sobra en esta edición. Un certamen que se tenía que haber celebrado el año pasado, pero que se tuvo que suspender por motivos de la pandemia de la COVID-19. La espera ha merecido la pena y ha vuelto a lo grande: ampliando su duración y número de premiados e invitados.

La lista de premiados de esta edición ha sido igual de impresionante que las anteriores: Celia Martínez, Julio Medem, Zeltia Montes, José Nieto, Moisés Rodríguez, Eduardo Torres-Dulce y José Luis Garci (premio especial). ¡Casi nada!

El cartel, inspirado en la película Volver a empezar (1982), de José Luis Garci, y parte de la gran cúpula del Teatro Circo de Albacete, es el ejemplo perfecto de cómo se puede llegar a las emociones mediante un buen trabajo gráfico. Su diseño fue idea original de Juan Ramón, que el joven Manuel Santos de Artes Gráficas Ibarra supo captar y plasmar a la perfección.

Cartel publicitario de los III Premios Cinemasmusic 2022

En tan solo tres ediciones, los Premios Cinemasmusic ya se han posicionado como una de las citas cinematográficas más importantes de España. Consolidar un festival de cine en apenas tres años es una auténtica misión de audaces. Algo impensable en un país donde existen extraoficialmente más de 400 festivales y muestras de cine. Muchas de ellas son lugares de encuentro motivados por la pasión que tienen sus organizadores por mostrar películas diferentes a las que se ven en las salas, filmes que tienen casi imposible llegar a un público más amplio. 

La gran novedad de los III Premios Cinemasmusic 2022 ha sido homenajear a cinco grandes clásicos de la historia del cine que cumplen años durante 2022: Matar a un ruiseñor (1962), de Robert Mulligan, El hombre que mató a Liberty Valance (1962), de John Ford, Volver a empezar (1982), de José Luis Garci, Agente 007 contra el Dr. No (1962), de Terence Young, y El padrino (1972), de Francis Ford Coppola. Asimismo, se ha proyectado El árbol de la sangre (2018), como homenaje a Julio Medem, uno de los premiados, y el documental Endless Cinema, de Lucía Tello, premiada en los II Premios Cinemasmusic.

Juan Ramón ha contado en esta edición con la colaboración de su hija mayor, Lucía López, quien le ha ayudado en todo lo relacionado con la organización de la gala y entrega de los premios. Lucia tiene 18 años y estudia Relaciones Internacionales. Su otra hija, Alma López, colabora desde los nueve años en el podcast Cinemasmusic, con su sección «Grandes esperanzas». Ahora mismo tiene 15 años. Alma es una gran apasionada del cine y la música, y estudia violín y piano. Este año no ha podido participar en la gala, pero desarrolló otras labores muy importantes en la organización del festival. 

He podido comprobar de primera mano que los III Premios Cinemasmusic 2022 son unos galardones distintos a los demás, porque igual de importante es el espectador que el premiado. Este ha sido el motivo principal por el que me han gustado tanto: su cercanía con la gente. Juan Ramón y todos los que han colaborado en que su sueño se haga realidad me han hecho sentir como en casa en todo momento. El festival ha conseguido el patrocinio y la colaboración de empresas privadas y organismos públicos muy importantes: el patrocinio principal de Popular Libros y su apoyo constante en la figura de su gerente, Ángel Collado, fundamental desde los inicios de estos premios; Fundación Globalcaja Albacete; Automóviles Villar (Mercedes-Benz); el Ayuntamiento de Albacete; la Diputación de Albacete; el Teatro Circo de Albacete (su director, Ricardo Beléndez, ha sido una de las personas que han apoyado estos premios desde el primer momento); Cultural Albacete; Artes Gráficas Ibarra; Filmoteca de Albacete; los hermanos Manolo y Ángel de Papelería Sanz por su labor impagable en la preparación de los premios (las batutas y sobres de los premiados), unos profesionales, amigos y colaboradores inestimables; la Asociación Empresarial y Profesional Albacete Centro (es de agradecer la labor de difusión de este evento por parte de su gerente, Laura García); La Tribuna de Albacete; Revista Barcarola y el propio podcast Cinemasmusic. Chapó a todos los patrocinadores y colaboradores que, además de aportar su granito de arena, se han involucrado en el festival con tanto entusiasmo. 

Acerca de los premiados

Celia Martínez, la narrativa musical como pasión

Celia Martínez, musicóloga, doctora en Cine, colaboradora habitual del podcast Cinemasmusic y creadora de Berlin & Film

Ante la reciente necesidad de estudiar científica y académicamente todos los fenómenos relacionados con la música en el cine (orígenes, historia, influencia, teorías, funciones…) surge la musicología y la figura del musicólogo va tomando forma. Celia Martínez pertenece a un importante grupo de jóvenes musicólogos que estudia, entre otras muchas cosas, las conexiones de la música (sobre todo la cinematográfica) con su entorno social y cultural. Su vocación le viene desde muy niña. Celia siempre tuvo claro lo que quería estudiar y a qué se quería dedicar.

Además de ser una musicóloga magnífica, Celia es doctora en Cine (dentro de un programa de análisis, teoría y documentación cinematográfica) y colaboradora habitual del podcast Cinemasmusic. Uno de sus grandes logros a nivel pedagógico y profesional ha sido aplicar la musicología al estudio de la música de cine y adaptar las teorías de la narración cinematográfica al hecho musical cinematográfico. 

Su tesis doctoral Estudio analítico de la música de El paciente inglés en el marco de la narrativa cinematográfico (Madrid, 2015) fue sobresaliente cum laude, la calificación máxima que se otorga en un doctorado. La banda sonora de El paciente inglés, compuesta por Gabriel Yared, posee una sensibilidad tan especial que cautivó a Celia desde el primer momento en que la escuchó. El multipremiado compositor libanés convierte una suerte de melodrama en verdadera música. Prescindiendo de grandes temas orquestales en su partitura para no adulterar los sentimientos del espectador buscando la lágrima fácil, Yared convierte los fundamentos sonoros más elementales en una partitura, en un todo armónico que se divisa como tal desde lo inconsciente, y que se retuerce con facilidad en el denuedo, en un viaje inolvidable en forma de adagio que no queremos que termine nunca. 

En 2009, Celia se traslada de Madrid, su ciudad natal, a Berlín, donde se interesa apasionadamente por el cine alemán, la historia contemporánea alemana y su representación en la gran pantalla. Su inagotable admiración por todo lo relacionado con la capital de Alemania la llevó a crear Berlin & Film, un novedoso proyecto turístico que nace con el objetivo de descubrir Berlín a través del cine y de la música. A través de diferentes plataformas culturales, que incluyen la publicación de artículos, actividades culturales o visitas guiadas, Berlín & Film nos adentra en los rincones y calles más cinematográficas de esta ciudad, donde se puede respirar cine paseando por ellas. 

Julio Medem, la seducción de la imagen

Julio Medem es uno de los cineastas más personales, imaginativos y osados que tenemos desde hace 30 años, cuando debutó como director de largometrajes con Vacas (1992). El director de Lucía y el sexo (su obra cumbre) ha creado un sello personal e inconfundible que podemos apreciar en todas sus películas. La mayoría de ellas transcurren en decorados sobrios o en los frondosos, aunque austeros, ambientes rurales vascos. Las obras de Julio están impregnadas de un clima de intimismo que las hacen únicas y diferentes al resto de producciones que se ruedan en España.

Julio encuentra en la naturaleza el espacio que necesita para sus historias, unos relatos en los que el amor suele ser el gran protagonista. En medio de estos ambientes es donde encuentra la intimidad que necesita para su cine, donde se le ocurren más situaciones y se siente mucho más cerca de los personajes que salen de su mente. Para hablar sobre las personas tiene la necesidad urgente de aislarlas de los espacios urbanos. Aunque casi todos sus personajes son urbanos, les ocurren la gran mayoría de las cosas fuera de la ciudad. Siempre se ha sentido más cómodo hablando de lo desconocido, de los lugares que idealiza.

Los protagonistas de las películas de Julio viven al límite, entre la vida y la muerte, son seres indefinidos y confusos que se desdoblan en cada momento e inventan otras personalidades para intentar sobrevivir a una realidad frustrada. Esos mundos paralelos en personajes fuera de lo real predominan en el cineasta vasco, siempre atento al espíritu transformador de unos seres camaleónicos que adoptan imágenes diferentes de esta realidad y suelen confundirlas con la ficción.

Vacas, La ardilla roja, Tierra, Los amantes del Círculo Polar, Lucía y el sexo, Caótica Ana, Ma ma, El árbol de la sangre… todas las obras de Julio son complejas y exageradas, están repletas de sexo, pasión y conceptos por todas partes. En ellas aparecen sus principales obsesiones y las características esenciales de su estilo: las relaciones cruzadas entre los personajes, el surrealismo mágico y atmosférico, las imágenes visuales seductoras, las contradicciones, la elipsis, la discontinuidad espacio-temporal, los juegos dramático-geométricos, la presencia de la naturaleza como una fuerza viva y determinante, la irrupción de una sexualidad pletórica y la realidad construida a partir de una narrativa que combina a la perfección con la fantasía y la música como poesía y tragedia visual.

Zeltia Montes, la buena patrona de la música

2022 está siendo un gran año para Zeltia Montes. Después de ganar el Premio Goya a la mejor música original por su fabuloso trabajo en El buen patrón (2021), de Fernando León de Aranoa (siendo la cuarta mujer en recibir una nominación y la tercera en conseguirlo), y el nuevo Premio Días de Cine a la mejor música, Zeltia vuelve a recibir un nuevo galardón en los III Premios Cinemasmusic 2002.

«La historia de la música no ha sido muy agradecida con las compositoras. No han tenido la oportunidad. Se lo dedico a todas las mujeres que se acuestan por las noches componiendo música», dijo Zeltia en su discurso de agradecimiento cuando recogió el Premio Goya a la mejor música original en la 36ª. edición de estos galardones.

Zeltia también le dedicó el premio a su madre, presente en el patio de butacas, por el esfuerzo realizado para darle un futuro. «Por trabajar mañana, tarde y noche para darme una educación carísima y hacer lo que me gustaba», declaró Zeltia entre lágrimas. 

La compositora madrileña recordó que lo más complicado de los profesionales de la música no es el estudio, sino lo que viene después por culpa de las malas condiciones de trabajo a las que se enfrentan. «Lo difícil son los 15 años después, en los que los trabajos llegan con cuentagotas y los presupuestos no son suficientes», señaló, declarando que la suya es una «profesión precaria».

También le pidió a los productores que «reflexionen», porque la exigencia a la que se enfrentan en los rodajes «no es asumible». «Nos piden bandas sonoras como las de Hollywood, que tienen un 30 % más de presupuesto». Por eso Zeltia ha pedido que piensen en lo que aporta una banda sonora a una película y que destinen más recursos para invertir esta lamentable situación.

José Nieto, el John Williams español

Su impresionante currículum convierte al madrileño José Nieto en el compositor de bandas sonoras más emblemático del cine español. Ganador de seis Premios Goya (El bosque animado, Lo más natural, El rey pasmado, El maestro de esgrima, La pasión turca y Sé quién eres), entre otros muchos galardones, José, nuestro John Williams patrio en palabras del propio Juan Ramón López, debutó en el mundo del cine en 1970 componiendo la música en La Lola dicen que no vive sola, de Jaime de Armiñán. Después de componer la partitura de El amor del capitán Brando centró su labor compositiva en la música incidental para cine, teatro, televisión e incluso ballet.

Repasando su colaboración, iniciada en 1987, son 17 los trabajos de Vicente Aranda como director que cuentan con música de José Nieto y que comprenden 16 películas: El Lute. Camina o revienta (1987), El Lute II. Mañana seré libre (1988), Si te dicen que caí (1989), Amantes (1991), El amante bilingüe (1992), Intruso (1993), La pasión turca (1994), Libertarias (1996), La mirada del otro (1998), Celos (1999), Juana la Loca (2001), Carmen (2003), Tirante el Blanco (2006), Canciones de amor en Lolita’s Club (2007) y Luna caliente (2009), y una serie de televisión, Los jinetes del alba (1990).

La relación, que comenzó casi por casualidad, ya que Vicente Aranda había renunciado a poner música en sus películas por las experiencias tan nefastas acumuladas con anterioridad y por su reconocida incapacidad para comprender el papel de la música en el cine, se fue asentando, poco a poco, basada en una confianza mutua, y sobre todo, en una libertad absoluta para el compositor, que en sus últimas colaboraciones hizo evolucionar con una intensidad muy elevada su lenguaje musical para el audiovisual. Incluso el director llegó a supeditar algunas de sus decisiones a la música que José Nieto escribía después de que la película estuviera terminada.

José Nieto ha afirmado en muchas ocasiones que la creación de una banda sonora no es fácil, pero que gracias a la ayuda que ha tenido en su trayectoria de directores como José Luis Cuerda, con quien colaboró en El bosque animado y Amanece, que no es poco, el trabajo se vuelve mucho más sencillo y todo fluye de una manera más natural. 

Moisés Rodríguez, el padrino del Canal 24 Horas

Moisés Rodríguez está vinculado a Radio Televisión Española desde 1989. El periodista catalán ha sido presentador de numerosos espacios deportivos en Teledeporte durante más de cuatro años, cubriendo grandes acontecimientos como la Liga de Campeones o los Juegos Olímpicos.

Amante del cine clásico y del deporte, El padrino es su película favorita y volver a verla o hablar sobre ella es una oferta que no puede rechazar. Su extraordinaria labor al frente de Secuencias en 24  y sus frecuentes colaboraciones para Notorious Ediciones han sido recompensadas con un galardón en los III Premios Cinemasmusic 2002.

Creado en 2017, Secuencias en 24 horas es un programa de televisión que tiene como objetivo principal acercar el cine a todos los públicos, haciendo especial hincapié en el cine clásico. Este espacio está dirigido y presentado por Moisés Rodríguez y cuenta con la colaboración semanal de David Felipe Arranz y Guillermo Balmori. Casi todas las semanas suele acudir al plató un personaje relacionado con el séptimo arte. Además, tiene una sección dedicada a recomendar libros relacionados, principalmente, con el mundo del celuloide. El programa se emite cada sábado a las 23:30 horas en el Canal 24 Horas.

Eduardo Torres-Dulce, el Ransom Stoddard que llegó desde Madrid a Albacete 

Licenciado en Derecho por la Universidad Complutense de Madrid, Eduardo Torres-Dulce, antiguo fiscal general del Estado, colabora actualmente en editoriales tan prestigiosas como Notorious Ediciones y Hatari Books. Ha formado parte del consejo de redacción de la revista Nickel Odeón y del mítico programa de Televisión Española ¡Qué grande es el cine!, que tantos buenos ratos nos ha hecho pasar a los cinéfilos españoles. En estos momentos, participa en el programa de radio Cowboys de medianoche, de esRadio, junto a Luis Herrero, José Luis Garci y Luis Alberto de Cuenca, y en Classics (TRECE), el regreso de José Luis Garci al mundo de la televisión.

Eduardo ha escrito libros tan emblemáticos como Armas, mujeres y relojes suizos (Notorious Ediciones), El salario del miedo. Cine y economía (Notorious Ediciones), Los amores difíciles (1930-1960) (Notorious Ediciones) y Jinetes en el cielo (Notorious Ediciones), un estudio profundo sobre la Trilogía de la Caballería (Fort Apache, La legión invencible y Río Grande), de su admirado John Ford, y el wéstern, uno de sus géneros cinematográficos favoritos junto a la comedia. 

Aunque sigue colaborando de manera frecuente con Notorious Ediciones, Eduardo ha publicado El asesinato de Liberty Valance, uno de los mejores libros relacionados con el mundo del cine que se escribieron en 2021, para otro sello editorial importante: Hatari Books. En esta obra desglosa con gran cantidad de detalles todo lo relacionado con la película y el rodaje de El hombre que mató a Liberty Valance (1962), una de las grandes obras maestras de John Ford y el primer wéstern crepuscular de la historia del séptimo arte. Eduardo es la persona idónea para escribir una obra sobre este filme, ya que siempre le he visto como una especie de Ransom Stoddard, un abogado idealista que cree firmemente en la ley y el orden. Pero en vez de en una diligencia ha llegado desde Madrid a Albacete en tren.

Eduardo ha confesado en más de una ocasión que escribe para sí mismo. Su propósito es escribir los libros que le gustaría leer y que todavía no están publicados. Aunque siempre le ha apasionado escribir críticas de cine, nunca se le había pasado por la cabeza escribir un libro. El principal «culpable» fue su amigo José Luis Garci porque tenía una editorial y les pidió a sus más allegados que escribieran una obra. 

José Luis Garci, la mirada nostálgica del cine español

Premio especial de los III Premios Cinemasmusic

Aunque me veo en la obligación de hacerlo, José Luis Garci no necesita presentación. Su currículum habla por sí solo de todo lo que ha hecho por nuestro cine, tanto a nivel nacional como internacional. Siempre va a ser recordado por ser el primer cineasta español en ganar el Premio Óscar por una producción en lengua española en la categoría de mejor película de habla no inglesa por Volver a empezar (1982). Un mérito que nadie le va a poder quitar a este ferviente admirador del cine en todas sus facetas. Sus películas me han hecho experimentar desde niño las emociones más básicas: el amor, la melancolía, el dolor, la alegría, la tristeza y, sobre todo, la nostalgia. Porque nadie ha retratado, la nostalgia, el encanto de los buenos tiempos, mejor que él. José Luis es la mirada nostálgica del cine español, un cineasta que indaga en un tiempo perdido que nunca volverá, convirtiendo esa búsqueda eterna en una de las principales constantes de su cine. La necesidad existencial de regresar a un lugar pasado hace que títulos como Volver a empezar sean trabajos emocionalmente poderosos.

Cualquiera que haya seguido su trayectoria profesional sabe que el cineasta madrileño es un apasionado del cine clásico de Hollywood, el mejor cine de todos los tiempos para la mayoría de los aficionados. Esa influencia es evidente en todas sus películas, que adquieren una magnitud insólita y un encanto singular. El ritmo pausado e invisible que le imprime a sus trabajos (como ha definido a la perfección en muchas ocasiones el escritor y analista de cine Fernando Alonso Barahona) nos permite paladear con más detenimiento las mejores secuencias de sus películas, que no son pocas. Es un secreto a voces su admiración por cineastas nacidos o nacionalizados estadounidenses como John Ford, Billy Wilder, Howard Hawks, Fritz Lang o Leo McCarey, aunque también siente especial devoción por cineastas españoles como Luis García Berlanga y Luis Buñuel. 

En sus primeras películas [Asignatura pendiente (1977), Solos en la madrugada (1978), Las verdes praderas (1979), Volver a empezar (1982), Sesión continua (1984)] José Luis concentra todos sus esfuerzos en reflejar una sociedad actual, ya sea por una razón social, profesional o moral, repleta de diferencias, elementos, rasgos, realidades, circunstancias, que en mayor o menor medida, señalan a cada uno de los grupos humanos que la componen.

Su segunda etapa supone un giro radical en su filmografía. Durante este período es palpable la intención de este cineasta por distanciarse de su obra inicial y se vuelca en el pasado, ofreciéndonos una mirada más iconográfica, en los que están considerados sus trabajos más reflexivos y maduros: Canción de cuna (1994), La herida luminosa (1997), El abuelo (1998), You’re the one (una historia de entonces) (2000), Historia de un beso (2002), Tiovivo c.1950 (2004), Ninette (2005), Luz de domingo (2007) y, en menor medida, Sangre de mayo (2008) y Holmes & Watson. Madrid Days (2012)] 

En medio de estas dos etapas creativas destacan El crack (1981), mi película favorita de José Luis, El crack II (1983) y El crack cero (2019), ejemplos de puro cine negro estadounidense trasladado a las calles de Madrid, sin perder ese inconfundible sello nostálgico y sentimental que tanto me fascina. Germán Areta, ese personaje al que Alfredo Landa —su actor fetiche y una de las personas por las que José Luis siente más devoción— llenó de valor y sufrimiento, y que ahora hereda Carlos Santos, es una de las figuras más emblemáticas de la historia de nuestro cine. 

Todas sus películas están llenas de valores, aunque José Luis se mostró muy sorprendido (puede que hasta desconcertado) cuando una vez tuve la ocurrencia de hablarle sobre este tema. Le sonaba a algo demasiado importante e incluso solemne. Responsabilidad, respeto, amistad sinceridad, resiliencia, valentía, empatía, resolutividad o trabajo en equipo son algunas de las competencias que me transmiten sus películas, aunque al maestro este asunto le trae sin cuidado. Lo suyo es rodar y hablar de cine.

Empieza el espectáculo

Salvador Jiménez Ibáñez, la deontología del abogado

El día 10 de marzo a las 20:00 horas, después de la presentación de los III Premios Cinemasmusic 2022, se proyectó en el Cine Capitol (Filmoteca de Albacete), escenario ideal e inigualable para los cinéfilos, Matar a un ruiseñor (To Kill a Mockingbird, 1962), la obra maestra de Robert Mulligan, con motivo de su 60 aniversario. La presentación de la película corrió a cargo de Salvador Jiménez Ibáñez, exalcalde de Albacete y exletrado de la Junta de Castilla-La Mancha. Salvador, el Atticus Finch de Albacete, fue el primer alcalde del Ayuntamiento de Albacete elegido de manera democrática. Bajo su mandato se impulsó el desarrollo de la ciudad en todos sus aspectos: urbanístico, cultural, social, vecinal… y ayudó a que la convivencia entre los distintos grupos políticos que formaban parte de la corporación municipal fuera la mejor posible. Igualmente, hizo todo lo que estaba en sus manos para mejorar el proceso tan complejo que supuso la transición española.

Salvador fue profesor de Derecho Administrativo de Juan Ramón en la carrera de Derecho y su padrino en su colegiación. Un hombre honrado, trabajador e íntegro, como pocos, que está considerado unánimemente como uno de los mejores alcaldes que ha tenido la ciudad. Toda una institución que tiene el cariño, respeto y admiración de sus conciudadanos.

Nadie mejor que un abogado como Salvador para hablarnos sobre la educación en derechos humanos, valores imprescindibles para afrontar con total garantía las causas que llevan a la vulneración de los mismos. Sus palabras me recuerdan por qué es necesaria la existencia de hombres como Atticus Finch: porque es la única forma de que la sociedad tome conciencia de su fracaso colectivo de una vez y vaya subiendo peldaños en esa escalera interminable donde se van situando todos los derechos básicos.

Matar a un ruiseñor es el ejemplo más evidente de que las películas protagonizadas por abogados han sido siempre un tema recurrente en la gran pantalla. La heroicidad de muchos de estos ilustres adalides de la ley resulta un asunto muy atractivo para los espectadores. El abogado cinematográfico, Atticus Finch sin ir más lejos, es un héroe moderno cuyas únicas armas para luchar contra muchas de las injusticias del sistema judicial son su propio ingenio y el uso adecuado de algunos pequeños trucos aprendidos en el ejercicio de la profesión.

50 años de Matar a un ruiseñor: Atticus Finch, ejemplo de integridad, tolerancia y justicia

Atticus Finch, el mayor héroe de ficción que se ha creado en Estados Unidos para muchos críticos y espectadores, es un personaje lleno de matices creado por la novelista estadounidense Harper Lee para su aclamada novela Matar a un ruiseñor. Robert Mulligan adapta la obra y crea un filme fascinante y memorable. Atticus (magistralmente interpretado por Gregory Peck) es un ejemplo perfecto de integridad. Su honestidad es de dominio público. Esto no significa que no se vea obligado de vez en cuando a doblegarse a las necesidades de su comunidad. Viudo y de mediana edad, ejerce como abogado en el imaginario condado de Maycomb, Alabama. Cuida de sus dos hijos, Jean Louise «Scout» Finch (Mary Badham)  y Jeremy Atticus «Jem» Finch (Phillip Alford), a los que educa con su ejemplo de tolerancia, responsabilidad y solidaridad con los más desafortunados. Su vida cambia por completo cuando asume la defensa de Tom Robinson, un hombre de color acusado falsamente de violación. A principios de los años treinta, no era una tarea fácil en el Sur de los Estados Unidos, la América profunda, donde los prejuicios raciales todavía se hallaban profundamente arraigados. Acepta el caso porque cree en la dignidad de todas las personas, con independencia del color de su piel, e intenta mirar a su alrededor, en un ejercicio admirable de resiliencia, con los ojos de los demás, despojándose del ego, un malvado opresor que habita encerrado en el espacio reducido de la experiencia individual. 

El carácter ejemplar de Atticus le permite luchar serenamente contra las creencias de un ambiente dominado por la pobreza y el miedo. Carece de los prejuicios de sus vecinos y es incapaz de aceptar las presiones de la mayoría de ellos. No escoge el camino fácil sino el más difícil, aquel que casi todos evitan. Su tolerancia se ampara en la humildad. Se aleja constantemente de la arrogancia y del desprecio. Atticus es una persona modélica debido a que siempre está dispuesto a escuchar a los demás y se interesa por sus problemas. Cultiva la empatía por encima de las promesas. Evita dedicarse a juzgar y condenar. No siente antipatía por Mayela y su padre, Bob Ewell, cuyos falsos testimonios contra un vecino de color han incitado el odio racial. Aunque han sentado en el banquillo de los acusados a un hombre inocente, Atticus no cree que estas dos personas sean malas, sino ignorantes. Sabiendo que la ignorancia es el origen de todos los demás males. Con un pensamiento 100 % socrático, en el que el conocimiento lleva a la virtud, considera que la maldad es producto de la miseria y la incultura.

Resulta imposible mostrar empatía hacia los demás cuando se tiene una existencia miserable y se ha perdido la oportunidad de pensar con criterio propio por medio de la educación. Las aulas siempre son la mejor escuela de ciudadanía, pero en esos años algunas familias del Sur apenas podían frecuentarlas, ya que la necesidad de trabajar desde la infancia arrebataba a los niños esa oportunidad. Atticus nada a contracorriente, en contra de la opinión general, pero su cabeza se mantiene erguida, sin dejarse intimidar por el criterio público. Soporta la presión de sus vecinos con sus firmes convicciones. No es invencible. Conoce el desánimo, la impotencia y la frustración de primera mano, pero no se deja vencer por el pesimismo ni la ira. Su prudencia es aforística. Cuando el padre de la joven falsamente violada le provoca en presencia de su hijo Jem, responde con tranquilidad y dignidad. Aunque le han insultado, provocado y escupido en la cara, su reacción se limita a sacar un pañuelo y limpiarse. Ni siquiera se le ha pasado por la cabeza responder a esta señal de desprecio. Solo le preocupa que su hijo haya presenciado la escena, no porque pueda confundir su comportamiento con cobardía, sino porque le duele en lo más hondo de su corazón que haya sido testigo de la caída de un ser humano en el pozo del odio y el rencor, un lugar muy oscuro y profundo del que no se puede salir tan fácilmente. Frente a ese infortunio, no cabe otra opción que dar ejemplo una vez más, enseñándole a su hijo que la violencia nunca es una alternativa justa.

Atticus Finch también es un ejemplo perfecto de lo que debe ser la autoridad en la educación. Paralelamente a esta historia, los hijos de Atticus —la pequeña Scout, narradora de la historia, y su hermano Jem— investigan a su antojo sobre el misterioso Boo Radley (Robert Duvall en su debut cinematográfico), un joven enfermo mental que ha vivido encerrado durante años y al que nadie ha visto desde que era pequeño. Todo lo que rodea a Boo está cubierto por una aureola de misterio. Mientras tanto, Atticus va enseñando a la pequeña a no juzgar a las personas por su apariencia y a tratarlas sin prejuicios. El desenlace, no exento de complejidad, es toda una lección de tolerancia, un valor indispensable para afrontar la vida y que en esa zona brilla por su ausencia.

Bonita introducción al mundo infantil

En Matar a un ruiseñor hay que destacar la extraordinaria banda sonora de Elmer Bernstein (este año también se celebra el centenario del gran compositor estadounidense), compuesta dos años después de Los siete magníficos, su obra más recordada, aunque no sea la mejor de todas. Sin alcanzar la misma fama, la música de Matar a un ruiseñor resultó ser tan hermosa como aquella. Mención especial merece el tema principal que acompaña a los títulos de crédito iniciales, obra de Stephen Frankfurt, donde Bernstein hace especial hincapié en las imágenes de los tesoros que Boo había ido dejando en el hueco de un árbol y que ahora se encuentran guardados en una caja de puros. Esa caja que todos tuvimos en nuestra infancia donde solíamos esconder nuestros objetos más preciados.

La fuerza visual y dramática de Matar a un ruiseñor es tan intensa que su banda sonora hubiera corrido el riesgo de permanecer en el olvido si no llega a ser por los títulos de crédito. Unos títulos de crédito, los del principio y los del final, que son una obra maestra, porque Stephen Frankfurt supo meterse en la cabeza de un niño y Elmer Bernstein dentro de su corazón y también en el nuestro. La música contribuye a crear el ambiente y fijar la perspectiva desde la que se narra la historia. Su tema principal, que podemos volver a saborear al final, cumple con su función narrativa anunciando con elementos del relato la intimidad del mundo infantil que esta película retrata como muy pocas han sabido hacerlo.  

En los títulos de crédito iniciales la cámara se va acercando a los objetos ocultos, que las manos de una niña (parecen ser las de Scout) van tocando: primero coge una cera y va pintando en un folio el fondo, del cual va surgiendo el título de la película. Después la cámara sigue recorriendo los tesoros, un viejo reloj sin agujas, un imperdible, unas monedas, un portaminas, una canica… Luego vemos otra vez las manos de la niña que realiza un dibujo infantil, una especie de pájaro. Vuelta a la caja para coger más pinturas y una de las canicas se desplaza hasta chocar con otra. De nuevo volvemos a una panorámica de toda la caja, donde se ven claramente unos muñequitos tallados de una niña y un niño. Y la niña sigue dibujando unas ondas, quizá una representación del cielo o una nube, y de vuelta a la caja, donde hay recambios de plumas estilográficas, la canica, el reloj, más canicas, puede que una especie de pequeña armónica, un silbato… Y la niña terminando su dibujo. Tira la cera a la caja, oímos su risa ante su creación recién terminada y de pronto rompe el papel. 

No hay duda de que es la introducción al mundo infantil más bonita que he visto en una película. No se puede describir mejor el entorno de dos niños inocentes que todavía no están contaminados por la realidad cruel de los adultos.

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