La novela negra, subgénero de la narrativa policial, surgió en Estados Unidos a raíz de la Gran Depresión de 1929 y se desarrolló con más profundidad en otras épocas de incertidumbre y grandes crisis como el cambio del siglo XX al siglo XXI
Una sola novela (por el momento), Muerte entre la niebla, le ha servido a Martín Altés Fernández para situar la novela policíaca en primera fila y convertirse en uno de los escritores más prometedores del momento
Además, presenta el podcast Universo Enmascarado en Ivoox junto a Alberto Plaza y Joan Cuadrado
La novela policiaca siempre fue bastante popular, desde Edgar Alan Poe y Arthur Conan Doyle, en el siglo XIX, sobre todo por sus acertadas dosis de misterio y crimen que enganchaban al público. La novela negra, subgénero de la narrativa policial, surgió en Estados Unidos a raíz de la Gran Depresión de 1929 y se desarrolló con más profundidad en otras épocas de incertidumbre y grandes crisis como el cambio del siglo XX al siglo XXI. La novela negra refleja épocas sombrías y adversas, y ahora estamos inmersos en una de ellas.
De los autores europeos de novela negra, destacaría a Georges Simenon por su capacidad para cautivar, emocionar y herir a través del personaje del comisario Jules Maigret, protagonista de nada menos que 75 novelas y 28 relatos breves, y Arthur Conan Doyle, el creador del, seguramente, mejor detective del mundo, Serlock Holmes. Entre los norteamericanos, Dashiell Hammett (El halcón maltés, El hombre delgado, Cosecha roja) por su excelente estilo sobrio y James Ellroy (L.A. Confidential, La Dalia Negra), que supo convertir el trauma por la tragedia del asesinato de su madre en un éxito a nivel mundial. Entre los españoles, Lorenzo Silva (La flaqueza del bolchevique, Algún día, cuando pueda llevarte a Varsovia, El lejano país de los estanques, El alquimista impaciente) acertó de pleno con su pareja de guardias civiles, Rubén Bevilacqua y Virginia Chamorro, para investigar casos nacionales y diarios; Juan Madrid (Serie de Toni Romano, Serie Brigada Central, Brigada Central) es un maestro del estilo sobrio en lengua española y de ese ambiente reproducción detallista y casi fotográfica de la realidad, sobre todo de bares y calles madrileñas; y Domingo Villar entre lo más reciente, sus dos novelas maravillosas Ojos de agua y La playa de los ahogados, ejemplos perfectos de cómo escribir en la actualidad buena novela policíaca española. Manuel Vázquez Montalbán merece mención especial al no querer imitar a Dashiell Hammett o Raymond Chandler. Por ese motivo, ingenió un detective privado gallego llamado Pepe Carvalho gallego que vive en la Barcelona gótica y tiene gustos culinarios muy mediterráneos.
La novela policíaca es mucho más un juego literario, de misterio al estilo de Agatha Christie o Arthur Conan Doyle, para descubrir quién fue el asesino, cómo lo hizo… La novela negra sería otra cosa más profunda, ya que le presta especial atención a los problemas sociales, las tragedias familiares y los dramas de la época. Dashiell Hammett es el ejemplo perfecto. En ese aspecto, Olivas negras, de Manuel del Pino, sigue la mejor tradición de novela negra norteamericana y europea, me parece a la vez una novela negra, porque trata de crímenes con un fondo trágico social y familiar, y una novela policial, pues los protagonistas son policías. En una novela negra lo fundamental para que funcione debe ser la historia. Los personajes son los que deben llevar adelante la historia, tanto los protagonistas como los antagonistas.
Una sola novela (por el momento), Muerte entre la niebla, le ha servido a Martín Altés Fernández para situar la novela policíaca en primera fila y convertirse en uno de los escritores más prometedores del momento. Además, presenta el podcast Universo Enmascarado en Ivoox junto a Alberto Plaza y Joan Cuadrado. Muerte entre la niebla es una obra que rebosa misterio y suspense por sus 154 páginas, imprescindible para los amantes de la novela negra, influenciada por el cine clásico, ya que tres de las principales aficiones de Martín son el séptimo arte, las historias protagonizadas por detectives y los relatos de intriga.
La acción de la novela tiene lugar en la ciudad de Bottleneck durante los años cincuenta. Mick Malone yace muerto en el suelo con un disparo en la cabeza. Nadie oyó ni vio nada. Su hermano Frank, detective, está dando su paseo nocturno cuando encuentra el cadáver. A raíz del suceso, comienza una investigación en la que pasado y presente confluyen para destapar secretos muy bien guardados hasta entonces. Un viaje junto a los demonios internos del ser humano en el que nada es lo que parece. Porque todos tenemos una doble cara y la muerte de Mick Malone no es casualidad.
Pregunta. ¿Cómo surgió tu afición por la lectura y de dónde te viene esa atracción por la cultura?
Respuesta: Siempre he intentado leer todo lo posible, si bien hay momentos en los que dispongo de menos tiempo y no puedo disfrutar de la lectura todo lo que quisiera. Pienso que alguien sin inquietudes, sean artísticas, musicales, literarias, cinematográficas etcétera, se pierde muchas cosas. En este sentido me acuerdo mucho de Jesús Quintero, cuando decía que la gente hacía alarde de no haber leído un libro en su vida. La cultura es lo que nos diferencia de los bárbaros, y vuelvo a citar a don Jesús: «son la clase dominante, pero siempre serán la clase dominada».
P. ¿Tuviste una transición típica, digamos, desde el cómic hacia la novela, o fue algo más desordenado?
R: Para escribir hay que leer mucho. Esto es un aprendizaje constante. En mi caso, al igual que muchas personas, ya me leían cuentos desde bien pequeño. El barco de Vapor, clásicos como Caperucita Roja, Pulgarcito o La Bella y la Bestia, o una serie de relatos de Gloria Fuertes que conservo con mucho cariño. Fundamentalmente, soy lector de novelas, aunque tengo los tebeos de Mortadelo y Filemón, Rompetechos, El botones Sacarino y compañía en un lugar privilegiado de mi biblioteca. Francisco Ibáñez es una fuente de inspiración constante. También devoré con gusto los cómics de Batman, Spiderman, Astérix y Obélix o Los Simpson.
P. ¿Cuándo comienza tu interés por la novela negra y la novela policíaca? ¿De dónde te viene esa atracción por lo criminal, lo oscuro o los bajos fondos?
R: Mi primera incursión en el cine negro vino de la mano de Billy Wilder, cuando vi Perdición (1944). Después llegó Laura (1944), de Otto Preminger, Forajidos (1946), de Robert Siodmak, La mujer del cuadro (1944), La dama de Shanghái (1947), o El cartero siempre llama dos veces (1946), por citar algunas. Todas ellas novelas que han sido llevadas a la gran pantalla. Comprendí entonces que el género es tan fascinante como inabarcable, al igual que el cine. Fue ahí cuando empezó a envolverme la bruma y decidí embarcarme en esto de contar historias.
P. Con la ficción se aprende mucho sobre la condición humana, y también con los trabajos literarios sobre sucesos reales de los Truman Capote, Norman Mailer o Rodolfo Walsh. ¿La novela está entre la realidad y la ficción?
R: Las novelas tienen muchos elementos tomados de la realidad. Un escritor es un observador de la vida, que coge un poco de aquí y de allá mientras contempla el devenir del mundo por el que pasean personajes que pueden servir de base para una novela negra, de aventuras, un thriller, o para la literatura fantástica. Este último me parece uno de los géneros más bonitos y a la vez complicados de escribir. Hay que tener una imaginación desbordante. En cuanto a la frontera que mencionas, a veces puede resultar difícil definirla, pero creo que en una historia confluyen los dos mundos. Eso es lo verdaderamente atractivo.
P. ¿Hasta qué punto la obsesión es una cualidad necesaria en quien investiga un crimen?
R: Bueno, la obsesión es muy peligrosa porque si no se controla como es debido te puede estallar en la cara como si fuese una granada. El cóctel es altamente peligroso cuando el investigador se halla entre la espada y la pared y no tiene más horizonte que la resolución del caso. Me acuerdo de Jack Nicholson en Chinatown (1974) y de su interpretación del detective Jake Gittes. Conforme avanza el metraje, vemos cómo su fijación por esclarecer la verdad en ese asunto tan turbio se vuelve enfermiza, hasta el punto de que el personaje de John Huston le dice que no merece la pena. No obstante, no todo lo relacionado con la obsesión tiene que ser malo; de hecho, existen numerosos ejemplos de individuos que hacen de ello una virtud, si bien no pertenecen a la novela negra, sino a la policiaca clásica, donde el temple es una cualidad imprescindible para la resolución del asunto y restablecer el orden social: Hércules Poirot, Sherlock Holmes, Philo Vance o William Monk me parecen cuatro figuras cuya obsesión por los misterios es incuestionable, pero que, a diferencia de los personajes del género negro, controlan mejor ese huracán que les bulle por dentro.
P. ¿Qué opinas de sus adaptaciones al cine?
R: Las disfruto muchísimo y siempre descubro algo nuevo que había pasado por alto en el último visionado.
P. ¿Cuáles son las que más te gustan?
R: Una de mis películas predilectas la he citado antes: Forajidos (1946). Me parece una película extraordinaria dirigida por un cineasta injustamente relegado al ostracismo, algo que también ocurre con realizadores como Anatole Litvak, Jack Arnold o Basil Dearden. Y tantos otros.
P. ¿Qué te impulsó a escribir Muerte entre la niebla?
R: Tenía claro que mi primera historia iba a estar ambientada en Bottleneck, una ciudad ficticia que alberga la acción de la película Arizona (1939), de George Marshall. Me gustó ese nombre y decidí empezar. En cuanto a lo que me impulsó acometer semejante osadía, considero que fue un cúmulo de factores, entre los que destaca la curiosidad por probarme a mí mismo y ver hasta dónde era capaz de llegar. También el hecho de cambiar de perspectiva y ser yo quien moviese los hilos de la historia, como hicieron Agatha Christie, Vera Caspary, S. S. Van Dine o Georges Simenon en su día. Y me gusta ser las dos cosas, porque cuando no estoy inspirado leo y viceversa.
P. ¿Qué hay en Muerte entre la niebla de novela negra y qué hay de novela policíaca?
R: Podría decirse que lo policiaco es el misterio en sí mismo, así como su resolución y la finalidad de atrapar al asesino y restablecer el orden social. Lo negro es todo lo demás: las personalidades, el ambiente sórdido y oscuro, la violencia, los diálogos enigmáticos, la presencia de drogas en la historia… el tabaco y el whisky son elementos imprescindibles del género. La estética de Frank Malone, con su sombrero de fieltro de ala corta y su gabardina… y muchas más cosas.
P. El protagonista de Muerte entre la niebla es Frank Malone, un detective que dando un paseo nocturno descubre a su hermano muerto en el suelo con un disparo en la cabeza. ¿Te ha costado más consolidar la estructura de la novela que el estilo?
R: Al final uno le da vueltas a todo; una novela requiere tiempo, constancia y esfuerzo. Tenía claras algunas cosas de la historia, pero de ahí a desarrollarla y cerrarla hay un trecho. En cuanto al estilo, procuro ser fiel a mí mismo. Yo escribo porque es una necesidad vital para mí, no para agradar a nadie.
P. ¿Qué diferencias encuentras entre las novelas negras escritas en España con las del extranjero?
R: Más que diferencias en cuanto a la forma y al estilo, encuentro cercanía cuando leo una novela de un autor español. Más que nada porque no es lo mismo moverse por el país de uno mismo que por Los Ángeles de Raymond Chandler.
P. Leyendo Muerte en la niebla me da la impresión de que el lado oscuro está mucho más cerca de lo que pensamos.
R: Por supuesto, uno no conoce a nadie del todo. Decía Gary Oldman en Harry Potter que todos tenemos luz y oscuridad, lo importante es qué parte decidimos potenciar. Claro que la vida es mucho más complicada, y a veces las cosas no son blancas o negras, también son grises, y es ahí donde uno se confunde, máxime cuando descubre cosas sobre una persona que ni siquiera imaginaba.
P. ¿Qué escritores de estos géneros te han influenciado más?
R: Sir Arthur Conan Doyle, Georges Simenon, Benjamin Black; aquí en España, Domingo Villar, Juan Gómez Jurado, Carme Chaparro. Manel Loureiro, Eva García Sáenz de Urturi, Dolores Redondo, Fabiano Massimi, Ana Lena Rivera, Julio César Cano o Camilla Läckberg.
P. ¿Cuáles son tus novelas negras y policíacas favoritas?
R: La rubia de ojos negros, de Benjamin Black —seudónimo de John Banville—, El sueño eterno, de Chandler, El halcón maltés, de Hammett, las sagas de Hercules Poirot y William Monk, de Agatha Christie y Anne Perry respectivamente, las novelas de Sherlock Holmes, del comisario Maigret…
P. ¿A qué atribuyes el éxito actual de las novelas negras y policíacas?
R: Creo que una de las cosas más atractivas en la vida es enfrentarse a un buen misterio, un enigma que te mantenga en vilo hasta la última página y que rompa todos los esquemas que has construido a lo largo de la trama. Opino que una de las claves del género reside en la capacidad de sorprender al lector por medio de giros y trucos. Aquí no hay que iluminarlo, sino todo lo contrario. ¿De qué serviría que descubriera la verdad en las primeras páginas?
P. ¿Qué otros géneros literarios te gustan aparte de la novela negra?
R: La literatura fantástica es otro de mis favoritos. Recuerdo la avidez con la que leí Harry Potter siendo un crío. También El señor de los anillos, Crónicas de la Torre, El Ejército Negro, Eragon o Narnia.
P. Otra de tus grandes pasiones es el cine y presentas junto a Alberto Plaza y Joan Cuadrado un podcast que está teniendo una acogida impresionante entre vuestros seguidores. ¿A qué atribuyes el éxito de los podcasts de Universo enmascarado?
R: Somos tres apasionados que disfrutan cada segundo de cada episodio. Creo que hacemos unos programas entretenidos, amenos, sin caer en la pedantería ni en la impostación y con una duración idónea. Ni muy cortos ni muy largos. La mejor forma de aprender cine es hablando de cine.
P. ¿Cuáles son tus películas favoritas?
R: Esta es una pregunta que invita a hacer una lista interminable: Perdición (1944); Testigo de cargo (1957); Centauros del desierto (1956); Psicosis (1960); Frenesí (1972); Las zapatillas rojas (1948); Stromboli (1950); Ladrón de bicicletas (1948); La strada (1954); la trilogía de la incomunicación de Antonioni; Los peces rojos (1955); Todos somos necesarios (1956); Cielo negro (1951); La lengua de las mariposas (1999); Manos sucias (1957); Silencio roto (2001); Cuentos de Tokio (1953); Los bajos fondos (1957); La calle de la vergüenza (1956); La bahía de los ángeles (1963); Cleo de 5 a 7 (1962); Al final de la escapada (1960) o Hiroshima, mon amour (1959), o Los tallos amargos (1956), entre otras.
P. ¿Cuáles son tus directores favoritos?
R: Billy Wilder; Alfred Hitchcock; Fritz Lang; Robert Siodmak; Howard Hawks; John Ford; Tod Browning; Jack Clayton; Jack Arnold; Basil Dearden; Joseph L. Mankiewicz; Michael Curtiz; Henry King; Douglas Sirk; Vincente Minnelli; Henry Hathaway; Vittorio De Sica; Federico Fellini; Mario Monicelli; Luchino Visconti; Roberto Rossellini; Michelangelo Antonioni; Mario Bava; Alberto Lattuada; Pier Paolo Pasolini; Andréi Konchalovski; Aki Kaurismäki; Andréi Tarkovsky; José Antonio Nieves Conde; Luis Buñuel; Luis García Berlanga; Juan Antonio Bardem; Fernando Fernán Gómez; José Luis Cuerda; Marcel Carné; Jacques Becker; Alain Resnais; Louis Malle; Agnès Varda o Ida Lupino.
P. ¿Cuáles son tus actores favoritos?
R: Al igual que en las dos anteriores, la lista podría llegar de Asturias a Andalucía sin problema, pero para mí uno que procedía de otra galaxia era Robert Mitchum. Recuerdo la primera vez que vi La noche del cazador (1955) y pensé: «Este tío no era de este mundo». Otros que están en mi Olimpo particular son Humphrey Bogart, John Wayne, Walter Brennan, Boris Karloff, Claude Rains, Lon Chaney, William Powell, Montgomery Clift, Charles Laughton, Chishū Ryū, Toshirō Mifune, Marcello Mastroianni, Alberto Sordi, Raf Vallone, Vittorio Gassman, José Luis López Vázquez, Fernando Fernán Gómez, José Sacristán, Paco Rabal, Juan Diego, Alfredo Landa, Agustín González, Javier Gutiérrez, Fernando Cayo, Luis Zahera y José Coronado son solo algunos de los muchísimos que me encantan.
P. ¿Cuáles son tus actrices favoritas?
R: Siento una devoción paroxística por Marlene Dietrich, a quien me encantaría conocer en otra vida. Norma Shearer, Lana Turner, Joan Crawford, Bette Davis, Gene Tierney, Gloria Grahame, Audrey Hepburn, Katharine Hepburn, Monica Vitti, Anna Magnani, Giulietta Massina, Silvana Mangano, Sophia Loren, Susana Canales, Amparo Baró, Lola Herrera, María Galiana, Concha Velasco, Bárbara Lennie, Maribel Verdú o Aitana Sánchez-Gijón son algunas de las muchísimas mujeres a las que admiro profundamente.
P. ¿Qué géneros cinematográficos son los que más te llaman la atención?
R: El cine negro, el neorrealismo italiano, la nueva ola del cine francés, las películas de aventuras como Los tres mosqueteros (1948), de George Sidney o Capitanes intrépidos (1937), de Victor Fleming; los melodramas, siendo dos de mis predilectos Que el cielo la juzgue (1945) y Alma en suplicio (1945), el terror y la ciencia ficción clásica, o los largometrajes pertenecientes a La Escuela de Barcelona, movimiento por el que quiero seguir transitando. Desde que vi Noche de vino tinto (1967), de José María Nunes, la corriente captó toda mi atención.
P. ¿Nos puedes adelantar algo sobre tus próximos proyectos?
R: Tengo varias novelas en mente que estarán ambientadas en Oviedo, mi ciudad natal. Ya he terminado una de ellas y me encuentro trabajando en otra protagonizada por el mismo personaje, una inspectora entre cuyas pasiones se encuentra el cine.
P. ¿Les puedes mandar un mensaje de agradecimiento a tus seguidores?
R: Son audaces, desde luego. Hay que echarle valor para leerme, pues no considero que escriba nada interesante. Tan solo soy una persona que comparte su pasión por el cine e intenta contar historias en sus ratos libres. Admiro la pasión que muestran cada día, y espero que siga siendo así por muchos años.
Gracias Martín por compartir con todos nosotros algunos detalles importantes sobre tu primera novela, Muerte entre la niebla, e información bastante interesante relacionada con tus pasiones por la literatura y el cine. Esto no ha hecho nada más que comenzar y te auguro un futuro muy brillante.