Cultura, Cine y Literatura

«Balle Voyage»: Puro Alfred Hitchcock en manos de Iria Ares y Xoán Carlos Mejuto

Balle Voyage, el segundo cortometraje de una trilogía que Iria Ares y Xoán Carlos Mejuto comenzaron en 2019 con Badaladas de amor e morte, combina perfectamente el thriller psicológico con el cine negro

El último cortometraje que ha dirigido Iria Ares presenta a una de las mejores y originales chicas Hitchcock de la historia del cine

Annie le permite a Iria Ares realizar, hasta el momento, una de sus mejores interpretaciones

Xoán Carlos Mejuto interpreta al otro protagonista de la historia, el Agente D, y brilla con la misma intensidad que Iria Ares

Alfred Hichtcock y su devoción (y animadversión) por las actrices rubias 

Las actrices rubias obsesionaban a Alfred Hitchcock. Mucho se ha escrito durante las últimas décadas sobre la fascinación que el famoso maestro del suspense sentía hacia las mujeres rubias. Le gustaba que fueran lo más elegantes posibles, un poco frías y de aspecto distante. A mi memoria acuden actrices tan importantes como Ingrid Bermang (Recuerda, Encadenados y Atormentada), Vera Miles (Falso culpable, Psicosis), Tippi Hedren (Los pájaros, Marnie, la ladrona) y, sobre todo, Grace Kelly (Crimen perfecto, La ventana indiscreta y Atrapa a un ladrón). Esta última era el ojito derecho del cineasta británico. En sus comienzos cinematográficos, Hitchcock, considerado unánimemente el poeta visual de la ansiedad y lo accidental, ya comenzaba a mostrar dicha obsesión por el color platino en el cabello de las actrices, como en la película El enemigo de las rubias (The Lodger: A Story of the London Fog, 1927). En esta película aparece la primera rubia que protagonizó una película del mago del suspense: June. El argumento trata sobre un asesino en serie conocido como El Vengador que está matando jóvenes rubias bajo la niebla de Londres. Al mismo tiempo, un nuevo inquilino, Jonathan Drew, llega a la casa de los Bounting y alquila un cuarto. El hombre tiene hábitos peculiares: sale por la noche en medio de la niebla y guarda una imagen de una rubia y joven muchacha. La hija de los Bounting, Daisy, es una modelo de cabello rubio y está comprometida con Joe, un detective de la policía. Daisy comienza a sentirse atraida por Jonathan, y Joe, al darse cuenta, comienza a pensar que Jonathan podría ser el asesino.

Sin embargo, la primera rubia de Alfred Hichtcock que se convirtió en estrella internacional fue Madeleine Carroll con quien rodó en Inglaterra Los 39 escalones o 39 escalones (The 39 Steps, 1935). En 1936 eligió a esta misma actriz como heroína para Agente secreto o El agente secreto (Secret Agent), donde la obligó a estar esposada durante un buen número de horas, arrastrándose por carreteras y barrancos sin que el maestro del suspense sintiera ningún tipo de compasión. En privado, la actriz no paraba de quejarse de las humillaciones a las que era sometida por el mago del suspense.

En las tres películas que rodó con Alfred Hichtcock con su adorada Ingrid Bermang no tiene el pelo rubio, sino castaño claro. Esto no impidió que el director británico se obsesionara con ella, se enamoró apasionadamente de la actriz sueca, haciéndose todo tipo de ilusiones con una mujer que lo admiraba profundamente, pero que no tenía ningún interés romántico en él. Ella lo consideraba una figura paternal y él se enamoró de ella como si fuera un adolescente. Ingrid lo quería, pero no del modo que Alfred Hichtcock esperaba. Nunca lo tuvo en cuenta como posible amante, a pesar de que la actriz tuvo diversos romances con varios compañeros de rodaje, entre ellos Gary Cooper y Gregory Peck. Alfred Hichtcock recibió una de las desilusiones más importantes de su vida cuando Ingrid abandonó la meca del cine para irse a vivir a Italia con otro de los grandes directores del momento, el italiano Roberto Rossellini.

En 1953 conoció a una joven de 23 años llamada Grace Kelly y se quedó fascinado enseguida con ella. Era su ideal femenino: rubia, guapa, atractiva, inteligente, distinguida y sensual. Alfred Hichtcock la dirigió en tres películas y se encargó de supervisar cada detalle de su vestuario, maquillaje y peluquería con la intención de convertirla en su mujer soñada. Dicen sus biógrafos que pocas veces era más feliz que cuando vestía a sus estrellas femeninas, principalmente a Grace. Sentía un placer sensual igual que si las desvistiera. Al contrario que con otras actrices, el maestro del suspense fue cariñoso y delicado con ella en la mayoría de las ocasiones, ya que tenía miedo de perderla. Por este motivo, quedó completamente destrozado cuando Grace abandonó el mundo del cine en 1956 para casarse con Raniero III de Mónaco y convertirse en princesa consorte del minúsculo principado. Si no había descendencia pronto, Mónaco perdería su independencia y pasaría a ser protectorado francés. Grace y Raniero tuvieron tres hijos: Carolina, Alberto y Estefanía. Los hijos que Hichtcock siempre había soñado tener con Grace. 

Ese mismo año firmó un contrato con Vera Miles para trabajar en tres películas. Alfred Hichtcock pensó en qué podía transformarla a su gusto, a pesar de estar casada de segundas nupcias y tener dos hijos. Le confesó a la prensa que era la sustituta perfecta de Grace Kelly. Falso culpable (The Wrong Man, 1956) fue la primera película que rodaron juntos. En 1958, cuando el maestro del suspense estaba a punto de comenzar el rodaje de Vértigo (Vertigo) el filme con el que pretendía convertirla en una estrella de Hollywood —aunque ya había trabajado con John Ford y John Wayne en Centauros del desierto (The Searchers, 1956)— le anunció que estaba embarazada y le iba a resultar imposible rodar esa película. A Alfred Hichtcock se le cayó el mundo encima cuando la actriz le dio la noticia. Miles era una mujer decidida, arriesgada e independiente y no estaba dispuesta a convertirse en una réplica de las otras actrices rubias con las que Alfred Hichtcock había trabajado anteriormente. Kim Novak, su sustituta en esta cinta, en el papel de Madeleine Elster tiene que fingir ahogarse en la bahía de San Francisco para ser salvada por John «Scottie» Ferguson (James Stewart). El maestro del suspense llegó a alegrarse y disfrutar arrojándola al agua, rodando a propósito una y otra vez las tomas para que la actriz tuviera que vestirse, cambiarse y arrojarse de nuevo. Alfred Hitchcock nunca se sintió a gusto trabajando con Kim Novak ye hizo la vida imposible durante todo el rodaje.

En 1962, con 61 años, Alfred Hichtcock vio en un anuncio publicitario para la televisión a una hermosa modelo rubia llamada Tippi Hedren que llamó su atención. La actriz de 31 años estaba divorciada y era madre de una hija, Melanie Griffith. Hedren se convirtió en su última gran obsesión por una actriz. Aunque carecía de experiencia en el mundo de la interpretación, la convenció para que firmara un contrato de siete años de duración y la lanzó al estrellato con Los pájaros (The Birds, 1963). Según sus allegados, fue un amor a primera vista. Incluso el maestro del suspense le dijo a la prensa que tenía más elocuencia y humor que su añorada Grace Kelly. Sin embargo, la actriz se quedó sorprendida cuando el cineasta británico empezó a hacerle insinuaciones sexuales durante casi todo el rodaje de este filme. Esas insinuaciones sexuales se volvieron cada vez más explícitas. Alfred Hichtcock le prohibió a Tippi Hedren que hablara con el resto del elenco, la mantuvo alejada de todos los miembros del reparto, sobre todo de Rod Taylor, y la obligó a que solo se comunicara con él. La actriz empezó a sentirse incómoda, ya que al cineasta se le había metido entre ceja y ceja controlar su vida privada. Para vengarse de la indiferencia de Tippi Hedren, la obligó a rodar durante cinco días la escena en la que los pájaros la agreden, exigiendo que se rodase con pájaros reales y la actriz acabó con un colapso mental cuando su cuerpo y mente dijeron «¡Basta!». Hedren terminó cubierta de sangre, suciedad y casi pierde un ojo cuando un pájaro descontrolado la intentó atacar. A pesar de que Alfred Hichtcock la trataba cada vez peor y le seguía prohibiendo hablar con el resto de los actores, se vio obligada a rodar una segunda película con él. Tippi Hedren tenía miedo de todos los problemas que le acarrearía romper el contrato, aunque ya no soportaba el acoso al era sometida. Alfred Hichtcock la amenazó con destruir su carrera si no rodaba Marnie, la ladrona (Marnie, 1964), junto a Sean Connery. Después de perder a Tippi Hedren Alfred Hichtcock nunca volvería a ser el mismo y su carrera comenzó a declinar. Tippi Hedren, con permiso de Julie Andrews (Cortina rasgada), fue su última rubia. Casi todos los críticos conspiraron contra ella, empezando por aquellos que la consideraban erróneamente y utilizando frases groseras solo un sucedáneo de Grace Kelly. Incluso los críticos de cine del Saturday Review llegaron a decir de manera despectiva: «Tippi Hedren, rubia y muy bonita, pero totalmente inexpresiva».

¿Por qué le llamaban tanto la atención a Alfred Hitchcock las actrices rubias? El escritor Serge Koster habla coherentemente en su libro Las fascinantes rubias de Alfred Hitchcock (Editorial Periférica) de la desconocida cara B del mago del suspense, conocido en Hollywood por ser el adorador de ídolos femeninos que colocaba en un altar a sus actrices para luego, en muchos casos, derrumbar con solo un gesto ese mismo altar: «Aquí están. Esas rubias que, deslumbrándonos desde el cielo donde brillan y vagan las estrellas, continúan actuando en la cámara oscura de nuestros deseos. Paradoja legendaria: Hitchcock, o el hombre que sabía demasiado sobre las mujeres». «Ella está ahí, Grace Kelly, amorosamente filmada por Alfred Hitchcock: recorriéndola de la cabeza a los pies… Eva Marie Saint, la más insensible de las rubias del director británico se revela también como la más ardiente de las mujeres. Prodigiosa la escena del vagón restaurante en Con la muerte en los talones (1959) que, con su coqueto traje de chaqueta negro, su pelo impecable, como recién salida de la peluquería, y luciendo una sonrisa burlona que es una invitación a la prudencia tanto como a la depravación».

June, Madeleine Carroll, Ingrid Bermang (el amor oculto del genio), Grace Kelly, Vera Miles Kim Novak, Eva Marie Saint y Tippi Hedren, pero también Joan Fontaine (Rebeca y Sospecha) y Janet Leigh (quien se negó a interpretar Psicosis desnuda) forman parte del llamado erotismo rubio de Alfred Hitchcock. Casi todas estas actrices  marcaron su vida profundamente. Esas rubias fascinantes siguen ahí, en sus películas, fijadas para siempre en la retina, en la memoria, de los espectadores de varias generaciones. 

Hitch (apodo que le pusieron sus amigos) solía justificarlo de la siguiente manera: «Las rubias son las mejores víctimas. Son como la nieve recién caída, capaz de mostrar huellas de sangre con asombrosa nitidez». No obstante, él iba bastante más lejos de esta apreciación, aparentemente, tan poética y creó un grupo amplio de mujeres que suelen salir airosas al enfrentarse a obstáculos innumerables. Construyó grandes personajes femeninos a lo largo de su trayectoria cinematográfica y a todos ellos les dio una entidad fuera de lo común durante el cine clásico de Hollywood. En marzo de 1939 Alfred Hichtcock abandonó Londres y se trasladó a Hollywood con su familia. Para su primera película en Estados Unidos, Rebeca (Rebecca, 1940), el productor, David O. Selznick (Lo que el viento se llevó), le impuso a Joan Fontaine como protagonista femenina La actriz, hermana de Olivia De Havilland, tenía 22 años y era un mujer tímida e insegura. El mago del suspense trató a su nueva rubia como una marioneta, la controlaba por completo cuando lo que necesitaba en ese momento era confianza y autoestima. Director y actriz volvieron a trabajar juntos al año siguiente en Sospecha (Suspicion, 1941), el filme que le hizo ganar su único Premio Óscar, convirtiéndose en la única interpretación ganadora del Óscar en una película de este cineasta.

Las Hitchcock blondes han sido definidas como una especie de marca estética de la historia del cine. En el tema de las rubias existe un componente fetichista importante por parte del realizador. Aunque había otros temas que atrajeron su atención, ninguno podía hacerle sombra a la fascinación que sentía por las actrices rubias. Todo parece indicar que en la vida real Alfred Hichtcock sentía una atracción obsesiva por ese tipo de mujeres y las solía utilizar en sus filmes para materializar sus fantasías sexuales más perversas y retorcidas. Con el paso de los años la admiración que sentía por esas actrices se mezclaba con el deseo de humillarlas y hacerlas sufrir lo máximo posible. El célebre crítico norteamericano Roger Ebert escribió, acertadamente, lo siguiente sobre ellas en una ocasión: «Los personajes femeninos en el cine de Alfred Hitchcock reflejan siempre una serie de cualidades. Suelen ser mujeres rubias, frías, y bastante distantes. Están encarceladas por un vestuario que combina sutilmente moda y fetichismo. Cautivan de forma magnética a los hombres, que a menudo sufren limitaciones físicas o psíquicas». Resulta imposible imaginar las películas del maestro británico sin la aportación de esas rubias hermosas como una flor, valientes como una guerrera, capaces de hacer lo impensable en el momento menos esperado por los espectadores y emocionalmente distantes, porque levantan una barrera entre sí mismas y los demás. Ellas nunca suelen dar un paso atrás cuando las situaciones se ponen feas. En muchas ocasiones las Hitchcock blondes son las que arriesgan sus vidas para salvar a los hombres, manteniendo inalterable su personalidad en la gran pantalla. Teniendo en cuenta estas características que he enumerado, considero a Annie, el personaje que interpreta Iria Ares en Balle Voyage (2023), el último cortometraje que ha dirigido esta actriz, una de las mejores y originales chicas Hitchcock de la historia del cine. Y no es para menos porque esta obra es un canto de amor al célebre maestro del suspense.

Iria Ares y Xoán Carlos Mejuto, los actores todoterreno 

Balle Voyage mezcla thriller psicológico y cine negro a la perfección y es el segundo cortometraje de una trilogía que Iria Ares y Xoán Carlos Mejuto comenzaron en 2019 con Badaladas de amor e morte, un homenaje emotivo al cine de Orson Welles, también filmado en Galicia. El tríptico finalizará con un wéstern, seguramente rodado en Almería, donde rendirán tributo a John Ford, el maestro de maestros. Esta historia romántica con la muerte como protagonista principal me permitió descubrir a dos actores todoterreno injustamente desconocidos por el gran público, Iria Ares y Xoán Carlos Mejuto (Estudo Momento), hasta que debutaron en Madrid, primero en OFF Latina y luego en el Teatro Lara, con 1888. Señorita Julia, una obra trágica, intensa y conmovedora que honra como se merece al mejor teatro independiente. Esta nueva adaptación de La señorita Julia, de Johan August Strindberg, se mueve entre el drama y la tragedia como pez en el agua. Esta conocida obra de teatro narra la lucha de poder, durante una noche de San Juan, entre dos personajes atormentados e insatisfechos con las vidas que les han tocado vivir, Julia y Juan, a los que la desigualdad económica y las diferencias profundas de clases sociales les impide avanzar y escapar de la jaula donde se encuentran encerrados.

Annie, la rubia de Alfred Hichtcock de Balle Voyage, le permite a Iria Ares realizar, hasta el momento, una de sus mejores interpretaciones. Los labios de Annie resaltan una pequeña sonrisa insinuante, casi lasciva, sensual, con picardía e interés en seducir, jovial y plena de alegría. Este personaje posee una forma de mirar que hace que los espectadores se pierdan en la profundidad de su mirada. Tiene unos ojos tan verdes y cautivadores que lo mismo están llenos de paz como de misterios. Porque el maestro del suspense siempre pensó que las actrices morenas poseían una belleza más terrenal, pero que las rubias escondían secretos, lo que las hacía mucho más interesantes. Sus ojos hablan sin hablar, dicen más que las palabras, descubren sus sentimientos, emiten señales que indican su estado de ánimo y sentimientos. Sin embargo, durante todo el metraje estos secretos sabe disimularlos muy bien y apenas sabemos nada sobre ella. Esas dos esmeraldas que Dios puso debajo de sus cejas le está dando a Iria con el paso del tiempo un tono algo distinto a su rostro y le permite expresar cierta ironía y atrevimiento en sus últimos papeles. Annie es una chica con pelo rubio corto y gafas, ya que es miope. La escena buscando unas gafas rotas dentro de su bolso para disparar una pistola me parece una de las mejores que se han rodado en la historia del cine. Sus gafas son una metáfora visual del personaje, que puede servirnos para tomar conciencia de cómo percibimos lo que acontece a nuestro alrededor, luchar contra la adversidad en momentos difíciles. Con ellas vemos las cosas que determinan nuestra realidad, nos invitan a mirar el mundo de otra manera distinta y analizar experiencias particulares e incluso experiencias específicas. 

El encanto de Annie proviene precisamente de sus matices, de sus contradicciones, de aquello que el espectador no espera que haga (a veces aparece un tic nervioso asociado a situaciones de mucha tensión). Además de ser una mujer que triunfa en todo lo que se le pone por delante, Iria Ares constituye un ejemplo irresistible e inquebrantable de dedicación y sacrificio: encantadora, versátil y buena intérprete. La actriz y directora gallega responde al canon de belleza y comportamiento femenino de los personajes de Alfred Hitchcock: la rubia que ha de ser una perfecta dama en público y pura pasión en la intimidad. Iria posee el glamur de las grandes diosas del Hollywood dorado sus tanto admiro: Ava Gardner, Rita Hayworth, Katherine Hepburn, Marilyn Monroe… y es la actriz total, la que hace parecer simple la emoción más difícil las emociones intensas son las más complicadas de interpretar. Su manera tan personal de hablar, mirar y caminar delante de la cámara no está al alcance de cualquiera, parece que está tocada por la varita mágica. El viento está a su favor y todo parece encaminado a que el destino la sitúe en un lugar privilegiado dentro del grupo de las mejores actrices que hay en España. En Balle Voyage Iria está más cerca de Grace Kelly que del resto de actrices rubias que trabajaron para Alfred Hichtcock. No obstante, todo lo que le sucede a Annie pasa por el tamiz de la personalidad de Iria y varias veces se aleja de la típica chica rubia que moldeó el maestro del suspense durante tantas décadas. Esa es la virtud principal de su interpretación, aunque al final del cortometraje consigue todo lo que quiere. Algo habitual en los personajes femeninos del realizador británico. Otro elemento creativo fundamental que ha servido para que Iria haya alcanzado el éxito metida en la piel de Annie es el diseño de vestuario. El diseñador gallego de alta costura Roberto Diz ha sido el encargado de vestir a la nueva chica Hitchcock, con un diseño perfecto para resaltar la belleza y apariencia natural de Iria, que le permite desprender sensualidad con un encanto casi simétrico y va a dar mucho que hablar cuando el cortometraje comience a tener más difusión y distribuirse en otros lugares.

Seguro que Iria Ares, una fuerza de la naturaleza que desprende atractivo y talento a partes iguales por todas los rincones de un cuerpo tallado por los dioses del Olimpo, va a volver a arrasar en su siguiente interpretación: la primera dama Paola D’Angio en Escándalo en palacio (a partir del 11 de junio en el Teatro Lara), una comedia de Pedro Ruiz sobre los peligros y la deshumanización del poder y la televisión basura, carente de rigor, un fenómeno social preocupante, pero rentable para muchas cadenas de televisión. Seguramente, el trabajo más polémico del popular presentador de radio y televisión, actor, escritor, cantante y humorista.

De todas formas, Iria Ares no hubiera brillado con tanta intensidad sin la presencia de alguien con mucho talento para interpretar al otro protagonista de la historia: el Agente D. Iria y Xoán Carlos Mejuto, otro actor todoterreno que puede con todo lo que le echen, llevan muchos años trabajando juntos y se nota en el cortometraje: se compenetran a la perfección y ofrecen un duelo interpretativo impresionante que se nota en todos los planos que comparten. Porque lo más destacado en Balle Voyage, por encima de los personajes interpretados por un reparto de actores de reparto de lujo (Alberto da Sinda, Victor Noir, Jose Losada, Dani Lozano y Martín Varela), es el duelo interpretativo inolvidable que sostienen Iria y Xoán Carlos. El actor encaja perfectamente con la personalidad, comportamiento, características emocionales y atributos simbólicos que requiere su personaje (se presenta fuerte, valiente). Todo esto hace que el Agente D parezca creíble y dote de importancia y expresividad a un agente secreto que nos recuerda a algunos de los que aparecen en varias películas del maestro del suspense. Pero el Agente D se comporta hasta el tramo final como un antihéroe, a veces da la impresión de tratarse del malo de la película debido a su mirada malévola, un personaje que, decepcionado por el estado del mundo,  intenta construir sus propios valores decepcionado por el estado del mundo, cuestionando el valor que las acciones heroicas tienen en sí y lo hacen más interesante que el héroe tradicional. Irremediablemente, una chispa irresistible surgirá entre ambos personajes, que los llevará al límite y las mejores dosis de romanticismo que he visto durante mucho tiempo en la gran pantalla. El curioso grupo de payasos merece una mención especial y protagonizan algunas de las escenas más recordadas del cortometraje.

Xoán Carlos Mejuto es uno de los actores más completos que tenemos en España, pues, como los grandes actores, destaca tanto en la comedia como en el drama. Tras haber conseguido las técnicas fundamentales para afrontar con éxito su trabajo, su afán por seguir aprendiendo cosas nuevas relacionadas con su profesión hacen que esté continuamente en un reciclaje constante, reforzando sus puntos fuertes (aunque apenas lo tiene) y aprendiendo otras habilidades con la misma ilusión que cuando comenzó en esta profesión. Xoán Carlos también participa en Escándalo en palacio, donde va a sacar su vis más cómica interpretando a un político seductor, elegante y atrevido llamado Bernard Mathie. Sus líos amorosos se van a convertir en un escándalo e importante problema de estado que va a dejar en entredicho si es la persona adecuada para ocupar un cargo tan importante. En palabras de Estudo Momento este personaje va a volver loco a los espectadores «con su piquito de oro».

Viaje irrepetible por el universo de Alfred Hitchcock con toques personales de Iria Ares y Xoán Carlos Mejuto 

Con la excusa de rendirle homenaje a Alfred Hitchcock (los asesinatos, el uso de la cámara con la intención de imitar las miradas de los protagonistas…) y a pesar de estar lleno de referencias cinematográficas relacionadas con su vida y obra (me han encantado los guiños a Extraños en un tren, mi película favorita del mago del suspense), Iria Ares hace una labor magnífica como directora porque utiliza un lenguaje visual formidable e impregna a Balle Voyage de un sello personal que la aparta en muchas ocasiones del camino marcado por uno de sus maestros. Lo considero uno de los grandes aciertos de esta obra. Otro de los puntos fuertes del cortometraje es la mezcla que Iria hace del cine clásico de Hollywood con algunos de los paisajes más bellos que existen en A Coruña. Crimen, misterio y suspense en estado puro se dan la mano en la ciudad gallega. Espero que Balle Voyage sirva de ejemplo y se rueden más películas allí durante los próximos años. La ciudad de cristal es un escenario precioso e ideal para el desarrollo de todo tipo de producciones cinematográficas. Alfred Hitchcock dejó para la posteridad una frase memorable: «Nunca trabajes con niños ni con animales ni con Charles Laughton». También detestaba a los actores que indagaban en las motivaciones de los personajes que interpretaban. Sin embargo, Iria ha hecho caso omiso de la mayoría de estos consejos y ha decidido llevarle la contraria al maestro del suspense. En Balle Voyage nos demuestra que se puede trabajar con niños y no supone una complicación extra en el difícil mundo de los rodajes. Al igual que Hichtcock, Iria utiliza el asesinato como expresión malvada de la creación artística, nos muestra sin tapujos el poder dominante que tiene algunas veces la violencia en la cultura popular. No obstante, el acierto principal del cortometraje es conseguir que los espectadores se pongan en la piel de los dos protagonistas. Iria lo consigue utilizando varios encuadres novedosos que dan lugar a momentos destacados de pánico, inquietud y solidaridad. Tres motores emocionales imprescindibles para comprender las historias que cuenta Balle Voyage.

El guion de Balle Voyage lo han escrito los propios protagonistas del cortometraje: Iria Ares y Xoán Carlos Mejuto. Esta pareja artística acumula muchísimo talento y Balle Voyage es solo una pequeña demostración de lo que son capaces de hacer. Iria y Xoán Carlos tienen un presente brillante y un futuro prometedor, pues resulta inconcebible tener un futuro alentador sin un presente estable. A pesar de ser una actriz única e irrepetible, de las que aparecen una vez cada 100 años, estoy completamente convencido de que en el futuro Iria Ares va a adquirir una mayor notoriedad por su faceta como directora y tras la cámara creará joyas narrativas que pasarán a la posterioridad. Escuché una vez que en las tinieblas la imaginación trabaja con más actividad que en plena luz. La primera parte de  Balle Voyage tiene su punto de partida en la etapa de blanco y negro de Alfred Hichtcock. Hasta que la aparición de Annie transporta a los espectadores al Hitchcock más colorista y entretenido. Iria y Xoán Carlos convierten al elevador del Monte de San Pedro, escenario principal de Balle Voyage, en el tercer protagonista del cortometraje, plasmándose ante la cámara de una manera práctica y objetiva gracias a la fotografía de Deirdre Canle. El plano final, que muestra una vista aérea espectacular, se convierte en el mejor ejemplo para calificar su trabajo. El trabajo de maquillaje y peluquería resaltan la belleza de Iria y le sirven de ayuda a Iria a la hora de componer un personaje tan atractivo. Detalles como las gafas, que al principio pueden parecer intrascendentes, se antojan importantes en la parte final del cortometraje. Balle Voyage se alzó con el premio a la mejor música original en la 36 Semana de Cine de Medina del Campo (SECIME), Valladolid, Castilla y León, uno de los eventos más consolidados en el panorama cinematográfico a nivel nacional. La excelente banda sonora que ha compuesto el compositor Manuel Riveiro para este ingenioso cortometraje introduce en los espectadores un estado emocional específico: miedo, tristeza, tensión… aclara las emociones de todos los personajes, alimenta la visión de la directora y apoya al ritmo de la historia. 

Balle Voyage presenta al Agente D (Xoán Carlos Mejuto), un agente que trabaja para una organización secreta de intercambio de favores, que descubre el cadáver de su última víctima perfectamente colocado en el interior del ascensor de una gran bola de cristal. Pero ¿quién lo ha colocado allí? Sin tiempo para pensar, acaba atrapado en el interior de la bola con un grupo de niños, payasos, magos, conejos… y una mujer súper atractiva llamada Annie (Iria Ares), una rubia de las que tanto le gustaban a Alfred Hitchcock, con la que choca fortuitamente. La chica parece tener todas las respuestas del rompecabezas que supone un quebradero de cabeza para los dos personajes. El Agente D intentará escapar por todos los medios con el cadáver, pero acabará atrapado en el interior del ascensor con Annie, un grupo de niños y unos curiosos payasos que acuden a animar una fiesta infantil que se está organizando en el parque. Solo tiene una única opción: hacerse pasar por un miembro de la compañía. Al final, el Agente D descubrirá quién ha metido el cadáver en el ascensor y por qué lo ha hecho. Otro agente de la organización busca venganza por un asunto que tiene pendiente con él. El Agente D tendrá que escoger entre escapar o salvar a Annie, de la que se ha enamorado, y los niños.

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