La película que salvó a Hollywood se estrenó en Nueva York el 15 de marzo de 1972, con unas colas enormes bajo la nieve para conseguir una entrada
Su cásting fue un auténtico quebradero de cabeza para Paramount Pictures
Con motivo del 50 aniversario de su estreno El Padrino (The Godfather, 1972), de Francis Ford Coppola, ha regresado a las salas de cine por tiempo limitado el 25 de febrero de 2022
La película que ningún estudio quería rodar
Mario Puzo, autor de la novela original, era ludópata. Sus deudas con los corredores de apuestas le obligaron a escribir un libro sobre el mundo de la mafia. «Tengo una deuda de once de los grandes: o me compras esto o me parten las piernas», fue lo que le dijo textualmente a Robert Evans (jefe de producción de Paramount Pictures) cuando se acercó a él para venderle los derechos cinematográficos de un manuscrito (apenas llevaba escritas unas 20 páginas) que, en esos momentos, se titulaba The Mafia. «Toma doce mil quinientos y escribe el puto libro», respondió Evans. La inversión le salió muy bien: el libro, titulado finalmente El padrino y publicado en 1969, fue un éxito de ventas totalmente inesperado, llegó a vender 10 millones de ejemplares y estuvo durante 67 semanas en la lista de superventas de The New York Times. A pesar de que las críticas no fueron demasiado buenas, el éxito entre los lectores fue arrollador y terminó por encumbrar a Puzo después de años de penalidades con sus anteriores obras.
Robert Evans no paraba de frotarse las manos con el éxito de la novela. No obstante, ningún estudio se atrevía a adaptarla al cine por miedo a que fuera un fracaso monumental. A finales de los años 60 el género de gánsteres estaba pasado anticuado y sus últimas películas habían sido fracasos rotundos. En última instancia, animada por los buenos datos de la novela, Paramount Pictures se hizo cargo de la adaptación cinematográfica.
Robert Evans fue el gran promotor de que El Padrino lograra llegar a la gran pantalla. Este omnipotente productor comenzó trabajando como actor en los años 50, pero su falta de talento le apartó de la actuación. Como ejecutivo de la Paramount sacó adelante grandes éxitos de crítica y público como Descalzos por el parque, La semilla del diablo, Valor de ley o Love Story.
Robert Evans y el productor Albert Ruddy se arriesgaron mucho vendiéndole el proyecto al pez gordo de Paramount Pictures, Charles Bluhdorn. Este millonario australiano, cabeza visible del grupo Gulf and Western Industries, había adquirido el estudio en 1966. Durante su mandato pasó de ser el número nueve en la taquilla, según el total de ventas de recibos, al número uno con éxitos como El Padrino y Chinatown. Bluhdorn era conocido en Hollywood por imponer su ley a gritos y golpes. Aunque conocía de primera mano los rumores que vinculaban a Bluhdorn con algunos de los altos cargos de la Cosa Nostra, Albert Ruddy se arriesgó y le puso El Padrino encima de la mesa: «Charles, quiero hacer una película fría y terrorífica sobre tus amigos», le dijo Ruddy. El magnate casi le propina un puñetazo de los suyos al escuchar esta frase. Sorprendentemente, le dio luz verde al proyecto.
En busca del director perfecto
La búsqueda del director idóneo para tomar las riendas de este proyecto tan arriesgado tampoco fue fácil. Hasta doce directores rechazaron el proyecto, entre los cuales figuran grandes nombres como Otto Preminger, Fred Zinnemann, Elia Kazan, Arthur Penn, Costa-Gavras, Sergio Leone, Peter Bogdanovic y Martin Scorsese.
En un principio, Francis Ford Coppola no quería dirigir El Padrino. Pero no le quedó más remedio que aceptar la oferta. El cineasta estadounidense de origen italiano tenía 31 años y una carrera bastante en cine de serie B. El director estaba endeudado hasta las cejas por haberle producido THX.1138 (1971), una visita al futuro donde el amor es el máximo crimen, a su amigo George Lucas, el futuro responsable de la franquicia de Star Wars (La guerra de las galaxias). Su estudio cinematográfico, American Zoetrope, estaba en serio peligro y había que hacer algo deprisa y corriendo.
La razón principal de Robert Evans para elegir a Coppola fue la siguiente: una película de mafiosos dirigida por un italoamericano la película sería «lo bastante realista como para que se oliesen los espaguetis». Además, Coppola cobraría muy poco dinero por dirigir y guionizar la película, pues su principal acreedor era la propia Paramount.
Las tres reglas de Coppola y los problemas con la mafia
Francis Ford Coppola tenía tres reglas básicas a seguir para el rodaje de El padrino, todas ellas innegociables:
1. Empezar con el guion acabado.
2. Trabajar sólo con gente de total confianza
3. Rodar de manera que la productora no pudiese cambiarle nada. Coppola acabó reconociendo más adelante que no pudo cumplir ninguna de las tres.
El rodaje había levantado muchas suspicacias entre las familias mafiosas de Nueva York. Estaban nerviosas, querían saber de primera mano cómo iba a presentarlos el cine y no dudaron en utilizar técnicas mafiosas para ello. Incluso el propio Coppola tuvo que pedirle permiso a la mafia para rodar el filme
Coppola y su equipo sufrieron varias veces amenazas de bomba y otros métodos intimidatorios, hasta que el director se vio obligado a negociar con Joe Colombo, el capo de la mafia neoyorkina, para poner fin a las coacciones. Los dos llegaron rápidamente a un acuerdo: las palabras «mafia» y «cosa nostra» se suprimieron del guion para que ninguno de los responsables de la película viera peligrar su vida.
Además Coppola estuvo cinco veces a punto de ser despedido: cuando defendió a Marlon Brando para el papel de Vito Corleone, cuando a la Paramount le entró el pánico por el retraso del rodaje, cuando insistió en rodar una parte en Sicilia,cuando se pasó del presupuesto y cuando dijo que quería una película de más de tres horas de duración.
Robert Evans amenazó varias veces a Coppola con despedirle en mitad del rodaje para sustituirle por Elia Kazan. Lo único que salvó al director fue el Premio Óscar al mejor guion adaptado que acababa de recibir por Patton. Cuando la película ya estaba terminada, Evans amenazó con llevarse el metraje en bruto a Los Ángeles para montarlo él mismo.
«¿Marlon Brando como Vito Corleone? Bajo ningún concepto»
Tanto Francis Ford Coppola como Mario Puzo lo tenían claro desde el principio: Marlon Brando, el ganador del Óscar por La ley del silencio, era el actor ideal para interpretar a don Vito Corleone. Pero la productora quería a Laurence Olivier o a Ernest Borgnine. Incluso se puso sobre la mesa el nombre de Frank Sinatra, el cual conocía el tema a fondo, ya que le unían muchos lazos con la mafia.
Orson Welles, George C. Scott, Burt Lancaster… fueron otros de los pesos pesados del cine que la Paramount barajó para dar vida a Vito Corleone. Pero Coppola solo tenía en mente a Marlon Brando. Y los estudios no querían verle ni en pintura. Se negaban categóricamente a contratar a un actor en horas bajas con muchos fracasos recientes a sus espaldas. Además, se había ganado la fama de actor difícil de dirigir y problemático en los rodajes.
Sin embargo, a Coppola nadie le ganaba a testarudo y se mantuvo firme en su elección original. Y no paró de insistir hasta que Paramount contrató a Marlon Brando para encarnar a don Vito Corleone. Después de ver un ensayo, uno de los productores se quedó prendado por su interpretación inconmensurable.
Coppola tuvo que ceder a tres condiciones para que los productores aceptasen contratar a Marlon Brando: El actor trabajaría por el salario mínimo, pagaría de su bolsillo en caso de producirse un retraso en el rodaje por su culpa y tendría que hacer una prueba de cámara, algo que Brando llevaba mucho tiempo sin hacer.
Cuando Coppola fue a su casa para grabarle, Brando se presentó con el pelo largo y vestido de corto. El director estuvo a punto de desmayarse cuando lo vio de esa guisa. Pero Brando, incluso en su peor momento profesional, sacó al gran actor que llevaba dentro. Oscureció su pelo con betún y se llenó la boca de papel higiénico, mientras no paraba de repetir: «Es un bulldog. Parece malo, pero en el fondo es cariñoso». En esa misma sesión, Brando improvisó la voz rasgada del padrino y su forma tan peculiar de mover las manos. El propio Brando fue el que se inventó el aspecto de Vito Corleone, una de las claves fundamentales del gran éxito de su interpretación. Cuando Coppola le enseñó la prueba a Buldhorn, sin revelarle, por supuesto, de qué actor se trataba, el magnate exclamó: «¿Quién coño es este viejo? ¡Es fantástico!».
El texto que Brando ensayó en su prueba de cámara es el que abre la película: la conversación entre el funerario Bonasera y Corleone. Albert Ruddy perdió con Coppola 200 dólares. El productor se los había apostado porque pensaba que la Paramount no permitiría que Marlon Brando trabajase en la película.
Marlon Brando trabajó en la película un total de seis semanas. Brando tenía 47 años cuando interpretó a Vito Corleone, un personaje de 53 años al comienzo de la historia y que fallece a los 62 años.
El actor puso de los nervios a casi todos, salvo a Coppola. Su empecinamiento por no querer memorizar sus frases en favor de la espontaneidad casi le cuesta un disgusto. Siguiendo el estilo basado en la improvisación del Actor’s Studio en el que se formó, Brando se negó a aprender los diálogos y, en su lugar, empleó letreros con estos durante el rodaje.
El director se sumó al peculiar método de Brando y organizó sesiones de ensayo basadas en la improvisación, en las que los actores se sentaban a comer en una mesa como si fueran una familia real. La única regla era que no podían salirse del personaje, ya que Coppola buscaba establecer un ambiente familiar en el rodaje.
De hecho, la improvisación de algunos actores fue una de las claves del éxito de la película. El ímpetu de Brando se contagió al resto del elenco, hasta el punto de que a uno de ellos, James Caan, se le fue de las manos una escena. Tan impregnado estaba por la violencia de su personaje, Sonny Corleone, que en la escena en la que propina una paliza a su cuñado maltratador, Gianni Russo, tuvieron que ser separados para que la cosa no pasara a mayores. Algunos de los puñetazos fueron reales así como el lanzamiento de un palo a la cabeza de Russo que no formaba parte del guion.
Marlon Brando transmitió su buen humor a sus compañeros de reparto. Mientras Brando improvisaba su sorprendente colleja a Al Martino para conseguir que el cantante actuase un poco mejor (el ataque de risa de Robert Duvall en la escena es real). Estas salidas de tono le encantaban al propio Coppola, pero al director de fotografía, Gordon Willis, no le hacían ninguna gracia.
Marlon Brando convirtió a Don Vito Corleone en un mito, a pesar de que la crítica se dividió tras el estreno de la película. Hubo quienes consideraron impostada la voz áspera que utilizó, al tiempo que otros aseguraron que plasmaba a la perfección el cansancio de un hombre abrumado por el poder y sus obligaciones. Sin embargo, la aplastante interpretación de Brando es de las que hacen época. Y eso que solo aparece una hora, aproximadamente, en una película que dura 177 minutos.
Marlon Brando utilizó letreros con sus frases durante el rodaje, ya que prefería la espontaneidad de no memorizar sus frases. Coppola insistía en usarlos porque Brando no memorizaba sus frases. El actor basó la distintiva voz de su personaje, don Vito Corleone, en la del mafioso de la vida real Frank Costello.
En la 45.ª edición de los Óscar, celebrada por la Academia de Artes y Ciencias Cinematogáficas en el Dorothy Chandler Pavilion de Los Ángeles el 27 de marzo de 1973, se cumplieron todos los pronósticos y Marlon Brando consiguió el galardón al mejor actor.
Sacheen Littlefeather, activista de los derechos civiles de los indígenas estadounidenses, recogió el Premio Óscar en nombre de Marlon Brando y lo rechazó en protesta por el modo en que Hollywood y Estados Unidos habían tratado a los nativos norteamericanos.
«De acuerdo, usaremos al enano»
Al igual que el personaje de Don Vito Corleone, la mayoría de los mejores actores de la época codiciaban el papel de Michael Corleone. Al Pacino, un actor estadounidense de origen italiano que solo había rodado dos películas con anterioridad, no era la primera opción de la Paramount, ni mucho menos, para interpretar al hijo menor del patriarca de los Corleone. Con anterioridad se habían barajado los nombres de grandes estrellas como Warren Beatty, Dustin Hoffman, Robert Redford, Ryan O’Neal, Robert De Niro, Martin Sheen o Jack Nicholson. Este último era uno de los favoritos de los estudios, pero rechazó el papel porque pensaba que el personaje lo debía interpretar un italiano.
Todos los candidatos al papel de Michael Corleone se fueron cayendo del cásting. Quedaban solo cuatro semanas para comenzar el rodaje de la película y los productores seguían sin encontrar al actor idóneo para interpretarlo. Se buscó incluso fuera de Hollywood, siendo el francés Alain Delon la opción que más gustaba a Robert Evans, pero Coppola apostaba únicamente por un casi desconocido Al Pacino.
Al Pacino contaba con el rechazo de la Paramount y también con el de la propia mafia, que no compartía su elección para el papel de Michael Corleone. El favorito de la cúpula de la Cosa Nostra era Paul Newman, según unas conversaciones grabadas por el FBI que vieron la luz años más tarde.
Una vez más Coppola se salió con la suya tras amenazar con dejar la dirección de la película si no se contrataba a Al Pacino. Finalmente, Robert Evans claudicó ante el cineasta: «De acuerdo, usaremos al enano».
El personaje de Michael Corleone convirtió en una gran estrella a Al Pacino con solo 32 años. Su comedida interpretación es sensacional, una de las mejores de su larga y fructífera carrera profesional. Al personaje de Michael Corleone le debe todas las alegrías que le ha dado el mundo del cine. Sin embargo, la popularidad que alcanzó tras la película le costó más de un disgusto y tuvo que aprender a vivir con ella. «Sufrí bastante en aquella época y fui a terapia cinco días a la semana durante 25 años», confesó el legendario actor muchos años después.
Las decisiones de cásting más inesperadas
Conocido por sus caprichos y excentricidades en los rodajes de sus películas, algunos inadmisibles hasta para la más caprichosa de las estrellas y que le convirtieron en una persona indeseable para la mayoría de los estudios de Hollywood, Marlon Brando amenazó con abandonar El Padrino si Burt Reynolds firmaba para participar en la película.
Burt Reynolds era conocedor de la poca o nula consideración que le tenía Marlon Brando, así como de los rumores sobre sus amenazas para evitar que interpretase al futuro capo de los Corleone. Además de rechazar a Coppola, Reynolds también se negó a meterse en la piel de Han Solo en Star Wars (1977), de su amigo George Lucas. Sin embargo, si con el tiempo confesó haberse arrepentido de no haber interpretado el papel de Harrison Ford, nunca hizo lo propio en lo que respecta a su participación en la famosa adaptación del libro de Mario Puzo. Reconoció el rumor del odio de Marlon Brando y su amenaza de renunciar si este aceptaba el papel de Michael Corleone: «Me sentí halagado de que estuviera molesto», dijo Reynolds .
Es evidente que el personaje de Johnny Fontane está basado en Frank Sinatra. Incluso algunos críticos llegaron a afirmar que se trataba de una parodia del famoso actor y cantante estadounidense. El propio Sinatra era consciente de ello y no le hizo ninguna gracia. La Voz llegó a tomar medidas legales para paralizar el rodaje. Afortunadamente, no se salió con la suya. Una noche, Mario Puzo y Al Rudi se lo encontraron en un club nocturno y les gritó «¡Os voy a partir las piernas! ¿Os pasó el FBI información para escribir el puto libro?».
Francis Ford Coppola también veía esa similitud entre Frank Sinatra y Johnny Fontaine. De hecho, para que fuera más realista, el director quería a un cantante verdadero para su personaje y se barajaron los nombres de Eddie Fisher, Frank Avalon, Bobby Vinto. Finalmente, Al Martino fue el elegido.
El actor de la película más cercano a la mafia fue Al Martino, quien interpretó a Johnny Fontane. El cantante, que no había actuado en su vida, trató de convencer a Francis Ford Coppola invitándole a un fin de semana en Las Vegas. La fiesta le salió por un hijo de la cara, pero no surtió ningún efecto. Entonces acudió a su auténtico padrino, el jefe mafioso Russ Rufalino, para que presionara a los productores.
Robert Duvall, Diane Keaton y John Cazale fueron contratados para interpretar a Thomas «Tom» Hagen (hijo adoptivo de los Corleone), Kay Adams y Frederico «Fredo» Corleone, respectivamente.
Robert De Niro fue el primer actor en el que se pensó para interpretar a Sonny, papel que fue a parar a manos de James Caan, e hizo una prueba para este papel que le encantó a Francis Ford Coppola. Nunca sabremos qué hubiera ocurrido si los productores no hubiesen presionado para que Caan trabajase en la película. Lo que sí sabemos, es que no hubiésemos visto la interpretación inmejorable de De Niro como el joven Vito Corleone en El padrino: Parte II. El resultado no pudo ser más fructífero: logró una interpretación memorable, ganó un Óscar al mejor actor de reparto en 1975, se consagró en el mundo del cine y se convirtió en uno de los actores más solicitados del momento.
Francis Ford Coppola consiguió meter a unos cuantos de sus familiares en algunas escenas. Además de a su hermana Talia Shire y sus hijos Gian Carlo y Roman, su padre Carmine Coppola es el gángster que toca el piano durante el montaje de las masacres de Sonny, su madre Italia Coppola y, por supuesto, a su hija pequeña Sofia Coppola. La futura directora de Lost in Translation es el bebé al que bautizan mientras los sicarios de los Corleone masacran a los jefes de las cinco familias. Precisamente, la guerra de las cinco familias es uno de los pilares de El Padrino y comienza cuando Virgil Sollozzo (Alfred Lettieri) ordena matar a Don Vito Corleone por su negativa a relacionarse con las drogas.
Sin embargo, la decisión de cásting más imprevisible de la película fue la del gato que sostiene en su regazo don Vito Corleone. Por más que Francis Ford Coppola afirme una y otra vez que incluyó al animal para mostrar las garras ocultas en el semblante amable del personaje, la verdad es menos pretenciosa: Brando encontró al felino deambulando por el estudio de Paramount, se encariñó con él y se lo llevó al plató. A Marlon se le debían dar muy bien los animales porque. aunque eliminados en el doblaje en castellano, los ronroneos del felino fueron tan intensos que obligaron a Coppola a doblar algunas frases de la escena.