Cultura, Cine y Literatura

«1888. Señorita Julia», una historia para reflexionar sobre las diferencias entre las clases sociales y el amor tóxico

La Señorita Julia es una obra profunda, trágica como pocas, con una dirección impecable y actuaciones extraordinarias de Iria Ares y Xoán Carlos Mejuto (Estudo Momento), para redondear una gran noche de teatro, con una pieza que honra al teatro independiente y que sin duda recomiendo

La Señorita Julia, de Johan August Strindberg, entre el drama y la tragedia

«La señorita Julia» narra la lucha de poder, durante una noche de San Juan, entre dos personajes, Julia y Juan, a los que la desigualdad social les impide avanzar en sus vidas para mejorarlas

La Señorita Julia, de Johan August Strindberg, entre el drama y la tragedia

La señorita Julia narra la lucha de poder, durante una noche de San Juan, entre dos personajes a los que la desigualdad social les impide avanzar en sus vidas para mejorarlas: Julia, una joven aristócrata, de postura idealista, buena posición social y sexualmente igualitaria, y Juan, el criado de su padre. En un ambiente festivo donde las barreras sociales se esfuman por un momento, Julia y Juan bailan y beben, se seducen y manipulan sin ningún tipo de compasión. La señorita Julia es atractiva y de carácter fuerte, tiene unos 25 y ha roto hace muy poco su compromiso de boda con su novio, un buen hombre, aunque no rico, que no aceptaba ser dominado por la chica. Juan es un criado con aspiraciones que representa el mundo verdadero y habitual de la época. Siempre ha estado perdidamente enamorado de la señorita Julia desde niño. Ella no para de comprometerle con palabras, gestos y actitudes hirientes.

La señorita Julia parece una chica que ha sido criada para sentirse superior a los hombres, con la suficiente disposición para llevar ella misma la iniciativa de su relación con Juan. Algo inaudito, impensable e innovador para la sociedad de la época, ya que hasta ese momento era siempre el hombre el que llevaba las riendas en las relaciones amorosas. Sin embargo, al ser este un caso en que la mujer tiene más poder social que el hombre, la señorita Julia piensa que Juan, el criado del que se ha enamorado, va a seguir ese modelo con el que la han educado. Lo que no sabe es que está completamente equivocada y su sirviente no es una persona fácil de doblegar. De esta manera, se puede ver la evolución mediante la cual la señorita Julia cambia sus pensamientos y se empieza a dar cuenta de que también el criado tiene su propio proyecto fundamental y que no se va a dejar manejar nunca por ella.

Tal y como indica el propio subtítulo, La señorita Julia es «una tragedia naturalista». El concepto de tragedia que tenía 1888. Señorita Julia es una versión fresca, rotunda y contemporánea de uno de los grandes clásicos del teatro de todos los tiempos está explicado, aunque da lugar a muchas interpretaciones, en el prólogo de su obra, que él mismo escribió y donde expone algunas de sus principales ideas sobre el teatro. Desde el teatro griego, el concepto clásico de tragedia conlleva la existencia de una fuerza externa que presiona a los personajes protagonistas para que actúen en una dirección anticipada de antemano. En la obra, Julia es una víctima desdichada porque se ve obligada a comportarse con Juan de acuerdo con una ideología contraria a su carácter, guiada por su herencia genética y absorbida por la educación familiar y social que ha recibido. El desenlace final es inevitable. La sociedad corrupta degenera al ser humano, le roba su dignidad y empuja irrefrenable hacia un destino trágico.

«La señorita Julia» se encuentra en el límite de la delgada línea que separa el drama y la tragedia

Sin embargo, la obra se encuentra en el límite de la delgada línea que separa el drama y la tragedia. Por eso intuyo que los comportamientos de Julia y Juan podían haber variado si se lo hubieran propuesto en serio. Creo que con unos pocos cambios habrían evitado el desenlace fatídico para convertirlo solo en una ruptura dolorosa. Pero la obra sería completamente distinta. Strindberg antepuso la tragedia para acentuar su dramatismo y su sensación literaria, ideológica y social, aunque muchos espectadores de la época no entendieron ni aceptaron que Julia cogiera, obligada por su antiguo y tradicional sentido del honor, la navaja barbera que le ofrece Juan. Strindberg oculta la previsible escena final, quizá por un decoro poético que evite el cuadro sangriento de este cruel desenlace. Su propósito principal es obligar al lector o espectador a participar con su imaginación en el ¿absurdo? sacrificio de la protagonista.

La obra es revolucionaria en muchos aspectos: desde muchos puntos de vista: mezcla de drama y tragedia; teatro no dividido en actos, sino en secuencias o escenas que se separan por medio de entreactos (pantomimas y ballets), mezcla de clases sociales…

A la temática general se añade también la autobiográfica. La señorita Julia muestra algunas de las inquietudes personales que tenía Strindberg en el momento que escribió la obra. Una vida peculiar y atormentada que se ven reflejadas con total claridad en sus obras. Incluso durante un tiempo fue incapacitado mentalmente a causa de sus desajustes psíquicos (esquizofrenia, bipolaridad, personalidad antisocial). Estos trastornos le otorgan al grueso de su obra una intensidad y dramatismo especial. Su primera etapa es claramente naturalista y en este periodo uno de sus temas favoritos es el ataque a la institución matrimonial (estuvo casado tres veces y todas ellas fueron un fracaso absoluto). Sobre ello trata en El padre. Pero su obra cumbre de esta etapa y la mejor de toda su creación es La señorita Julia.

1888. Señorita Julia, una versión fresca, rotunda y contemporánea de La señorita Julia de Strindberg

1888. Señorita Julia es una versión fresca, rotunda y contemporánea de la obra más famosa de Johan August Strindberg, uno de los grandes clásicos del teatro de todos los tiempos, donde la lucha de clases, las relaciones de poder, la opresión de la clase alta sobre la clase baja y el amor mórbido están a la orden del día

1888 Señorita Julia presenta una temática muy compleja. Los conflictos entre personas de distintas clases sociales es el tema principal de la obra. El texto, además de hablar sobre la lucha de clases, trata temas tan enrevesados como las relaciones de poder, la opresión de la clase alta sobre la clase baja y como ese encuentro amoroso entre la señorita Julia y Juan puede modificar toda la situación. Esta historia nos enseña que las relaciones de poder pueden cambiar haciendo surgir el rencor de las clases humilladas. El hecho de ser mujer en el siglo XIX es una desventaja manifiesta para Julia, su honor ha sido ultrajado y ya nada será igual que antes. Las preguntas e interrogantes manan sobre el escenario sin cesar. ¿El amor está por encima de las diferencias sociales? ¿Hay alguna manera de volver el tiempo atrás? ¿Debe Julia ceder ante el chantaje de Juan? ¿Será capaz de enfrentarse a su padre por esa razón? ¿Antepondrá su amor enfermizo a su posición social? Serán los propios espectadores, a medida que va avanzando y ganando en emoción la obra, los que tendrán que responder a cada una de estas preguntas que les han formulado los dos protagonistas.

El texto de Strindberg siembra muchas dudas y deja una cantidad importante de incógnitas en el ambiente. Le asigna un aire trágico a los protagonistas, que se encuentran encerrados en una jaula de prejuicios, moral y odio de la que no les será nada fácil escapar. Jamás serán ese pájaro libre que se eleva para surcar los cielos, los mares y las tierras sin que nadie le corte las alas. La dirección de Xoán Carlos Mejuto, un maestro de la escenificación, es minuciosa y brillante en todos los sentidos. Se nota que lleva muchos años ejerciendo su profesión y entiende como pocos los entresijos que rodean al mundo del teatro. La trama está abarrotada de tensión y el interés del espectador se mantiene en todo momento, sobre todo gracias a un guion elaborado, lleno de metáforas que nos dan pistas sobre el pasado, presente y futuro de los protagonistas e inesperados giros dramáticos, que induce a la reflexión y permite ver cómo estas situaciones que se desarrollaban hace 134 años están más vigentes que nunca en estos momentos.

Iria Ares, una actriz que tiene un ímpetu inmanejable y el brillo de las grandes estrellas femeninas del cine clásico de Hollywood, realiza una interpretación impresionante de la señorita Julia y llena el escenario desde el primer momento gracias a una gran entrega física y actoral

Lo más destacable que tiene la pieza son las interpretaciones espectaculares de su pareja protagonista, empezando por Iria Ares, una actriz que tiene un ímpetu incontrolable y el esplendor de las grandes estrellas femeninas del cine clásico de Hollywood (me recuerda mucho, en bastantes ocasiones, a algunas chicas Hitchcock). Iria da vida a una señorita Julia que llena el escenario desde el primer momento con una interpretación impresionante, una entrega física y actoral que me conmueve hasta límites insospechados, unos movimientos perfectamente sincronizados, una belleza arrebatadora, un agradable tono de voz, una fuerza que le sale desde lo más profundo del corazón, un talento artístico genial, un don que solo está al alcance de unas pocas privilegiadas. La actriz gallega se deja la piel sobre el escenario como si le fuera la vida en ello. Sin exagerar un ápice, hacía mucho tiempo que no veía a una intérprete con tanta ilusión, actitud, firmeza y ganas de comerse el mundo como ella.

Me ha sorprendido gratamente la interpretación de Xoán Carlos Mejuto, ya que no se amedrenta en ningún momento ante la interpretación memorable de Iria y encarna de forma magistral a un Juan, por momentos sumiso, por instantes artificioso y por otros insolente. Se compenetran con una facilidad sorprendente forman un solo cuerpo Consigue seguirle la corriente a la protagonista en algunas ocasiones y juntos consiguen escenas cargadas de pasión y de realismo muy difíciles de igualar e incluso de superar. Al ser la obra muy sólida y de gran exigencia para los actores, le permite a Xoán Carlos explotar todo el potencial que lleva dentro. Representar encima de un escenario una relación tan estrecha entre el amor y la locura, con un lacayo ambicioso y la hija desequilibrada de un conde, no es nada sencillo. No obstante, sale airoso al asumir los riesgos de implicarse en una misión demasiado espinosa.

Xoán Carlos Mejuto encarna de manera increíble a un Juan sumiso, artificioso e insolente y su trabajo como director es meticuloso, detallista y extraordinario en todos los aspectos

La escenografía está desprovista de cualquier artificio, hay pocos elementos en escena (ni falta que hacen), el protagonismo lo tiene la palabra, con diálogos muy exuberantes, y el movimiento de dos cuerpos que apenas se quedan quietos durante toda la representación. El momento que han creado de la fusta es, pese a su incuestionable crueldad, mi momento preferido de la obra. La verdad es que me gustó mucho. Esa crudeza palpable no impide que sea el instante más romántico de la representación. Hay que verlo con la mente abierta y no sacarlo fuera de contexto. Iria y Xoán Carlos son dos de los valores más firmes del teatro independiente que existen en nuestro país (apuntan a lo más alto en su profesión), al que han honrado desde el trabajo, el respeto y la profesionalidad. Desde sus inicios, los dos intérpretes gallegos han luchado incansablemente, con una tenacidad digna de admiración, por hacerse un hueco en el mundo del espectáculo. A merced del éxito que han conseguido en cada una de sus representaciones en OFF Latina de Madrid puedo decir sin reserva que lo han conseguido.

Aunque se haya representado infinitas veces, 1888. Señorita Julia es una versión fresca, rotunda y contemporánea de uno de los grandes clásicos del teatro de todos los tiempos, que sobrepasa las expectativas más optimistas. Mediante una adaptación impecable, la obra transmite un vigor y eficacia sensacional, trasladando a la actualidad cuestiones tan delicadas como la lucha de clases, el amor mórbido que en algunas ocasiones puede convertirse en un comportamiento violento y la represión tan férrea que sufre la mujer por culpa de los recelos ocasionados por la sociedad.

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