Cultura, Cine y Literatura

Susana Rizo: «Escribo cuando siento un impulso inexplicable de contar algo»

Entrevista a Susana Rizo, autora de Las vidas que te prometí (Plataforma Editorial, Premio Feel Good 2018) y La memoria del hielo (Ediciones Desnivel, 2021)

Bibliotecaria de profesión y escritora por vocación, Susana es una de de las novelistas españolas más prometedoras del panorama literario actual 

Sus obras destacan por las expresiones directas y simples que utiliza para que cualquier lector pueda entenderlas

Susana Rizo en 2018 cuando recibió el Premio Feel Good por Las vidas que te prometí en CaixaForum

Cuando la escritura acabó siendo expresada en un libro, este tuvo el privilegio de recibir el tiempo, los momentos que los seres humanos eran capaces de apresar para despojarlos del olvido que acarrea la comunicación oral. Esa capacidad que posee la escritura para atrapar el tiempo le concede al libro su naturaleza de elemento del mundo real, aunque sea una realidad de tipo especial. El libro como apoyo y fundamento de la escritura es una forma de capturar el tiempo, el pasado, que gracias al libro puede extenderse al futuro y nos permite conversar, desde el presente, con las épocas ya pasadas. El libro es uno de los grandes inventos de la humanidad. Con él la palabra fue escrita y el conocimiento se difundió de manera universal. 

Para Jorge Luis Borges «De los diversos instrumentos del hombre, el más asombroso es, sin duda, el libro. Los demás son extensiones de su cuerpo. El microscopio, el telescopio, son extensiones de su vista; el teléfono es extensión de la voz; luego tenemos el arado y la espada, extensiones de su brazo. Pero el libro es otra cosa: el libro es una extensión de la memoria y de la imaginación». Así lo transmitió el célebre escritor argentino a los estudiantes de la Universidad de Belgrano (Buenos Aires, Argentina) a finales de los años 70.

Desde 1937, Jorge Luis Borges ejerció la profesión de bibliotecario en la Biblioteca Municipal Miguel Cané, en Buenos Aires, durante casi una década. Hoy en día, hay una habitación que todavía conserva, entre otras cosas, su escritorio, máquina de escribir, fotografías y primeras ediciones de sus libros. Profesionalmente trabajó como catalogador entre 1937 y 1946 y escribió, en sus ratos libres, varias de sus primeras obras. En esa sede se fundó además, en el año 1953, la primera Biblioteca Municipal para Ciegos. Una de sus frases más celebres en alusión a las bibliotecas como profesional es: «Ordenar bibliotecas es ejercer de un modo silencioso el arte de la crítica».

Al ser aceptado como director de la Biblioteca Nacional, cuando quedó ciego escribió el Poema de los dones (1960) en El hacedor:

«Nadie rebaje a lágrima o reproche

esta declaración de la maestría

de Dios, que con magnífica ironía

me dio a la vez los libros y la noche.»

En el mismo Poema de los dones se encuentra esta otra frase:

«Yo, que me figuraba el Paraíso bajo la especie de una biblioteca».

Ernesto Sábato también hizo alusión a Borges como bibliotecario en Uno y el universo, obra de 1945.

«A usted, Borges, heresiarca del arrabal porteño, latinista del lunfardo, suma de infinitos bibliotecarios hipostáticos, mezcla rara de Asia Menor y Palermo, de Chesterton y Carriego, de Kafka y Martín Fierro; a usted, Borges, lo veo ante todo como un Gran Poeta. Y luego, así: arbitrario, genial, tierno, relojero, débil, grande, triunfante, arriesgado, temeroso, fracasado, magnífico, infeliz, limitado, infantil e inmortal».

Las bibliotecas son espacios de lectura y estudio que acercan el conocimiento a las personas y desarrollan una tarea fundamental para evitar que la lectura caiga en el olvido sepultada por la ignorancia

Por supuesto que no me olvido de La biblioteca de Babel, uno de los cuentos más influyentes en lengua española, publicado por primera vez en la colección de relatos El jardín de senderos que se bifurcan (1941), colección que más tarde fue incluida en Ficciones (1944). La biblioteca en el imaginario de Borges parece ser infinita a la vista de un ser humano común, pero al tener un límite de 410 páginas por libro, 40 renglones por página y 80 símbolos por renglón, el número de posibilidades es extenso pero limitado. El relato es la reflexión de un universo compuesto de una biblioteca con todos los libros posibles, en el cual están arbitrariamente ordenados, o sin orden, y prioritario al hombre.

Las bibliotecas acercan el conocimiento a las personas, les ofrecen un espacio de lectura y estudio confortable, y desarrollan una tarea fundamental para evitar que la lectura caiga en el olvido sepultada por la ignorancia. La figura del bibliotecario aparece para que esa labor llegue a buen puerto. Los bibliotecarios ejercen muchas y variadas funciones. Más allá de facilitarles a los ciudadanos el acceso a la razón, ofrecen valor añadido a las búsquedas de información con criterios de relevancia y pertinencia. Forman a los usuarios preparándolos para identificar sus necesidades de comunicación. Para conseguirlo aplican estrategias de dinamización cultural y de lectura. Esta reflexión me lleva a recordar otras palabras de Jorge Luis Borges: «Quizá me engañen la vejez y el temor, pero sospecho que la especie humana, la única, está por extinguirse y que la biblioteca perdurará: iluminada, solitaria, infinita, perfectamente inmóvil, armada de volúmenes preciosos, inútil, incorruptible, secreta».

Susana Rizo trabaja como bibliotecaria en la Biblioteca Abelló de Barcelona y su pasión es escribir

Susana Rizo (Barcelona, 1972) se pasa el día entre libros. Trabaja como bibliotecaria en la red de bibliotecas públicas de Barcelona desde hace 25 años (actualmente realiza su labor en la Biblioteca Montserrat Abelló de Barcelona). Le encanta la sensación de coger un libro, sentir el tacto en las yemas de los dedos acariciando sus páginas (ya que pasar las páginas de un libro es acariciar el tiempo), terminar una historia fascinante, recordar lo leído durante toda la vida. Susana también ha sido guía en museos de arte contemporáneo y precolombino. Sin embargo, su gran pasión es escribir y en zendalibros.com tiene un blog, Detrás de las palabras, donde da rienda suelta a toda la imaginación y creatividad que lleva dentro, la mejor manera de conectar con los lectores. Porque el objetivo de cualquier escritor es adaptarse en la medida de lo posible a su público objetivo para que su obra literaria sea consumida por una audiencia lo más amplia posible.

Desde hace unos años están apareciendo en el panorama literario español muchas mujeres jóvenes de potencial indudable, con unas evidentes muestras de talento que no hacen sino predecir un futuro halagüeño para cada una de ellas. Dentro de este prometedor grupo de escritoras destaca y brilla con luz propia Susana, todo un ejemplo de escritora joven y cautivadora. Su dominio de la palabra la ha convertido en una de las escritoras españolas más prometedoras. A pesar de su juventud, ya cuenta en su trayectoria con dos novelas (la forma literaria por excelencia desde finales del siglo XIX, gracias a Gustave Flaubert) publicadas: Las vidas que te prometí (Plataforma Editorial, Premio Feel Good 2018) y La memoria del hielo (Ediciones Desnivel, 2021). Sus obras destacan por su combinación de calidad literaria, su reflejo acertado de estos tiempos de cambios y capacidad para explicarlos, su compendio de todas las frustraciones, represiones y anhelos de los seres humanos, y una condensación de pasado, presente y futuro sobre el mundo real, que cuestiona los sinuosos derroteros de la vida. El estilo de un escritor es el resultado que se plasma en su manera de escribir y Susana utiliza expresiones directas y simples para que cualquier persona pueda entenderla. Apunta el nombre de esta escritora porque va a sonar con mucha fuerza durante las próximas décadas. 

Susana Rizo, una «historiadora del arte-documentalista y prisionera de Zenda desde sus orígenes»

Susana se define como una «historiadora del arte-documentalista y prisionera de Zenda desde sus orígenes». Para ella escribir «es un reto constante, y este lugar (en referencia a su trabajo en Zenda libros) es el mejor para aprender, pues estoy rodeada de maestros». La humildad es otra de sus señas de identidad. Una cualidad que le sirve, básicamente, para aprender y mejorar. Ser consciente de que está en medio de un largo camino, subiendo la montaña (cuya cima todavía no ha alcanzado), la ayuda a tener paciencia, a aceptar consejos, a buscar críticas. La impulsa a integrarse en un grupo de gente que escribe, a leer, a tener en cuenta las opiniones ajenas y a cultivarse. La humildad a veces se menosprecia, se considera erróneamente una debilidad. Sin embargo, carecer de esta virtud cierra la puerta a todo avance personal, ya que para aprender, primero tienes que pensar que no sabes. La humildad es una cualidad olvidada en el mundo contemporáneo, donde triunfa el teatro de la apariencia. Esta virtud le ha permitido a Susana tomar la medida de todo lo que le falta por profundizar y la senda que aún le queda por recorrer. Al no pensar en sí misma como el centro del universo, se abre con más facilidad a los demás y le permite ser consciente de la interconexión que existe entre todas las personas.

He mantenido un encuentro interesante con una mujer muy cultural y polifacética a la que admiro desde hace mucho tiempo, con la que tengo bastantes aficiones en común. Me encanta la forma en la que Susana combina su trabajo entre letras en diversas vertientes apoyándose en la fantasía, los buenos libros y las grandes ideas. Muchas gracias, Susana, por el tiempo que le has dedicado a la entrevista y ha Christophe Jacrot por cedernos algunas de sus impresionantes fotografías para ilustrarla.

Susana Rizo, todo un ejemplo de escritora joven y cautivadora
Retrato de Laia Sabaté 

P. ¿Qué significa para ti la literatura?

R. Es como abrir una puerta a un misterio que ha latido en el corazón de alguien, que vas a hacer tuyo en el momento en que traspasas la primera página y percibes como tu espacio se va haciendo más grande. Es una aventura sublime, y una oportunidad para ser feliz.  

P. ¿Cuándo empezaste a escribir? ¿Recuerdas cuál fue tu primera historia?

R. Empecé a escribir cuentos cuando tenía seis o siete años. No sé si me gustaba más dibujar o escribir, pero la imaginación encontró su salida ahí. Recuerdo que eran series pretendidamente policíacas cuyo protagonista era un pez con poderes. 

P. ¿Recuerdas el primer libro que leíste? 

R. Tintín en el Tíbet, Ahí empezó todo. El mundo que yo quería vivir estaba ahí, en esos nítidos dibujos donde había tipos leales y valientes. Luego vinieron las historias de Enyd Blyton, Andersen, Saint Exuphery… y más tarde descubrí en la biblioteca de mi abuela –donde habitaban entre otros muchos Delibes, Pla y Galdós–, que lo que yo consideraba un universo solo para niños seguía siendo el lugar favorito de los mayores.

El capitan Haddock es el personaje literario que le hubiera gustado crear a Susana Rizo

P. ¿Qué personaje de un libro te hubiera gustado crear y conocer?

R. Sin duda al carismático capitan Haddock. Hubiera compartido con él whisky Lochmond y le hubiera acompañado a buscar el Unicornio de su antepasado, el caballero de Hadoque.

P. ¿Cómo describirías tu rutina de escritura? 

R. Muy irregular, lamentablemente. No puedo dedicarme de pleno a este maravilloso oficio que exige de muchas horas al día y una disciplina férrea. Intento escribir a diario, eso sí, no me confío de lo que he podido lograr en otros escritos. El nivel de exigencia que me autoimpongo es muy alto, especialmente porque debo concentrarlo en escasas horas al día, o a la semana según el momento. No soy conocida, ni tampoco lo son en exceso mis libros, así que intento persistir, como me aconsejó mi maestro Mauricio Wiesenthal: «tallando cada escrito como si fuera una escalera de cristal».

Susana Rizo con su perrita Kira

P. ¿Hay algún detonante que te motive a escribir una determinada historia?

R. Las fotografías son muy poderosas a la hora de inspirarme. Otras veces es un instante, algo que observo en la calle, una mirada, una escena en la que todo parece detenerse. Un pensamiento fugaz que se queda «bailando», mientras algo va dibujando imágenes en movimiento, en mi mente. Si esa idea, o esa imagen, regresan a mí de forma reiterada, lo que intento es darle forma. Tiro del hilo, a ver dónde me lleva. Luego tengo que recrear la ambientación, y para ello inicio un proceso de documentación enorme, entre libros que saco de la biblioteca, e información que procuro que sea fiable de Internet. Tengo que llenarme de los lugares que voy a describir para poder vivirlos en primera persona. Experimentar lo que mis futuros personajes podrían ver, notar, sentir. A veces pienso que está encerrado en la imagen, en la canción, o el instante que me lo ha motivado. Pero, en realidad, estaba dentro de mí.

P. ¿Sueles combinar los hábitos analógicos y digitales al poner en palabras lo que deseas escribir?

R. Escribo primero en una libreta a mano y luego en el ordenador, donde intento organizar el caos de ideas que tengo anotadas. Escribir a mano da tiempo para pensar en la forma de aquello que se escribe, recapacitar un poco más. No soy mucho de las nuevas tecnologías, y con la expresión «nuevas» ya te lo digo todo. Estoy a punto de cambiarme a un móvil de los de toda la vida, con teclado analógico. No me pongo al día con ninguna de de las novedades porque a los pocos meses ya están pasadas de moda.

P. ¿Tienes alguna manía a la hora de escribir?

R. Nunca falta la taza especial con Cola Cao lleno de grumitos y varias galletas. Es un placer de dioses empezar a escribir así. Mi principal manía es que necesito mucho silencio, excepto cuando la historia requiere de su banda sonora, entonces recurro a la música. 

La noche, junto a su biblioteca y una figura de Tintín, es el momento favorito de Susana Rizo para escribir

P. ¿Cuál es tu lugar y momento favorito para escribir?

R. Junto a mi biblioteca, cerca de una figura que tengo de Tintín. El momento ideal es siempre la noche. Aunque sueño con poder escribir algún día en esos rincones tipo escocés, vetustos, con mucha madera y las vistas hacia un bosque y verdes colinas, como la casa donde Stevenson escribió La isla del tesoro, en Braemar. 

P. Desde hace unos años casi todo el mundo se ha puesto a escribir microrrelatos en sus redes sociales, parece ser que ha resucitado el fenómeno de la literatura romántica y el cómic es el género del que viven una buena parte de las librerías, ¿hasta qué punto se puede decir que la literatura conserva ese espíritu de libertad o de creación alejado de las modas y de los medios de comunicación?

R. Siempre hay diamantes que buscan recorrer su camino alejándose de las corrientes de pensamiento correcto o las modas, pero me parece que ahora lo tienen mucho más difícil que antes. No sé si son buenos tiempos para ser libre en este sentido, paradójicamente cuando se supone que deberíamos disfrutar de ese derecho mucho más que en otras épocas. Siempre he tenido la sensación de que alguien que crea, un artista, necesita soledad para intimidar con la historia que está escribiendo, pero sobre todo libertad para que exista una relación pura, al margen de lo que esté pasando en el mundo. Pienso que los lectores valoran la valentía y esa honestidad, que se palpan. 

Claro que hay fórmulas que funcionan, el tuit y la polémica de turno, la noticia reiterada. Pero no necesariamente se aplaude aquello que se impone. Aunque con dificultades para moverse en la jungla de la sobreinformación y las nuevas corrientes sectarias ideológicas, lo que es bueno siempre acaba sobresaliendo y siendo reconocido, tarde o temprano. Y lo que era mediano, mediocre, se vuelve a fundir con el resto, y se olvida. La buena literatura conserva intacto ese espíritu, porque sin él, no sobreviviría. No existirían los hobbits, Pedro Páramo, el Mochuelo, Sherlock Holmes, don Quijote, la Regenta, el Cid, Alicia o Jack el destripador. Eso sobrevive, de momento, a todos los tiempos porque conecta con lo verdadero que hay en nosotros. Esa pieza primaria que actúa como resorte de las emociones. 

P. Si pudieses cambiar algo en este mundo a través de tus obras, ¿qué sería?

R. Devolver la ilusión, no una fugaz, sino la que tienen los niños, con esa curiosidad insaciable, sin prejuicios. Que de un libro se saliera siendo mejor persona, y sabiéndose parte de ese todo que armoniza, incluso en el caos, con la naturaleza. Me gustaría que nos diéramos cuenta de que la gran mayoría de las cosas que ocasionan malestar no valen la pena. Cambiaría la prisa enfermiza por una pausa. La vida lenta, que predicaba Josep Pla.

P. ¿Qué opinión te merece el libro digital?

R. Creo que es una buena alternativa para quien no pueda acumular libros por motivos de falta de espacio, o cuando se viaja. Pero, personalmente, considero que no hay nada como la belleza de un libro, el olor, su textura, el sonido mágico al pasar las páginas… Todo ello forma parte de la experiencia de la lectura, del viaje sensorial, en definitiva. 

Susana Rizo junto a Arturo Pérez-Reverte, uno de sus escritores favoritos

P. ¿Quiénes son tus escritores favoritos?

R. Arturo Pérez-Reverte, Mauricio Wiesenthal, Stephan Zweig, Juan Marsé, Miguel Delibes, Agatha Christie, Antonio Machado, Julio Verne, Miguel de Cervantes, Montserrat Claros, J. K. Rowling, Margaret Atwood… No acabaría.

P. ¿Cuáles son los géneros literarios que más te gustan?

R. Aunque me gustan absolutamente todos, me decanto un poco más por la aventura, la evasión, el misterio, y los libros de historia.  

P. ¿Qué estás leyendo en estos momentos?

R. Luz de vísperas, de Mauricio Wiesenthal, un espléndido viaje a los últimos días de la Europa ilustrada, y he empezado Seres solitarios de Javier Sánchez-Monge, estremecedor relato que recoge sus vivencias en algunos de los lugares más peligrosos de la Tierra. En la mesilla de noche tengo las Meditaciones de Marco Aurelio, al que siempre dedico unos minutos.   

Susana Rizo posando con La memoria de hielo junto a la escritora Montserrat Claros

P. ¿Cómo está el panorama editorial actual en España? 

R. En pujanza, creo, desde la pandemia. Muchas personas empezaron a leer, o aumentaron el tiempo de lectura con el confinamiento. Debe ser una de las pocas cosas buenas que pudimos sacar de estos años de pesadilla. A nivel de empresas editoriales veo mucha competitividad y que las pequeñas editoriales tienen que sudar para conseguir su lugar en medio de los gigantes. Es muy difícil para un escritor novel moverse en ese mundo, se editan muchísimos libros, pero muy pocos persisten en esa continua ebullición de novedades. Los escritores peleamos porque nuestras obras tengan vida, la mayor posible, y a veces puede ser frustrante. El apoyo de cualquier editorial debería ser persistentemente fiel con el autor, pues ellas, por pequeñas que sean, pueden llegar donde uno no llega.

P. ¿Qué opinas de las nuevas formas de expresión y comunicación escritas que dominan las sociedades actuales: páginas web, chats, videojuegos en grupo, mensajería compulsiva, comunicación en redes sociales, emoticonos, escritura multimodal…?

R. Que es demasiado, ya solo de escucharte citar todos esos nombres siento confusión (el último no sé ni lo que es). Estamos casi todos enredados y perdemos miles de horas. Nos han tomado bien la medida. Hay que hacer un ejercicio consciente para alejarse del foco que te dice dónde y cómo hay que mirar, e intentar abarcar el contexto general, alejado de la corriente (y de la corriente que te dicen que es la alejada también). Es difícil. Bien usados, estos medios de expresión son muy buenos, pero ya se encargan «ellos» (no sé quiénes son esos «tiburones abisales») de que se genere cada vez más ansiedad por el like, follow, emoticono. Deben ser cosas calculadas desde algún microcomputador, porque la ira, la frustración o la satisfacción deben tener su traducción en algún lugar donde haya beneficios económicos o de otra índole. Hay un momento transitorio de felicidad, y luego de bajón si no hay una continuidad, así que el bucle está garantizado. Los neurofisiólogos dicen que se producen descargas cerebrales de dopamina, por lo que actuarían como una droga. 

Insisto, llevándolas a tu terreno, con cierta mesura y audacia, son herramientas extraordinarias para conectar personas con intereses comunes, y difundir conocimiento si se sabe discernir las fuentes. Lo que pasa es que siempre hay que volver hacia arriba, afuera. A la naturaleza, a los seres queridos, a los libros o la música… La paz que regalan es gratis, y permanece. No es que lo otro no sea verdadero (o no del todo, al menos). Es que es mucho más estresante. 

Portada de Las vidas que te prometí, la ópera prima de Susana Rizo

P. Tu primera novela fue Las vidas que te prometí (Plataforma Editorial, 2018), ¿cuál es el mensaje principal de esta obra?

R. Que el amor y la amistad son lo único que se necesita para lograr la plenitud en esta vida. También que los mayores son lo más importante que tenemos. Ellos conocen los entresijos de la existencia, los secretos, y son quienes mejor nos pueden contar de qué va todo esto, qué es lo importante y lo que no lo es. Muchas veces son los niños los que más y mejor saben escucharlos, por eso quise que ambos fueran los protagonistas en esta historia.  Los dos tiempos se funden y en medio está nuestra ansia, primero por llegar a un extremo del círculo, y luego por regresar al contrario (a veces, no siempre). Hay dos frases que resumen lo que quise transmitir: «Ser feliz o dar felicidad consistía en cosas simples e insignificantes, y enormes a la vez» y «Solemos quedarnos con el final de las historias, pensaba ella. Aunque, en realidad, un mal final no quita lo bueno que fue el mientras tanto».

P. La novela se basa en el proyecto que se inició hace unos años de crear guarderías en las residencias para mayores, por los beneficios que unos reportaban los unos a los otros. ¿Cómo tuviste conocimiento de esta noticia?

R. Antes de empezar a escribirla tenía claro que mi protagonista iba a ser una persona mayor, quería dedicárselo a mi madre que había pasado mucho tiempo en hospitales. Encontré un video conmovedor de un proyecto llamado Present Perfect que se estaba llevando a cabo en una residencia de Seattle donde niños y ancianos convivían varias horas al día. En los extremos de la vida compartían inicios en el final, y finales en el inicio. Era magia pura ver como las miradas apagadas de los ancianos se encendían de nuevo cuando alguien les cogía de la mano sin lástima ni compasión, solo por el afán de compartir y de comunicarse, de agradar. Era impresionante. Cada fotograma era una historia (te recomiendo encarecidamente que lo veas, la autora es Evan Briggs). Y eso es lo que me dispuse a hacer, para ofrecer mi particular homenaje a las personas mayores, en ese tiempo, en presente perfecto. 

Susana Rizo firmando ejemplares incansablemente de La vida que te prometí

P. Además de ser un homenaje emotivo a las personas mayores, ¿estás de acuerdo conmigo en que los temas principales de Las vidas que te prometí son la soledad y la nostalgia?

R. Y la vida, y el amor, la amistad, la lealtad, la esperanza, la ilusión… 

P. ¿Qué reflexiones optimistas podemos sacar de esta obra?

R. Que este momento, este mismo en el que tú y yo hablamos, es especial, pues es cuanto tenemos. Existe un equilibrio. Y solo cuando somos capaces de darnos cuenta de que la mayor parte de las veces es el marasmo de pensamientos lo que nos causa dolor, vemos lo que tenemos delante. Si aceptamos eso que nos trae la vida, la pérdida de gestos, podemos ser libres. Mi protagonista emprende lo más valeroso de su vida casi a los noventa años. Esta sociedad solo parece ensalzar al fuerte, al que triunfa, y luego lo desecha casi de igual modo que lo ha encumbrado, salvo excepciones. Tiene demasiado asociado a rechazo y negatividad lo que es el final. Una masa, sin identidad, y eso no me gusta. Estoy hablando de estar constantemente anestesiados ante los avatares que nos reserva la vida, y especialmente ahora (pandemias, guerras…). 

Lo más optimista que puedes sacar de este libro es que mis protagonistas no desperdician ni un momento del milagro de existir y respirar. Son libres. Los niños persiguen sus sueños, y mis mayores (porque para mí los numerosos y variopintos protagonistas ya son viejos amigos) los recuperan gracias a ellos. Decía Marco Aurelio que «Aunque debieras vivir tres mil años y otras tantas veces diez mil, no obstante recuerda que nadie pierde otra vida que la vive, ni vive otra que la que pierde. En consecuencia, lo más largo y lo más corto confluyen en un mismo punto. El presente, en efecto, es igual para todos…». Juanma, seize the moment, aún tienes la vida. 

P. ¿Estás realizando alguna obra literaria en la actualidad? ¿De qué tipo? ¿Nos puedes avanzar parte del argumento?

R. Sí, empecé dos, y estoy esperando a ver cuál de las dos me va a guiar mejor en este momento, pues dejaré que la historia decida por mí. Una discurre en Escocia, conozco esa tierra y es fascinante, siempre he querido escribir una aventura ambientada allí. Pero hay otra idea que me tira con fuerza y es, sencillamente, contar sensaciones y percepciones sobre lo que ha sido mi reencuentro con la vida, tras la pandemia. Tengo además una obra pendiente. Una dedicatoria para una amiga que perdí durante la tercera oleada del COVID. Cumpliré mi promesa, pero aún no ha llegado el momento. 

P. ¿Podrías desvelarnos qué temas te gustaría tratar en tus obras que todavía no hayas utilizado?

R. Aventura. Intriga. Misterio. Son los géneros con los que más he disfrutado leyendo. En mi segunda novela me han comentado que hago pasar miedo en algún momento y me doy cuenta que precisamente recreando esas escenas de cierto terror me lo pasé en grande. A ver si soy capaz de provocar lo mismo de nuevo. 

Susana Rizo con Mauricio Wiesenthal, un escritor español de origen alemán, al que ha tenido el privilegio de entrevistar

P. También formas parte del equipo de colaboradores de la revista literaria digital Zenda. Autores, libros y compañía. ¿En qué consisten tus colaboraciones para esta prestigiosa editorial?

R. En ocasiones hago escritos sobre temas que me conmueven, y procuro volcar ahí todo mi sentimiento. La mayoría de veces dedico ese espacio para hacer reseñas de libros que suelo acompañar con entrevistas a sus autores. Intento trabajar de forma muy minuciosa, haciendo auténticas inmersiones en la obra de la persona a la que voy a entrevistar, para poder ver lo que hay detrás de sus palabras (así se llama mi blog en Zenda Detrás de las palabras

). Quiero conocer a la persona que entrevisto para ver sus razones, navegar a través de las capas de lo que he leído y llegar al intríngulis. Una labor detectivesca que me apasiona. Suelo tardar un mes en ese proceso, hasta que digo «lo tengo». Puedo detectar una frase, un giro, donde he podido ver el argumento entero de la obra, el motor. Y lo mismo me sucede con su creador «ya te tengo», me digo a veces. Me gusta arriesgar. Sigo el lema de la aventura, que es estandarte en Zenda. En esta nave no hago ningún encargo, voy por libre. Siempre busco algo que me atrape… Y me gusta que no sea fácil. 

Una de las entrevistas de las que estoy más orgullosa es la que me concedió el prestigioso fotógrafo Steve McCurry. Me fascinaba desde que contemplé su icónico retrato de la La niña afgana. Tardé tres años en conseguir que me respondieran desde su agencia, pero valió la pena. Fue un verdadero placer hablar con él. También he entrevistado a artistas como David Knopfler, Albert Boadella o Gerónimo Rauch, a exploradores como John Geiger, Sebastián Álvaro y Michael Muller, a escritores como Arthur Golden, Slavenka Drakulic, Lisa Tuttle y Nawal El Saadawi, y a otros muy destacados autores de nuestro país como Juan José Millás, Mauricio Wiesenthal, Montserrat Claros, Rosa Montero, Juan Eslava Galán, hasta a verdaderos santos, como el Padre Ángel.

P. El cine es otra de tus grandes pasiones. ¿Cómo ha afectado e incluido el cine en tus obras?

R. Me ha influido absolutamente en todo. Recuerdo el Cine NIC con los cartuchos de Disney –aún conservo aquel aparato–, y posteriormente todo el cine clásico (Harold Lloyd o Alfred Hitchcock) que veíamos en televisión. Luego llegaron otras, especialmente las de Steven Spielberg; todo ello fue también el germen que alimentó mi esfera imaginativa. Su inclusión en las historias que he escrito, especialmente la segunda novela, está en todo lo que consigo a nivel sensorial y visual. De igual modo que yo veo lo que sucede en las páginas que elaboro, los demás también lo tienen que ver y experimentar. La música, los movimientos de la cámara, el silencio, el color, los focos, la forma y posición de los elementos y la interpretación de los mismos entra en el baile de mis palabras para que suceda «el milagro». Hay que traspasar la piel del espectador en pantalla o en un folio. Y eso se hace conjugando varios sentidos a la vez. Todos esos miles de películas están en mi imaginario y me sacan de los callejones sin salida en los que, a veces, uno se mete sin darse cuenta mientras escribe. 

P. ¿Te gustaría ver alguna de tus novelas adaptada a la gran pantalla?

R. Me encantaría. Las vidas que te prometí (Ed. Plataforma, 2018) sería una historia sencilla, en la que solo se necesitaría un escenario (la sala de nogal que imaginé en la residencia que denominé El Hogar). Sería precioso ver recreada esa amistad sin dobleces entre mis protagonistas, Max e Ingrid, y la danza de los secundarios, que están llenos de historias entrañables. Además, no podría ser más actual con lo que ha sucedido con nuestros mayores durante la pandemia. En cuanto a La memoria del hielo (Ed. Desnivel, 2021), cuando la escribía pensaba en lo interesante que sería ver todo el universo recreado en la gran pantalla, en un escenario tan extremo como es la ciudad siberiana de Norilsk y sus alrededores de tundra y taiga, donde está prohibido filmar, pero el cine haría su magia. Además, salvo un documental de Natalia Meshchaninova titulado The Hope Factory, que yo sepa no se ha ambientado ninguna película en aquel remoto e inhóspito lugar. 

Clint Eastwood, uno de los directores de cine favoritos de Susana Rizo

P. ¿Cuáles son tus directores favoritos?

R. Steven Spielberg, Woody Allen, Billy Wilder, Joseph Mankiewicz, Stanley Donen, Woody Allen, Clint Eastwood, Ridley Scott, Peter Weir, Barbara Streisand, Alejandro Amenábar, James Cameron, Alfonso Cuarón, Guillermo del Toro, José Luis Garci, Tim Burton, Mira Nair…

Gregory Peck, uno de los actores que más le gustan a Susana Rizo

P. ¿Cuáles son tus actores favoritos?

R. George Sanders, Gregory Peck, Cary Grant, Gene Hackman, Gene Kelly, Tom Hanks, Jeremy Irons, Gary Oldman, Mads Mikkelsen, Ralph Fiennes, Al Pacino, Eduard Fernández, Harrison Ford, Geoffrey Rush, Karra Ejalde, Benedict Cumberbatch…

P. ¿Cuáles son tus actrices favoritas?

Susana Rizo siente devoción por Esther Williams, la célebre protagonista de Escuela de sirenas

R. Esther Williams (¡mil gracias por el artículo que le dedicaste!), Bette Davis, Barbara Stanwyck, Gene Tierney, Saoirse Ronan, Jennifer Lawrence, Meryl Streep, Elisabeth Moss, Elisabeth Taylor, Cate Blanchett, Kate Winslet, Judi Dench, Carmen Machi, Maribel Verdú… 

Gene Kelly y Leslie Caron en una fotografía publicitaria de Un americano en París (1951), de Vincente Minnelli, uno de los filmes predilectos de Susana Rizo

P. ¿Cuáles son tus géneros y películas favoritas?

R. El cine de animación Disney-Pixar, el de Miyazaki, y el de Tomm More, y también me fascinan las películas del Hollywood clásico de Joseph L. Mankiewicz, William Wyler, Leo McCarey, Vincente Minnelli, George Sidney y Michael Curtiz. Mi otra gran debilidad es el cine de evasión, de aventuras. Para mí, pocas cosas hay como ver entrar el crucero imperial en la galaxia de George Lucas, o ver cómo se funde la montaña de Paramount con la que está a punto de explorar Indiana Jones en la magistral saga que creó Spielberg. De películas favoritas, por decirte algunas, Un americano en París, Tiburón, Los puentes de Madison, Gran Torino, Escuela de sirenas, La ventana indiscreta, Navidades blancas, Eva al desnudo, Pesadilla antes de Navidad, Matar a un ruiseñor, Alien, Master and Commander, El fantasma y la señora Muir

Portada de La memoria del hielo, la segunda novela publicada por Susana Rizo

P. Ediciones Desnivel estrenó en noviembre de 2021 una nueva colección titulada Más allá de las montañas con la intención de «desdibujar las líneas que nos definen para recorrer nuevos caminos de la mano de historias que nos enamoren». Tu segunda obra, La memoria del hielo, da inicio a esta línea editorial con la Unión Soviética y los gulags como trasfondo. ¿Cómo han reaccionado los lectores a una novela ambientada en Rusia con los tiempos tan revueltos que nos han tocado vivir en todo lo relacionado con este país?

R. Es que creo que aún no está siendo lo suficientemente conocida, y me encantaría que eso cambiara, porque lo que he recibido de los lectores que la han leído es fascinación por la historia que he escrito, al margen del desastre de la guerra que estamos viviendo. Yo hablo ahí sin complejos de lo que he podido conocer, de las sombras del gulag, las convulsiones de la nueva Rusia y el fin de la URSS de los tiempos de Yeltsin, ese viaje entre los años 30 y 90 del siglo pasado, que son los momentos entre los que está ambientada la novela. Me han preguntado si estoy vendiendo más dada la situación. Pero no, en absoluto. La historia se creó en pandemia, no tenía ni idea de lo que iba a acontecer en el mundo y de verdad, lo digo para animar a que quienes aún no la conocen, la lean sin prejuicios. Es una absurdez rechazar lo que procede o está ambientado allí. Personalmente, siempre he sentido respeto y admiración por la cultura rusa, e interés por conocer más de su difícil historia. Profundizar en esa tristeza contenida que traslucen sus obras literarias, el espíritu del sacrificio. La resignación, el orgullo. No tengo nada en contra de ese país, lo tengo en contra de un tipo que, por alguna clase de complejo o psicopatía, como muchos megalómanos, ha decidido corregir ciertas frustraciones a base de bombazos (para al final acabar en otro búnker, como aquel otro criminal que de «raza aria» no tenía nada). Son, somos, los peones bajo la lluvia. Ya sabemos quiénes se cubrirán bajo el tablero. 

Por cierto, La novela pasó seis meses de viaje para llegar a su ciudad natal, Norilsk, porque me la pidieron desde su Museo de Historia para traducirla al ruso. Es todo un honor, y una odisea lo que ha vivido esta novela para cruzar Rusia y Siberia en mitad de esta guerra, más cuando llegar a Norilsk, donde no hay carreteras, tan solo es accesible por mar ártico y por avión que muchas veces no puede despegar por la ventisca (además, la entrada a esta ciudad está absolutamente prohibida a los extranjeros). Estoy muy orgullosa de la proeza que logramos con Desnivel y de que la vayan a traducir al ruso, aunque sea de forma clandestina y solo vayan a leerla los trabajadores de ese museo. En mi comunicación epistolar con ellos he percibido que esta cruenta guerra les ha afectado mucho, pero no pueden manifestarlo abiertamente. Ya se sabe lo que sucede con quienes lo hacen. La novela también viajó hasta la Antártida, gracias a mi buen amigo el aventurero Sebastián Álvaro, quien se la llevó hasta aquellos lejanos hielos y recitó el poema que escribí para la novela ¡Fue alucinante! Esta novela ha cruzado los dos círculos polares…

Sebastián Álvaro con Susana Rizo en la presentación de su libro La memoria del hielo en la Librería Desnivel (octubre 2022)

P. ¿Cómo nace el título de la novela?

R. Cuando menos intentas que te salga. Hay un momento en el que se te ilumina la idea o el concepto que mejor se armoniza con la esencia de la historia. La memoria del hielo encierra muchos sentidos que he plasmado escribiendo. Es la memoria es Serguéi, mi protagonista, pero también es la de todos los habitantes de esa ciudad «del color de la tormenta», Norilsk, y de los prisioneros de Norillag, que la levantaron sobre la tierra yerma, antaño poblada de mamuts. El hielo son los cimientos de esa ciudad insólita. Tenía otros dos títulos que también me gustaban Sinfonía de Norilsk o El arquitecto de sinfonías. En el caso de mi primera novela, el título no era el original; mi novela se llamaba Para Max, aunque tenía otro título alternativo, Ingrid. Pero, por sugerencia de la editorial, lo cambié, aunque tuve pocas horas para pensarlo y te reconozco que no me acaba de gustar el título Las vidas que te prometí, pues me parece que le da una dimensión de exceso de sensiblería que bajo ningún concepto quise imprimir en la obra. No obstante, esas vidas y esa promesa tienen pleno sentido en la obra cuando se ha llegado al final de la misma. En el caso de los numerosos relatos cortos que he escrito, la primera frase es, precisamente, el título, y a su vez este me ha ayudado a construir el resto de la narración.  

La acción de La memoria del hielo transcurre en la ciudad entristecida y sombría de Norilsk
Imagen The bus, Norilsk, de Christophe Jacrot

P. ¿Qué fue lo que te llevó a situar las acciones de los protagonistas en una ciudad tan triste y oscura como Norilsk?

R. Una fotografía obtenida por Elena Chernyshova, en un reportaje de National Geographic llamado Apocalipsis blanco. Yo estaba mirando distraídamente la revista cuando todo se detuvo al ver una de esas imágenes. Alguien tendría que hablar de ellos, me dije, contar las historias encerradas que hay detrás de esos rostros. Hay que tener arrestos para vivir en ese lugar, y, sin embargo, después de todo el tiempo que he dedicado a investigar y documentarme sobre esa ciudad, sé que ahí también hay luz, noches blancas y alegría, gracias precisamente a esas gentes recias, obstinadas. Necesitaba hacer algo difícil narrativamente y tratar de sacar belleza de lo imposible. Era un reto para mí. Cuando llegó el desastre de la pandemia, supe que había llegado el momento de viajar mentalmente a Siberia. Las letras fueron mi refugio, y ese lugar fue la mayor motivación durante esos días y meses oscuros. Hice coincidir los peores momentos que vivimos, con la elaboración de la novela, cosa que me sirvió para evadirme de todo lo terrible que ocurría a nuestro alrededor.

Hubo algo que también me ayudó a pasearme por Norilsk, y fue la música. Mientras escribía escuchaba a Satie, Debussy, Bach… Y tenía que haber poesía. Quería que las letras danzaran, y que Norilsk tuviera su sinfonía. Antes de empezar esta novela no sabía que la música podía ser tan importante en Siberia, en concreto la de los pianos, y que algunos de ellos quedan abandonados a la intemperie, congelados. Me han pasado cosas muy interesantes con este libro, alguna incluso inquietante. Por ejemplo, antes de saber que los edificios de Norilsk (al menos en la periferia) se dividían en bloques por números, yo ya puse a vivir a Elena en el bloque 17 porque me gustaba ese número. Ese edificio sobrecogedor me inspira algo poderoso, y lo he sacado de la asfixia para convertirlo en mi «cumbre escarlata» particular. Cumbre blanca, en este caso.

P. ¿Existe algún paralelismo entre Susana Rizo y la joven Elena Ivanova, la protagonista de La memoria del hielo?

R. Sí, sin duda, ella es una luchadora, una superviviente. Y pasa por un momento muy complicado, como yo lo estaba atravesando en el momento que escribía la novela. Me gusta de ella su valentía y su honestidad porque no va con ningún disfraz. Lo que no tengo de ella es el descaro, su forma directa de hablar, sin filtros, y su atracción por bordear los límites peligrosos con las adicciones que tiene. Pero, incluso, en los abismos que ella roza, es capaz de discernir y recordar su esencia. Le faltaba una pieza para recomponer el puzzle de su existencia, y esa pieza era su misterioso acompañante, Serguéi, un hombre con un pasado que fascina, atrapa, y corroe. La insolencia de ella solo se modera ante él. Son dos seres que nada tienen en común, salvo por algo que descubrirán quienes lean la novela. 

P. ¿Te has basado en personajes reales para crear a Elena y Serguéi?

R. Quizá Elena tiene algo de Amy Winehouse, no hablo ahora de sus devaneos con la droga, sino de esa autenticidad genuina que poseía. En realidad, no he conocido a nadie como ellos, pero me hubiera encantado. Han sido pura invención.

Susana Riso consigue con La memoria del hielo que notemos la oscuridad y el frío extremo que recorre Norilsk

Imagen Purple Night, Norilsk, de Christophe Jacrot

P. ¿Crees que has conseguido que los lectores empaticen y se pongan en la piel de dos almas perdidas como Elena y/o Serguéi?

R. Espero que sí, esa era la idea. Me encantaría que experimenten atracción por Serguéi, que escuchen la música que él compone, que viajen con él y perciban el miedo que siente Elena, sus excesos con el alcohol. Que vean la oscuridad, y noten el frío extremo. Que paseen por Norilsk. También quiero que puedan meterse en la piel de un superviviente de un gulag que tuvo sus sueños, su vida equilibrada, y ese giro del destino que le lleva hasta Elena. Cuando el lector conecte con ellos sabrá que ambos están buscando un hogar. Un centro desde donde partir, ponerse a salvo. Les mueve el amor, la amistad y la curiosidad, y el inequívoco destino. Uno puede reconocer en esos protagonistas sus propias soledades y las piezas que no encajan, las que no se comparten, tal vez, con nadie, y que se necesita reconocer en algún momento de la vida. 

P. ¿Serías capaz de sobrevivir durante cuarenta y cinco días en la oscuridad ártica de un paraje apartado de la tundra rusa?

R. De entrada, te hubiera dicho que no, pero no lo sé… nunca se sabe de lo que somos capaces hasta que no estamos en la situación. Si en esa oscuridad ártica hay una cabaña, como la que encontraron Serguéi y Elena, quién sabe. Cuando hay una motivación importante, sacamos adrenalina y fuerza de donde parecía imposible. Quizás, seguramente, el vodka –Sveta, como denomina Elena a su botella– ayudaría también. 

P. ¿Qué sentimientos humanos se van a encontrar los lectores en tu última novela?

R. Todos aquellos que brotan de los valores buenos del ser humano, aunque también encontrarán maldad, traición, debilidad…

Con La memoria del hielo Susana Rizo consigue que los lectores viajen mentalmente a Siberia
Imagen Lénine Prospetk, Norilsk, de Christophe Jacrot

P. La creencia de que las personas tienen alma cuenta con el respaldo casi unánime de la población mundial. Sin embargo, entre muchos filósofos y científicos la creencia en la existencia del alma es mucho menos común. La memoria del hielo habla del alma de las personas, aunque el cerebro puede hacer lo que se supone que hace esta entidad abstracta. ¿Está el alma en el cerebro o piensas que son dos conceptos completamente diferentes?

R. Es una opinión personal, pero diría que el alma está interpretada por el cerebro, por nuestras historias personales y nuestros pensamientos, que a menudo son tramposos y nos enredan. Yo juraría que reside en otra parte, un lugar mucho más amplio y más esencial, y tal vez nos acercamos a ella en momentos muy extremos, cuando nos despojamos de todo. El alma es nuestra verdad y puede que esta encuentre su ventana en nuestra mirada. Por ejemplo, yo desconozco los mecanismos de pensamiento de los perros, pero sí conozco la pureza con la que se relacionan con nosotros: ahí existe alma. Necesitamos siempre de la mente para poner nombre a cosas que quizá no deben etiquetarse. El alma es algo que simplemente se siente, se sabe que está, y poco más puedo añadir. 

P. ¿Eres mental, emocional o visceral? 

R. Muy emocional, por eso le tengo que poner riendas a mi mente, que trabaja en exceso, acrecentando capas a mi sensibilidad y no dándole una dimensión más terrenal, de un pragmatismo que en ocasiones es tan necesario. Suelo dar confianza al instinto y la intuición. En la vertiente visceral me noto a menudo demasiado acorazada, doy muy pocos «saltos al vacío». Y para escribir, a veces hay que darlos. Hay que volar. 

P. ¿Una dependencia mutua, como la que tienen Elena y Serguéi te puede llevar a la redención o a la condena?

R. A ambas, si no se sabe dónde está el punto de corte. Es como la dependencia que tiene él con su pasado, y ella con su botella de vodka y sus penurias familiares. Hay redención si se sabe decir adiós cuando llega el momento de hacerlo, o se crea el vínculo saludable para continuar el viaje a la vez. Hay condena cuando la dependencia para la supervivencia depende de que uno arrastre demasiado al otro a sus abismos… Lo bueno de esta historia es que, gracias a ese cruce de miradas, el espacio se hace mayor, dentro de cada uno de los personajes, y también el lector. 

Leyendo La memoria del hielo, de Susana Rizo, los lectores acaban asombrados y rendidos ante los quiebros que da la vida
Lénine Is Never Cold, Norilsk, de Christophe Jacrot

P. ¿Por qué son tan importantes los diálogos en La memoria del hielo?

R. Son clave, porque casi todo transcurre dentro de una cabaña a las afueras de Norilsk. En ese momento de sus vidas es todo cuanto poseen. Es el sonido que irrumpe en el silencio de la noche polar, una sinfonía, así que la composición de esos diálogos, como las notas de un pentagrama, tenían que sonar bien, de forma armónica. En los diálogos hay calor, alejado de los -45 grados del exterior, también hay color, lejos del gris de Norilsk. Se invierte el tiempo, y en los diálogos éste se desliza despacio. El verde mágico del fuego boreal ejerce su majestuosa danza mientras ellos conversan, bajo la luz de las velas y la estufa de leña. Los diálogos entre Serguéi y Elena mecen al lector, pero también lo estremecen, entre las luces y sombras cimbreantes en una atmósfera acogedora de troncos madera. Todo ello te invita a quedarte con ellos, y a desear que llegue el siguiente encuentro. 

P. ¿Qué sensaciones has pretendido que tengan los lectores al terminar de leer la obra?

R. Pura emoción. Que acaben asombrados y rendidos ante los quiebros que da la vida. Que les cueste abandonar la historia, y se queden con ganas de más. Lo mismo que me sucedió a mí. 

P. Como buena cinéfila supongo que te haría especial ilusión que se adaptara tu novela al cine. ¿Quién te gustaría que la dirigiese? ¿Cuáles serían los actores adecuados para interpretar a Elena y Serguéi?

R. Puestos a pedir un imposible, sin duda, Clint Eastwood. Él sabe manejar el tiempo como nadie y convertir lo cotidiano en algo extraordinario. La lentitud que requeriría la película, la contención o explosión de los sentimientos… En el caso de directores españoles, bordarían la historia Alejandro Amenábar y Cesc Gay. Mi protagonista femenina, Elena Ivanova, una mujer de carácter en el límite, fuerte y vulnerable a la vez, se parecería físicamente a Emma Stone, y tendría el arrojo de Jennifer Lawrence. Mi protagonista masculino, el músico y arquitecto Serguéi Bogdánov, posee el carisma de Gary Oldman y la elegancia de Ralph Fiennes. El joven y peligroso pretendiente de Elena, Nikoláy, en mi mente es Matthias Schoenaerts. Los camaradas de las minas de Nornickel se parecen a los grandes secundarios de todas las películas. Alguien que comprendiera bien todas las teclas que he tocado al crear la novela llegaría donde yo no he llegado. Hacer una película usando el argumento de esta novela tiene el aliciente de que quien lo hiciera sería el primero en recrear una historia en Norilsk. Que los dioses nos oigan y que suceda el milagro. En este momento un cineasta (prefiero no citar su nombre) está leyendo mis dos novelas.

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4 comentarios

  1. Maravilloso este artículo. La destreza de Juanma de la Poza ,quien magistralmente siembra el terreno en el que se va a desarrollar la entrevista, ya nos sorprende desde la introducción con el lujo de las citas del maestro Jorge Luis Borges. Como un exquisito artista plástico nos retrata a esta joven novelista; semblanza fundamental para comprender cuáles de sus fibras más íntimas se ponen en juego en su escritura. Y las fantásticas fotografías, que remedan postales navideñas plagadas de nostalgia, quedan engarzadas en un texto sencillamente atrapante. Me animo a afirmar que este fascinante artículo no sólo preludia el clima de “La memoria del hielo” sino resulta un aporte fundamental previo al ritual que implica iniciar la lectura de esta prometedora historia.

    1. Muchas gracias por las palabras tan bonitas que me dedicas, querida amiga Adriana. Sabía que te iba a gustar la introducción porque eres una gran admiradora del gran maestro Jorge Luis Borges. Te recomiendo que leas esta novela por su enorme calida. Susana Rizo es una escritora impresionante y va a dar mucho que hablar en el panorama literario durante los próximos años. Me alegro mucho de que te haya gustado tanto la entrevista. Un beso súper fuerte,

  2. Muchas gracias a ambos, Adriana y Juanma, porque vuestras palabras dan sentido a todo el esfuerzo que uno invierte al escribir. Esa parte de uno mismo que se queda en el papel, y la inseguridad de no saber si volverá a repetir ese viaje. Me encantó hacer esta entrevista, Juanma, eres un verdadero maestro, haces que uno quiera danzar con las palabras, y con las vivencias. Adriana, me encantaría que leyeras esa novela y me contaras. Un abrazo a ambos.

    1. Gracias por tus comentarios tan bonitos, querida amiga Susana. Ha sido un auténtico placer entrevistarte y espero volver a hacerlo cuando publiques tu tercer libro. La verdadera maestra eres tú. Yo solo soy un simple aficionado. Un beso súper fuerte,

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