Cultura, Cine y Literatura

John Wayne y los Premios Óscar Parte I de III (1927-1949)

Siendo uno de los actores más populares e importantes de la historia del cine, John Wayne solo consiguió un Premio Óscar al mejor actor a lo largo de su dilatada trayectoria profesional. Lo ganó el 7 de abril de 1970 por Valor de ley. No estuvo nominado ni por Río Rojo ni por La legión invencible ni por El hombre tranquilo ni, tan siquiera, por Centauros del desierto o El hombre que mató a Liberty Valance.

A pesar de ser la estrella de cine más importante de Hollywood, John Wayne nunca gozó del beneplácito de la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas y solo ganó un Premio Óscar

John Wayne fue durante años el gran héroe, tanto dentro como fuera de la gran pantalla, de los Estados Unidos de América. Protagonista de muchos de los grandes clásicos del wéstern, el famoso actor estadounidense es un icono inseparable de este género cinematográfico. La mayoría de sus interpretaciones contaron con el favor del público, pero casi nunca de la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas de Hollywood, que solo le entregó un Óscar en la 42.ª edición de estos premios.

John Wayne y su tercera esposa, la ex actriz y azafata de vuelo Pilar Pallete, posando con el Premio Óscar al mejor actor que el Duque acababa de ganar por Valor de ley en la 42.ª edición de estos galardones

El encuentro que cambió la historia del cine 

John Wayne en una fotografía publicitaria de La gran jornada (1930), de Raoul Walsh, su debut cinematográfico como protagonista

Dos momentos marcaron el destino de John Wayne. En el primero todavía no se llamaba así, sino Marion Robert Morrison, y era un estudiante de Derecho de la Universidad del Sur de California. Formaba parte del equipo de fútbol americano, no tenía un centavo y era uno de los muchachos a los que el entrenador Howard Jones conseguía pequeños trabajos en Hollywood para que ganaran unos pocos dólares. Marion, a quien todos llamaban el Duque (un mote heredado de un perro que tuvo en su infancia), encontró un trabajo como tercer ayudante de atrezzo en los estudios Fox Film Corporation. En 1927, durante el rodaje de Madre Mía (Mother Machree), John Ford se fijó en ese muchacho apuesto, alto y fuerte.

—¿En qué posición juegas? —le preguntó John Ford.

—Defensa.

—Yo también lo era. ¿Crees que podrías sacarme (empujar agachado en el fútbol americano)?

—Sí, podría —contestó el joven.

Los dos se pusieron en cuclillas; uno, de 32 años, frente al otro, de 21, con sus 90 kilos y 1,93 metros de altura. John Ford, que confiaba en desplazar fácilmente a su rival, no consiguió mover a Morrison ni un solo milímetro. Eso le picó y volvió a proponerle otro reto. Le pidió que le placara. El joven lo hizo. Además, le pateó el pecho (con una maniobra bastante astuta) y le tiró al suelo. Hubo un silencio sepulcral en todo el plató. Pappy era conocido por su mal genio. Sin embargo, no descargó su ira contra Morrison. Se levantó y dijo: —Bien, volvamos al trabajo. Ya hemos hecho bastantes tonterías.

Ahí comenzó una amistad a prueba de bombas (aunque en una ocasión estuvieron casi diez años sin hablarse) muy fructífera para la historia del cine. Juntos rodaron más de 20 películas, casi todas memorables: La diligencia, Fort Apache, La legión invencible, El hombre tranquilo, Centauros del desierto, Escrito bajo el sol, Misión de audaces, El hombre que mató a Liberty Valance… Además del fútbol americano, compartían otras aficiones: el güisqui, las juergas, las partidas de cartas… Pero no fue John Ford quien le dio a John Wayne su primer papel protagonista en una película. Raoul Walsh confió en el joven Marion Robert Morrison, antiguo chico de los recados en los estudios Fox Film Corporation, para protagonizar en 1930 un wéstern épico de gran presupuesto titulado La gran jornada (The Big Trail).

El gran fiasco 

Un joven e inexperto John Wayne interpreta en La gran jornada a Breck Coleman, un hombre de la frontera que se enfrenta a un desierto salvaje y virgen con coraje y optimismo

Raoul Walsh pensaba que Wayne estaba bien preparado para interpretar a Breck Coleman, un hombre de la frontera que se enfrenta a un desierto salvaje y virgen con coraje y optimismo. Llevaba su bondad esencial por bandera y los personajes que le rodeaban a menudo buscaban explotarla. Su inocencia, valentía, determinación, lealtad hacia un amigo asesinado y ternura hacia una joven luchadora (Marguerite Churchill), que viaja en la caravana que está guiando a través del desierto, le señalan inmediatamente como a un héroe al que hay que admirar. 

También fue Raoul Walsh y no John Ford quien cambió el nombre de Marion Robert Morrison a John Wayne, inspirado en parte por el héroe de la guerra de la Independencia Mad Anthony Wayne. Aunque el Duque aparentemente tomó el nombre de John por deferencia a John Ford, a quien adoraba como héroe desde sus comienzos en esta profesión. La personalidad de Wayne como un gran héroe del wéstern comenzó a forjarse en esta magnífica película. Esa sencillez e inocencia tan marcada que desprendía le convirtió inmediatamente en una presencia carismática y comprensiva en la pantalla, a pesar de su falta de experiencia teatral y técnica cinematográfica. Su actuación llamó la atención de John Ford y le hizo pensar que el chico guapo, educado, descomunal y algo tímido que tanto apreciaba podría llegar a ser, después de todo, un actor. Sin embargo pasarían nueve años antes de que volviera a contar con él, al elegirlo como Ringo Kid en La diligencia (Stagecoach, 1939). Cuando más tarde le preguntaron por qué esperó tantos años antes de ofrecerle a Wayne un papel principal, Ford dijo que había estado atento a su trayectoria profesional durante todo ese tiempo, pero sentía que todavía no estaba listo para ello. Tenía que desarrollar sus habilidades como actor y depurar su técnica interpretativa. 

Lástima que esta obra maestra fracasara estrepitosamente en taquilla, aunque las críticas fueron bastante positivas y el actor protagonizó las portadas de algunas revistas. La costosa inversión de Fox en el sistema de cine llamado Grandeur y sus elevados costes de producción estuvieron a punto de llevar al estudio a la bancarrota. La gran jornada fue la Cleopatra de su época, un desastre financiero provocado por el peso de su propia ambición. Este batacazo sin precedentes hizo que la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas se olvidara de ella en la tercera ceremonia de los Premios Óscar. Después de un debut prometedor en un papel principal, el recién bautizado John Wayne no logró que Fox renovara su contrato y fue relegado a aparecer en wésterns de serie B, producidos para ser consumidos por un público infantil y juvenil, a través de estudios como Columbia, Universal, Warner Bros, Mascot, Monogram y Republic, durante nueve largos años. Estaba casado con Josephine Sáenz, tenía cuatro hijos y necesitaba dinero urgentemente. Este período se convertiría tanto en un aprendizaje valioso como en un purgatorio. Se ganaba la vida de manera estable, aunque modesta, y estaba descubriendo, a pesar del agotador coste físico que le suponía rodar tantas películas a largo del año, que le encantaba trabajar en esta profesión. 

No obstante, tenía la esperanza de que John Ford, su antiguo mentor, le llamara para participar en algunos de sus próximos proyectos; esa llamada nunca se produjo. Intentó hablar hasta en tres ocasiones con él sin éxito. Ford estaba muy enojado con John Wayne porque consideraba que aún no estaba lo suficientemente preparado para protagonizar una película importante.

Sale la diligencia a Lordsburg

John Ford confió en John Wayne, un auténtico desconocido para el gran público, para que interpretara a Ringo Kid en La diligencia (1939), el primer wéstern sonoro del célebre director de cine estadounidense

En 1939 llega el segundo momento fundamental en la carrera cinematográfica de John Wayne. Dudley Nichols y Ben Hech habían adaptado una historia de la revista Collier, publicada en 1937, titulada Stage to Lordsburg, de Ernest Haycox, que llamó la atención de John Ford. El productor Walter Wanger quería a Gary Cooper para el papel de Ringo Kid, un joven pistolero que se escapa de la cárcel para vengar la muerte de su padre y de su hermano. Pero Ford sintió que Cooper era demasiado mayor para el papel y bastante caro para un presupuesto de medio millón de dólares. Pappy se empeña en que lo interprete Wayne, un auténtico desconocido para el gran público. La apuesta, aunque arriesgada, salió bien.

En 1939, John Ford, bautizado como John Martin Feeney y conocido como Sean O’Fearna en gaélico, Pappy, Coach (Entrenador), Jack Ford o Natani Nez (Jefe alto) por los indios navajos, convirtió a John Wayne, un actor de cine de serie B sin demasiada fortuna, en una estrella con La diligencia. De paso elevó el prestigio del wéstern, un género cinematográfico que hasta entonces se había considerado inferior. En cada uno de los personajes (un fuera de la ley, una prostituta, un sheriff, un tahúr, la esposa embarazada de un militar, un médico alcohólico, un banquero altivo y grosero, un viajante de whisky y el conductor) que viajan encajonados en este claustrofóbico vehículo, atravesando las llanuras bajo la amenaza de los apaches, están representados los principales matices de los seres humanos. 

El de John Ford y John Wayne es uno de esos pocos encuentros entre un director y un actor capaces de marcar para siempre la historia del cine; como el de Howard Hawks y Cary Grant o Howard Hawks y el propio Wayne, Akira Kurosawa y Toshirō Mifune, Billy Wilder y Jack Lemmon, Martin Scorsese y Robert De Niro o José Luis Garci y Alfredo Landa. A Ford siempre le gustó tener a un actor fetiche que interpretara la mayoría de los papeles protagonistas de sus películas. Y, por fin, lo encontró en Wayne. 

Después de años de distanciamiento, un día de verano de 1938, Ford se encontró a su antiguo pupilo pescando en el muelle de Long Beach y le invitó a subir a bordo del Araner, un queche que llevaba el nombre de las Islas Aran. Poco después, John Wayne se convirtió en un miembro habitual del equipo de actores (como Henry Fonda y su excompañero de clase en la Universidad del Sur de California, Ward Bond) escritores y especialistas invitados a bordo del amado barco de Ford, pasando los fines de semana en la Isla Santa Catalina. De vez en cuando, iban a San Pedro en coche para beber y jugar al póquer. A menudo realizaban viajes de pesca a México, anclaban el Araner frente a la costa de Mazatlán y pasaban la noche allí. Fueron tiempos embriagadores y desenfrenados para Wayne, pero no se hacía ilusiones de que su amistad con Ford, quien parecería estar contento con tenerlo como compañero de bebida en los viajes de pesca, le llevaría de nuevo a trabajar con el gran director.

John Wayne caracterizado como Ringo Kid en una fotografía publicitaria de La diligencia

Cuando John Ford comenzó a buscar un actor carismático para interpretar a Ringo Kid, el protagonista de La diligencia, su nueva película y el primer wéstern sonoro que iba a dirigir, pensó que el papel era perfecto para John Wayne. Pero a Wayne nunca se le ocurrió pedir ser considerado para el papel. Sin embargo, el personaje de Ringo Kid estaba hecho para él, un forajido carismático que se convierte en el centro moral y héroe de la historia en la tradición del antihéroe. Ringo Kid era el personaje que podía rescatarle de la oscuridad de Monogram y Republic.

A bordo del Araner, un fin de semana del verano de 1938, mientras pescaba en la Isla Santa Catalina, John Ford se burló de su pupilo pidiéndole que le recomendara a un actor joven para el papel de Ringo Kid. 

—Me está costando mucho decidir a quién elegir como Ringo Kid. Conoces a muchos actores jóvenes, Duke. Dime lo que piensas. 

Y le arrojó el guion para que le echara un vistazo. John Wayne siempre estaba dispuesto a complacer a John Ford, quien parecía contento con tenerle como compañero de bebida en los viajes de pesca. Wayne le recomendó a Lloyd Nolan. Ford pareció reflexionar sobre la sugerencia de Wayne y no volvió a hablar sobre el tema hasta que atracaron en San Pedro. Una vez en tierra le dijo a Wayne que el papel era suyo

El héroe reacio 

Ringo Kid es un forajido cuya bondad, franqueza y cortesía se transmiten en su rostro dulce y sonrisa abierta

La entrada en escena de Ringo Kid debía ser lo más impactante posible. 

—Podrías necesitarme a mí y a este winchester —le decía al sheriff nada más aparecer en pantalla. 

A John Ford se le ocurrió que girara el arma alrededor de su dedo como si fuera un revólver. Como Wayne tenía las manos muy grandes hicieron una pequeña modificación en el rifle antes de rodar.

El hecho de que tenga que ser persuadido para que asuma la tarea también ayuda a definirlo: el verdadero héroe es un héroe reacio, el personaje que nunca quiso ser recordado por sus acciones heroicas.

Lo que cuenta para Ringo Kid son los principios, nunca la comodidad personal. Incluso se extienden a Dallas (Claire Trevor), la prostituta rechazada a bordo de la diligencia. Pretende restaurar la justicia de manera más amplia, como lo demuestra su voluntad de regresar a la prisión y cumplir el resto de su condena una vez que haya hecho justicia vengando la muerte de su familia.

Aunque encadenado, Ringo Kid lidera a los más débiles a bordo de la diligencia: defendiéndolos heroicamente del ataque de los apaches desde lo alto del coche, insistiendo en que todos los pasajeros traten a Dallas con respeto… La bondad natural de Ringo se gana las simpatías de los espectadores y su valentía se convierte en amor en el transcurso del viaje. Solo en la naturaleza salvaje del territorio que hay más allá de la frontera, Ringo y Dallas serán verdaderamente libres. Los dos personajes se escapan juntos al final de la película a la granja que tiene Ringo en México, un lugar de redención más allá de las bendiciones dudosas de la civilización. El héroe reacio busca la libertad, vivir la vida en sus propios términos, incluso si eso significa dejar atrás la civilización.

Ringo Kid es la primera encarnación que John Wayne hace del héroe reacio, un antihéroe que posee una mezcla de inocencia y determinación, la capacidad de confiar en sus instintos más allá de los dictados de la sociedad y también la posibilidad de experimentar el amor por una mujer (Dallas, una prostituta interpretada por Claire Trevor) y actuar sobre esa emoción

En esta primera encarnación del héroe reacio, John Wayne posee una mezcla de inocencia y determinación, la capacidad de confiar en sus instintos más allá de los dictados de la sociedad, la posibilidad de experimentar el amor por una mujer y actuar sobre esa emoción; proteger sin controlar. Poseedor de una fuerza poderosa y presencia física elegante, su falta de experiencia teatral le proporciona a John Wayne una autenticidad genuina. Su misma rigidez como actor subraya la noción de que el Duque era realmente el personaje heroico que interpretó en esta película. 

Con John Ford presionando para que John Wayne hiciera el papel, el rodaje debería haber sido una colaboración placentera para ambos. En cambio, fue un infierno. Ford tenía la reputación de ser un director despiadado con episodios de crueldad. Fiel a su estilo, no paró de humillar sin piedad a Wayne durante las tres primeras semanas de filmación. En el set de La diligencia hizo especial hincapié en menospreciar a su discípulo, quien ya se sentía bastante inseguro en presencia de sus compañeros más experimentados. 

John Wayne y Claire Trevor en una fotografía publicitaria de La diligencia

Rodando una escena, agarró a John Wayne por la barbilla y le preguntó: 

—¿Por qué mueves tanto la boca? ¿No sabes que no se actúa con la boca en una película? ¡Actúa con tus ojos!. 

En repetidas ocasiones llamó a John Wayne 

un gran patán y un bastardo tonto. En cierta ocasión le gritó: 

—¿No puedes caminar en vez de saltar como una maldita hada? —cuando John Wayne había aprendido esa forma de andar lenta y elegante del propio John Ford. En el mundo de Ford llamar a alguien hada era el mayor insulto que podía decirle a alguien. Pero Wayne soportó estoicamente todas estas humillaciones porque sabía que Ford le estaba haciendo crecer como actor. Y continuó admirando a su mentor durante toda la vida. Más tarde defendería el maltrato que Ford le había ocasionado, argumentando que era un desconocido en el negocio, había sido una estrella durante nueve años en las películas de serie B y tenía enfrente a actores de primer nivel: Thomas Mitchell, John Carradine, Claire Trevor… El maltrato era tan evidente que sus compañeros de reparto le pidieron a Ford que dejara de molestarle. También era consciente de que Ford le defendió en muchas ocasiones y que gran parte de su éxito profesional se lo debía a él. Wayne sabía muy bien que aguantar todas las humillaciones a las que le sometía su maestro era el precio que tenía que pagar para ser una estrella de cine. 

Cuando John Wayne se convirtió en la estrella de Hollywood más taquillera, jamás rechazó trabajar con John Ford, a quien consideraba su segundo padre. Tuvo que retrasar o paralizar otros proyectos para no desairar a su gran amigo. Wayne hacía cualquier cosa para agradar a Ford. A pesar de ser un gran jugador de cartas, se dejaba perder para no molestar a su guía. 

Rumbo al estrellato

Aunque John Wayne no consigue una nominación al Premio Óscar al mejor actor por su fabulosa interpretación en La diligencia, obtiene algo mucho más importante: el ansiado estrellato

A partir de La diligencia, que tuvo la mala suerte de competir con Lo que el viento se llevó en los Óscar de 1939 y solo ganó dos estatuillas doradas, mejor actor de reparto (Thomas Mitchell) y mejor orquestación (Richard Hageman, Frank Harlin, John Leipold y Leo Shuken), John Wayne, aunque no consigue una nominación al premio al mejor actor, obtiene algo mucho más importante: el ansiado estrellato, un éxito sin comparación en la historia de Hollywood. De la noche a la mañana, Wayne se convierte en un símbolo para los norteamericanos, en algo más que una estrella de cine. Desde ese momento, su nombre siempre estará asociado a la Norteamérica más conservadora.

La diligencia recibió otras cinco nominaciones a los Premios Óscar: mejor película (United Artists), mejor dirección, mejor dirección de arte (Alexander Toluboff), mejor fotografía en blanco y negro (Bert Glennon) y mejor montaje (Otho Lovering y Dorothy Spencer). John Ford ganó su segundo Premio del Círculo de Críticos de Cine de Nueva York al mejor director (el primero fue por El delator) y fue seleccionada como una de las diez películas más destacadas del National Board of Review of Motion Pictures.

John Wayne se convirtió en el actor más importante del cine clásico de Hollywood siendo él mismo, un hombre íntegro, caballeroso con las mujeres, buen amigo, trabajador, justo, honesto, fuerte, feo, formal bebedor, fumador. El Duque era el estereotipo de un tipo bondadoso, no el de una estrella de Hollywood. 

La diligencia está considerado el primer wéstern adulto y consiguió revitalizar un género cinematográfico que a finales de los años 30 estaba totalmente infravalorado

John Ford solía decir sobre él: 

—No es suficiente que un actor diga sus frases. Al público le tiene que llegar algo más, algo que no puede crear un director, la cualidad de ser un hombre real. En todas las películas hay un día en el que las cosas no funcionan. Y cuando no van bien, es ideal tener cerca a un hombre como Duke. Recorrerá medio valle para decirle al operador de la segunda unidad de cámara que vamos a hacer otra toma. Casi nunca pide a otro que haga algo que puede hacer él.

La diligencia está considerado el primer wéstern adulto y consiguió revitalizar un género cinematográfico que a finales de los años 30 estaba totalmente infravalorado. También es la primera película que John Ford filmó en Monument Valley, un espacio natural situado a lo largo de la frontera suroeste de Arizona y Utah. 

—La verdadera estrella de mis wésterns siempre ha sido la tierra —dijo una vez John Ford. Y sus sentimientos por Monument Valley eran profundos. Monument Valley le dio a sus wésterns una grandeza y austeridad nunca antes vistas e influyó en los que se rodaron a partir de entonces.

Ha nacido un mito 

El obstinado ranchero Matt Dunson estableció el tipo de papel por el que John Wayne es recordado principalmente en sus días de súper estrella, que comenzaron en 1948 con Río Rojo, el primer wéstern de Howard Hawks

El ingenuo Ringo Kid de La diligencia fue solo una versión del joven héroe convencional que John Wayne interpretó hasta 1946, cuando Howard Hawks le convenció para que asumiera un papel mucho más ambiguo y oscuro en su primer wéstern, Río Rojo (Red River, rodada en 1946 pero no estrenada hasta 1948 por problemas financieros y legales). El obstinado ranchero Matt Dunson (un tipo más duro que los personajes que interpretó en la trilogía de la caballería de John Ford) estableció el tipo de papel por el que Wayne es recordado principalmente en sus días de súper estrella, que comenzaron en 1948: la figura de autoridad, el guía para los hombres más jóvenes, la persona melancólica cargada de responsabilidad. 

1948 fue uno de los años más importantes en la carrera profesional de John Wayne, ya que apareció en tres películas dirigidas por dos cineastas de primer nivel: Fort Apache, de John Ford, Río Rojo, de Howard Hawks, y Tres padrinos (The Three Godfathers), de John Ford. Al año siguiente entró por primera vez en la lista de los 10 actores más taquilleros de Hollywood (cuando en 1948 ocupaba el puesto número 16). Y en diciembre de 1954, una encuesta realizada por la Motion Picture Herald elegía a Wayne como el actor más taquillero del año. Hasta el estreno de Río Rojo, los cuatro filmes que rodó con John Ford (La diligencia, Hombres intrépidos, No eran imprescindibles y Fort Apache) fueron sus trabajos mejor recibidos por crítica y público. Sin embargo, ninguno de esos roles se parecía al de Thomas Dunson.

John Wayne realizó, hasta el momento, su mejor interpretación como Tom Dunson, un ranchero tiránico incapaz de asumir sus errores y aceptar ningún desafío a su autoridad

Tom Dunson, un ranchero que casi se vuelve loco por las dificultades que tiene para arrear diez mil cabezas de ganado de Texas a Missouri, ataca a su hijo adoptivo, Matthew Garth, interpretado por Montgomery Clift, cuando le quita el ganado y desvía la manada a Abilene, Kansas. Dunson es un buen hombre que se vuelve loco por la conciencia creciente de su viaje imposible, su falta de sueño y la deserción de algunos de sus hombres a quienes amenazó con linchar por abandonar el arreo del ganado y pillarlos robando raciones de víveres. A partir de ese momento, se vuelve tiránico, incapaz de admitir que se ha equivocado al insistir en que se dirijan a Missouri en lugar de Abilene, una ruta, en teoría, más directa. Dunson es incapaz de aceptar ningún desafío a su autoridad, especialmente de Matt, porque, a lo largo del viaje, se ha convertido en una persona intransigente. 

Río Rojo fue la película que puso a John Wayne en el mapa de la industria cinematográfica. El Duque había realizado, hasta el momento, su mejor interpretación como Tom Dunson. Debería haber sido nominado a un Óscar, pero sus compañeros de la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas se olvidaron de votarle, en uno de los mayores desaires en la historia de estos galardones. Aunque el filme tuvo un éxito de crítica y público descomunal, fue ninguneado en la 21.ª edición de los Premios Óscar y solo recibió dos nominaciones: mejor argumento (Borden Chase) y mejor montaje (Christian Nyby). Resulta inconcebible que no compitiera en las categorías de mejor película y mejor director. Y es que el wéstern es uno de los géneros cinematográficos más marginados por la Academia.

En Río Rojo, John Wayne está sublime en el papel de un antihéroe vengativo y debería haber sido nominado al Premio Óscar por esta inolvidable interpretación

En Río Rojo, John Wayne está realmente impresionante en el papel de un antihéroe vengativo, un hecho que John Ford no pasó por alto e hizo que reconsiderara el rango de actor de su protegido: 

—No sabía que el gran hijo de puta podía actuar —dijo después de ver la película. 

Posteriormente, John Ford eligió a John Wayne para otro papel de enorme complejidad: el capitán Nathan Brittles en La legión invencible, un hombre de mediana edad que se despide de sus tropas el día de su retiro.

Llevaba una cinta amarilla

Después de Río Rojo, John Ford le ofreció a John Wayne la posibilidad de seguir demostrando su talento como actor en La legión invencible (1949)

La legión invencible (She Wore a Yellow Ribbon, 1949) es el segundo título de la trilogía de la caballería tras Fort Apache (1948). Al año siguiente, Río Grande (Rio Grande, 1950) puso punto y final a una de las mejores tríadas de la historia del séptimo arte.

John Ford le ofreció a John Wayne la oportunidad de demostrar su talento como actor y el aprendiz no decepcionó al maestro. El trabajo de Wayne demuestra sin ninguna duda que es un gran intérprete. Ford aún no creía del todo en sus posibilidades como actor (pese a haber trabajado juntos en muchas ocasiones). No obstante cambió de opinión a partir de Río Rojo (Ford estuvo presente durante buena parte del rodaje y en la edición de la cinta).

Gustándome las tres películas casi por igual, siento un cariño especial por La legión invencible porque fue una de las primeras cintas que vi de John Wayne. Por su tono crepuscular, melancólico, que suena a despedida, por su poética amargura. También por su estilo visual impresionante, inspirado en los grabados del legendario Frederick Remington, prestigioso pintor del siglo XIX especializado en la descripción del Oeste estadounidense (cowboys, nativos, soldados, caballos…) e inspirador principal de la estética del filme.

Tan solo por la reflexión en voz alta y a solas que John Wayne realiza junto a la lápida de su esposa (informándola detalladamente de todo lo que ha ocurrido durante el día) y sus dos hijos, Nathan y George, mientras riega unas plantas y flores, me bastaría para otorgarle la calificación tajante de mejor actor de la historia del cine. El capitán Nathan Brittles había perdido a su esposa y dos hijos a causa de la viruela unos años antes. Solo tenía a su familia y al ejército. Ha perdido a sus seres queridos y ahora perderá a su amada profesión por culpa de la jubilación. John Ford se centra en la vida de este oficial de la caballería como arquetipo del soldado estadounidense de la frontera. Un hombre con un fuerte sentido de la profesionalidad próximo a extinguirse.

Nathan Brittles es el oficial de campaña de mayor graduación de un fuerte en la frontera que, a seis días de jubilarse, recibe la orden de dificultar la concentración de grandes grupos de indios en los alrededores

1876. Nathan Brittles es el oficial de campaña de mayor graduación de un fuerte en la frontera en los días siguientes a la derrota y aniquilación legendaria del 7.º Regimiento de Caballería del Ejército de los Estados Unidos, dirigido por el teniente coronel George Armstrong Custer, en Little Big Horn. Los vencedores de aquel combate, los sioux, cheyennes, arapahoes y kiowas, han construido una gran alianza para enfrentarse al hombre blanco y expulsarlo de las praderas. Brittles. Nathan Brittles es el oficial de campaña de mayor graduación de un fuerte en la frontera que, a seis días de jubilarse, recibe la orden de dificultar la concentración de grandes grupos de indios en los alrededores, impedir e investigar la entrega de rifles a los indios por parte de los traficantes de armas, y acompañar a la esposa (Mildred Natwick) y la sobrina (Joanne Dru) del comandante del puesto (George O’Brien) a la parada de diligencias más cercana para que puedan escapar de la zona de riesgo. En la columna de caballería se encuentran también los dos pretendientes de la chica (Harry Carey Jr. y John Agar), ambos tenientes en fase de formación, y los dos sargentos más carismáticos del fuerte (Victor McLaglen y Ben Johnson). 

Lo que más me llama la atención del guion es, además de la ausencia de la culminación de un proceso bélico (el encuentro con los indios no pasa de una simple escaramuza), que la misión de la caballería termina fracasando. Nathan Brittles no logra impedir la reunión de enemigos ni la llegada de los rifles ni tampoco consigue poner a salvo a las mujeres.

John Ford busca principalmente mostrar la bondad del militar profesional personificando su espíritu de sacrificio en el personaje de Nathan Brittles, tan corpulento, preparado y severo como humilde, vergonzoso y presumido: la secuencia del reloj de plata, en la que intenta disimular que se ha emocionado con el regalo que le han hecho los hombres de la compañía C y saca a hurtadillas las gafas del bolsillo para poder leer la inscripción, cuando el personaje de Joanne Dru, en un momento irreal y poético, le sorprende hablando con la lápida de su mujer…

La interpretación de John Wayne en La legión invencible fue aclamada por la mayoría de los críticos, pero pasó completamente desapercibida por la Academia

En las retinas de muchas generaciones de cinéfilos se han quedado grabadas escenas como la marcha del regimiento en medio de una tormenta, los cielos de color rojo imposible o las imágenes nocturnas de John Wayne ante la tumba de su mujer. Nathan Brittles es el equivalente al Kirby York de Fort Apache (el mismo actor para ambos personajes) en su cariño y amistad con los jefes indios. Para Brittles los indios son personas honestas y nobles. Brittles quiere la paz, pretende evitar la guerra y se presenta en el campamento indio para hablar con su amigo Caballo Andante. Un indio joven y atrevido le desafía disparándole una flecha que se clava en el suelo delante de él. Brittles recoge la flecha y la rompe en dos demostrando no tener miedo.

La interpretación de John Wayne fue aclamada por la mayoría de los críticos, pero pasó completamente desapercibida por la Academia, que ese año nominaba por primera vez al actor por su papel del sargento John M. Stryker en Arenas Sangrientas (Sands of Iwo Jima, 1949), de Allan Dwan. La legión invencible solo recibió una nominación en la 21.ª edición de los Premios Óscar: mejor fotografía en color. Afortunadamente, Winton Hoch pudo llevarse la estatuilla dorada a su casa.

Arenas de éxito 

Por su papel del sargento John M. Stryker en Arenas Sangrientas (1949), de Allan Dwan, John Wayne recibió su primera nominación al Premio Óscar al mejor actor

La figura del sargento duro, autoritario e irascible es una constante dentro del cine bélico estadounidense. Arenas sangrientas es el mejor ejemplo de ello. La película, producida por Republic Pictures y dirigida por el veterano Allan Dwan, narra la historia de un pelotón de inexpertos marines estadounidenses comandados por el sargento John M. Stryker (John Wayne), un hombre amargado que paga su fracaso matrimonial (su mujer e hijo le han abandonado) con el alcohol y descarga su rabia contra los hombres que tiene bajo su mando. Su carácter insoportable hace que todos sus inferiores le odien, especialmente Peter Conway (John Agar), cuyo fallecido padre fue en su momento superior de Stryker. Tras entrenar severamente a su pelotón de marines, Stryker los liderará en los duros y sangrientos combates por el atolón de Tarawa y, más tarde, en la cruenta batalla por Iwo Jima. El sargento Stryker es consciente de que en tiempos de guerra no puede darse el lujo de mostrar ni debilidades ni emociones. Por ello parece un tipo inaccesible a quien poco importa exigir a sus hombres extremos que aquellos no aceptan inicialmente, aunque no tardan en comprender que los métodos empleados por su suboficial son los únicos que permitirán que alguno de ellos sobreviva a la dura campaña del Pacífico. A medida que avanza el largometraje, la figura de este sargento de hierro se humaniza, convirtiéndose en el héroe a quien todos sus hombres admiran y respetan. Sus hombres se contagian de su valentía y del patriotismo que tiene su colofón cuando suben por el monte Suribachi, donde al final del filme un grupo de soldados iza la bandera que muchos años después Clint Eastwood presentaría de manera muy distinta en Banderas de nuestros padres

El sargento John M. Stryker es otro ejemplo evidente del nuevo tipo de héroe que comenzó a interpretar John Wayne a finales de los años 40. Al principio, Wayne rechazó protagonizar la película, ya que con 42 años pensaba que era bastante mayor para el papel y porque sentía que el público ya estaba cansado de las películas de guerra. Eso no impidió que el Duque preparara su papel pasando un tiempo en Camp Pendleton, hablando con los marines, especialmente los sargentos. El papel del sargento Stryker fue perfecto para el Duque. Parte de la culpa la tienen el guionista James E. Grant, uno de los hombres de confianza de Wayne, que reescribió gran parte de su diálogo y ayudó a convertir al personaje en alguien con una dimensión real, y el director Allan Dwan, que sacó lo mejor de su enorme talento interpretativo. 

Stryker es un ejemplo del héroe que sublima la pasión en disciplina de servicio, transmite sus poderes de liderazgo a una generación más joven y luego se desvanece en la naturaleza y la sociedad cuando muere de una manera poco heroica. Un personaje con señales de amargura, sobre todo en los momentos de paz, donde su heroísmo puede depender de ciertas circunstancias, como esa inolvidable escena en la que va a la habitación de una mujer, la cual se le ha insinuado en un bar, descubriendo que no se trata de una prostituta profesional, sino de una esposa abandonada por otro soldado como él, quien necesita trabajar para alimentar a su hijo de apenas unos meses de vida. 

Arenas sangrientas supuso el espaldarazo definitivo en la carrera de John Wayne, pues una encuesta realizada por la Motion Picture Herald lo eligió al año siguiente como el actor más taquillero de Norteamérica

Estrenada en diciembre de 1949, la película fue un gran éxito comercial. La Segunda Guerra Mundial todavía estaba presente en la cotidianidad de los estadounidenses y abarrotaron las salas de cine para ver a su nuevo héroe e ídolo: John Wayne. Pese a ser una película de evidentes tintes propagandísticos, Arenas sangrientas supuso el espaldarazo definitivo en la carrera de Wayne, pues una encuesta realizada por la Motion Picture Herald lo eligió al año siguiente como el actor más taquillero de Norteamérica. Con La diligencia comenzó la carrera de John Wayne como estrella, los éxitos de Fort Apache, Río Rojo, Tres padrinos y La legión invencible coronaron su ascensión a la cima del firmamento cinematográfico y Arenas sangrientas lo convirtió en una súper estrella e ídolo mundial, estatus que nunca abandonó. 

A pesar de que había realizado actuaciones superiores en Río Rojo y La legión invencible, el Duque recibió su primera nominación a los Premios Óscar de su ya dilatada carrera por su extraordinaria interpretación del duro, autoritario e irascible sargento John M. Stryker. Sin embargo, estaba encantado de ser finalmente reconocido por sus compañeros. Por cierto, ese fue un año marcado por las nominaciones a películas bélicas ambientadas en la Segunda Guerra Mundial, ya que Fuego en la nieve y Almas en la hoguera acapararon varias nominaciones para los premios de la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas de Hollywood. 

Arenas sangrientas recibió tres nominaciones más: mejor argumento (Harry Brown), mejor sonido (Daniel J. Bloomberg) y mejor montaje (Richard Van Enger). Sin embargo, no consiguió ningún galardón. Broderick Crawford por El político, un papel que John Wayne había rechazado con anterioridad, se llevó el gato al agua y dejó a Wayne sin premio. En cambio, el Duque ganó el galardón a la estrella masculina más popular en los Premios Photoplay de 1951.

El 25 de enero de 1950 John Wayne se convirtió en la estrella número 125 en imprimir sus huellas (en este caso los puños) en el Teatro Chino Grauman de Hollywood (Los Ángeles). Como parte del evento, se llevó arena negra real de Iwo Jima y se mezcló con el cemento. El bloque de hormigón fue robado y roto por Lucy Ricardo y Ethel Mertz en un episodio memorable de Te quiero, Lucy (Lucy visita Grauman, 1955), concretamente en el subsecuente Lucy y John Wayne. El Duque aparece en el programa después de que Ricky le convenza para hacer uno nuevo.

John Wayne imprimiendo su puño en el Teatro Chino Grauman de Hollywood (Los Ángeles) el 25 de enero de 1950

Cuando terminó la década de los cuarenta, John Wayne estaba en un nivel comparable al de Clark Gable y Gary Cooper, pero haciendo mejores películas.

En lo que respecta al público que va al cine, el papel de Stryker resaltó aún más su imagen patriótica. También mejoró su imagen comercial; por primera vez encabezó la lista de las estrellas más taquilleras que publica anualmente Variety. El éxito de la película fue tal que Republic Pictures estuvo desarrollando durante varios años una precuela titulada Devil Birds, con el propio Wayne como protagonista. Pero nunca se llegó a rodar. 

En la actualidad, la película es calificada habitualmente como un vehículo patriótico a mayor gloria de John Wayne y un objeto de propaganda fabricado por Hollywood con la clásica mezcla de oportunismo comercial y de alineamiento ideológico. Para algunos es bastante insoportable, falsa, pretenciosamente realista, habitada por personajes, diálogos y situaciones que les resultan absurdos. Estos comentarios me parecen excesivos dada la incuestionable calidad cinematográfica del filme. Hay que reconocer que este tiene varios aspectos meritorios, sobre todo teniendo en cuenta el escaso presupuesto con el que se rodó. Destacaría su primera parte, casi perfecta, donde muestra el entrenamiento de los marines y, en especial, la batalla de Tarawa, Kiribati, una de las más sangrientas de la historia de Estados Unidos. Este paradisiaco atolón, situado en el océano Pacífico central, fue escenario de duros combates entre estadounidenses y japoneses que están muy bien reflejados en la película. Las escenas del desembarco, cuando los marines se quedan estancados en la arena de la playa debido al fuego procedente de los blocaos japoneses está muy bien y resultan bastante realistas para la época, si bien con la limitación de se muestran las muertes dulces o no sangrientas de los soldados que caen en combate. El otro gran acierto de la película es que, gracias al apoyo inestimable del ejército, la producción contó con armamento real de la Segunda Guerra Mundial, por lo que la recreación del material de los marines es perfecta, desde los tanques a las armas portátiles, todo el atrezo militar es rigurosamente realista.

Compártelo si te gustó...

2 comentarios

  1. Una detallada y minuciosa primera parte de este Señor Duke» tan querido y tan rechazado por muchos.Tu relato al que nos tienes acostumbrados a quienes te seguimos nos da placer leer y felicitarte .
    A la espera siempre de tu segunda entrega.
    Gracias!!!

Responder a Juanma de la Poza Cancelar la respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *